Las nuevas migraciones desde hace años presentes en la sociedad
española, al igual que sucede en otros países europeos, plantean
nuevos retos de integración social y convivencia democrática
entre colectivos humanos cuya diversidad étnica, religiosa
o cultural es enriquecedora. No obstante, existe un creciente
sector de la ciudadanía europea que observa con temor y rechazo
la presencia de inmigrantes y refugiados, deslizándose progresivamente
a apoyar posiciones políticas ultranacionalistas que tienen
en el discurso xenófobo, racista o antisemita su principal
razón de ser.
En noviembre de 1988 se realizaba una encuesta en el EUROBAROMETRO
sobre la presencia de extranjeros; la respuesta confirma la
alarma del Parlamento al comprobar que un tercio de los europeos
opinaban que en su país viven demasiadas personas de otra
nacionalidad o étnia, considerando a los inmigrantes como
un factor muy negativo para la sociedad. Estas primeras reacciones,
paliadas por sucesivas campañas de sensibilización y prevención
de la intolerancia, quedarían confirmadas a mediados de los
90 en otro eurobarómetro que recogía respuestas donde uno
de cada dos europeos opinaban que existía un excesivo número
de inmigrantes en su país, un 33% se consideraba bastante/muy
racista y un 67% nada ó poco racista.
En España pese a no superar el 1,5% de la población la presencia
de inmigrantes frente a un 6% de la media europea, a comienzos
de los 90 un estudio del CIS daba la voz de alarma: el 64%
de los españoles veían a los extranjeros como usurpadores
potenciales de puestos de trabajo, ocupación que podían desempeñar
jóvenes españoles, y el 53% consideraba a los inmigrantes
como deflactores , personas que aceptan sueldos más bajos
y hacen que los salarios desciendan. En noviembre del año
94, diversos estudios recogían que uno de cada tres ciudadanos
españoles identificaban a los inmigrantes con la droga y valorando
que quitaban el puesto de trabajo a los españoles.
Esta imagen negativa fue ampliada mediante la actividad de
grupos racistas que han sistematizado una propaganda que tiende
a convertir a los inmigrantes en un chivo expiatorio que alberga
delincuencia, tráfico de drogas y paro, en línea con las propuestas
del xenófobo LePen que los identifica con el problema de la
inseguridad ciudadana. Una propaganda que desinforma y enfrenta
a la sociedad y que en ámbitos como la vivienda, el trabajo,
la salud o las prácticas religiosas, confunde a las personas
y oculta las verdaderas dificultades que tienen los inmigrantes
para normalizar su vida en nuestro país, aunque sus efectos,
de momento, sean de corto alcance respecto a la mayoría de
los ciudadanos.
Particularmente significativo resulta el que esa visión deformada
de la realidad migratoria se este instalando entre los más
jóvenes de la sociedad, como revela la encuesta escolar en
España, realizada en 1997 por el Centro de Estudios de Migración
y Racismo (CEMIRA), donde el 51% de los adolescentes perciben
a los inmigrantes como personas que quitan el puesto de trabajo,
un 38% considera que la raza blanca es superior a las demás,
un 10,4% se declara racista y asegura que votaría a un partido
xenofóbo como el de LePen, y donde uno de cada 10 alumnos
manifiestan su voluntad de expulsión de España hacia los gitanos,
moros y judíos, como los colectivos de mayor rechazo.
Didáctica para la convivencia Para cambiar este discurso negativo
sobre la inmigración es fundamental que la sociedad española
entienda que las migraciones son algo natural y constante
en la historia de las civilizaciones, producto de procesos
económicos, políticos o sociales; tal es así que los demógrafos
calculan en unos cincuenta millones de europeos quienes marcharon
hacia América entre 1850 - 1950, movimientos que se mantuvieron
incluso en épocas de necesidad de mano de obra como fue la
reconstrucción europea después de la II Guerra Mundial.
Es esencial que la sociedad comprenda que la emigración es
un proceso traumático, donde la persona que viene deja su
tierra y su familia por necesidad o voluntad de progreso,
protagonizando una vivencia similar a la que experimentaron
cientos de miles de españoles que emigraron o los más de un
millón que aún están fuera de nuestro país. Y también es prioritario
que la sociedad perciba que los inmigrantes son ya una necesidad
estructural para nuestros países, generan riqueza económica
y cultural, contribuyen con impuestos al Estado del Bienestar
y son ciudadanos que tienen derechos y dignidad, algo por
lo que históricamente los trabajadores lucharon, incluso dieron
la vida en todas las épocas y en todo el mundo.
La inmigración lejos de ser un problema, es y debe ser una
gran fuerza social de progreso y democracia que impulse en
la ciudadanía, el pluralismo, la interculturalidad y los valores
de tolerancia y solidaridad; para que esto suceda es importante
neutralizar prejuicios negativos como aquellos que identifican
inmigración con paro y delincuencia, o en el extremo opuesto,
evitar reduccionismos primarios de esta realidad social compleja
como aquellos que plantean que la responsabilidad existente
en el conflicto Norte-Sur ha de conllevar una política de
puertas abiertas, sin control de flujos migratorios.
