La
Intolerancia es el gran desafío que la humanidad debe hacer
frente en este siglo XXI. En su avance se muestra arrogante
y exhibe su realidad poliédrica con aristas verdaderamente
dramáticas. Las manifestaciones de racismo y xenofobia, de
sexismo y homofobia, de antisemitismo e integrismo, son algunas
de las caras de este poliedro que junto al ultranacionalismo
excluyente y el totalitarismo, salpican diariamente con noticias
trágicas los medios de comunicación, y cuya esencia revela
la violación de la dignidad humana y la vulneración de los
derechos fundamentales, quebrando la doble condición de persona
y ciudadano que universalmente a todos nos acoge.
Con la desaparición del llamado Segundo Mundo, es decir, del
bloque de países de la órbita de la Unión Soviética, se anunció
el inicio de la era de la globalización como consecuencia
del avance y extensión de la economía de mercado a todos los
rincones del mundo. Sin embargo esta globalización no ha implicado
la extensión homogénea y universal de un proceso de crecimiento
económico o de expansión del bienestar, ni tampoco la observancia
generalizada de los Derechos Humanos, por el contrario alberga
importantes contradicciones entre las que hay que significar
el crecimiento de las desigualdades entre países, la enorme
concentración de poder y riqueza, la expansión del consumismo
y del conflicto ambiental o las tensiones ante los procesos
de uniformismo cultural.
No obstante el desarrollo humano debe tener como frontispicio
asegurar a todas las personas, en todas las partes del mundo,
las condiciones que permitan una vida digna y con sentido
racional, que permita el libre desarrollo de las potencialidades
humanas en armonía con la Naturaleza. Asegurar un futuro mejor
para todos requerirá un enorme esfuerzo humano y cambios radicales
de políticas que conduzcan hacia un modelo de desarrollo guiado
no por la lógica del mercado y la dinámica de acumulación
de capital, como propicia el discurso neo-liberal, sino por
el progreso de la vida y del bienestar humano, concepto que
incluye el respeto a las libertades y derechos fundamentales
y el respeto a los derechos medioambientales. Sin duda que
todo ello implicará sacrificios, pero sobre todo requerirá
profundos cambios en actitudes y comportamientos, así como
una reinterpretación de las prioridades sociales en sintonía
con los valores de libertad, igualdad, solidaridad y equilibrio
ecológico que deben fundamental una Etica Cívica Universal.
Diversas voces se han alzado insistiendo en la necesidad de
una Etica Global o Universal, desde el Parlamento Mundial
de las Religiones hasta la UNESCO y la Comisión Mundial de
Cultura y Desarrollo entre otros. En cualquier caso, en un
mundo complejo y desbocado, el principio del respeto a los
derechos humanos universales y el reconocimiento de responsabilidades
o deberes cívicos, el principio de la democracia y de la participación
de la sociedad civil, la protección de las minorías desde
los principios de convivencia, tolerancia y pluralidad, el
compromiso con la resolución pacífica de los conflictos y
la negociación justa, así como el principio de la equidad
intra e intergeneracional y del respeto a la naturaleza, deben
de configurar el núcleo esencial de esta Etica Cívica Universal.
En un mundo con gravísimos problemas de pobreza, desempleo,
hambre, ignorancia, enfermedad, miseria y marginación, como
males absolutos intrínsecos, agravados por hábitos culturales
que conducen al egoísmo, prejuicios, odio irracional e intolerancia,
la tarea pendiente y urgente es la de una amplia movilización
democrática y la de un compromiso profundo con una Etica Cívica
Universal.
Esteban Ibarra
Presidente Movimiento contra la Intolerancia
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