En el primer caso, si no se neutraliza el prejuicio negativo,
conllevará un crecimiento del racismo, xenofobia, antisemitismo
y otras formas de intolerancia, implicando la aparición de
formas legales de discriminación, organizaciones militares
racistas e incluso, la aparición de hechos y conductas criminales
de naturaleza xenófoba o racista.
En cuanto al segundo caso, el reduccionismo primario del proceso
de inmigración a una política de fronteras abiertas, puede
provocar resultados completamente contradictorios con el fin
perseguido, algo que explica con claridad meridiana H. M.
Enzensberger en su obra La gran migración cuando expresa que
quien invita a sus compatriotas a ofrecer cobijo a todos los
agobiados y abrumados del mundo, posiblemente apelando a los
crimenes colectivos desde la conquista de América hasta el
Holocausto y todo ello sin el menor cálculo de consecuencia,
sin mediación política y económica, sin tener en cuenta las
posibilidades de realización de tal proyecto, pierde la credibilidad
y capacidad operativa. Los grandes conflictos sociales no
pueden ser eliminados por medio de la prédica .
Neofascismo racista
No obstante, pese a todos los datos acumulados como síntomas
preocupantes del incremento de actitudes sociales xenófobas,
pese a diversos informes del Parlamento Europeo (Evrigenis,
Ford....), las medidas de los gobiernos para prevenir la intolerancia
y xenofobia han sido prácticamente inexistentes. Además en
los 80 se produce un resurgimiento de organizaciones de ultraderecha
que utilizan el tema de la inmigración para exacerbar sentimientos
nacionalistas excluyentes. En la actualidad tienen un considerable
peso político y son capaces de provocar crisis graves de gobernabilidad
como es el caso de LePen (Front Nacional en Francia), de Fini
en Italia, ó Heider en Austria, como elementos más significativos
de un mosaico que alcanza a 1.300 grupos ultras, nazis o fascistas
en Europa según informa el Parlamento Europeo.
En general esta corriente neofascista, explota la idea de
rechazo al extranjero mediante una falsa ecuación conocida
como tetralogía de la xenofobia que establece la identidad
INMIGRACION = DESEMPLEO = DELINCUENCIA = INSEGURIDAD CIUDADANA.
Es la sombra de una Europa lepenizada que se extiende y ha
alcanzado a nuestro país, sin que se hayan tomado todas las
posibles medidas necesarias para evitarlo.
No obstante el crecimiento del Racismo, la Xenofobia y el
Fascismo en Europa son los síntomas de tres crisis. Una crisis
SOCIAL generada por una mundialización económica que produce
grandes bolsas de exclusión social, el abandono del sur y
los cambios radicales de los países del este que provocan
un incremento de presión migratoria, produciendo notorias
bolsas de marginación. Una crisis del ESTADO DEL BIENESTAR
que conlleva unos recortes sociales en unos momentos donde
los más desfavorecidos y marginados reclaman atención solidaria,
difícil de obtener de otra manera y mucho menos del mercado
en sociedades duales. Y una crisis de PROYECTO, manifestada
por la ausencia de perspectivas claras ante el desmantelamiento
de las doctrinas ideológicas redentoristas que han dominado
el pensamiento hasta ahora.
Si a esta triple crisis le añadimos el complicado y lento
proceso de unidad europea, el fracaso de Europa ante grandes
conflictos como en los Balcanes y otras zonas continentales,
el renacimiento de nacionalismos agresivos y excluyentes,
el desarrollo del individualismo posesivo inherente a la lógica
del mercado sin límite y la cultura del consumo a ultranza,
junto a cierto cansancio democrático (corrupción, insultos,..)
y la desmovilización de los demócratas profundos, nos encontramos
ante un panorama bastante preocupante, donde el discurso de
la intolerancia se mueve en su habitat, busca - y siempre
encuentra - uno o varios grupos minoritarios a los que discriminar,
segregar, marginar y convertir en chivo expiatorio , y en
consecuencia, atribuir a los grupos estigmatizados una diferencia
que les hace inferiores y/o peligrosos. A partir de aquí se
afirma políticamente y se organiza la recluta militante. Esto
es lo que sucede en la actualidad hacia los colectivos inmigrantes
y las minorías étnicas, ante quienes el discurso racista o
xenófobo puede aprovechar una diferencia real -color de piel,
cultura, religión, ideología, aspecto físico, idioma...- o
bien, como sucede con la intolerancia hacia otros jóvenes,
inventárselas. En el caso de los inmigrantes, lo que cuenta
para el neofascismo xenófobo es que sean estos colectivos
a quienes culpabilizar, despreciar, detestar, expulsar o agredir,
sin que importe demasiado con que excusa.
Los sucesos acaecidos en España así lo confirman. Durante
la década de los 90, los jóvenes en general, inmigrantes,
homosexuales, prostitutas e indigentes, han sido víctimas
de agresiones de grupos SKINS-NEONAZIS. En los últimos días
en Cataluña se han vivido unos sucesos que han hecho saltar
las alarmas. Tanto los ataques racistas de Tarrasa, como la
quema de una mezquita en Girona, como el incendio de una casa
de una familia africana en Banyoles, fueron obras de grupos
racistas organizados contra los que el Estado Democrático
esta actuando insuficientemente. Se revela también problemas
de fondo, insuficientes medidas de integración social y un
déficit en materia de prevención de focos de intolerancia.
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