En uno de los últimos fines de semana en Madrid, el SAMUR
dio la voz de alarma. Las cifras de intervención fueron calificadas
por sus responsables como similares a las producidas por una
catástrofe ó una crisis muy grave. Fueron 1.200 intervenciones,
150 debidas a intoxicaciones etílicas con 50 traslados a hospitales
y cerca de un centenar de reyertas con 45 heridos atendidos
clínicamente. En el 90% de las reyertas estaba presente el
alcohol. Según los responsables del SAMUR estas cifras de
intervención "solo se dan en una catástrofe".
Ni siquiera Nochebuena, jornada de paz y acogimiento familiar,
se libró de la lacra de la violencia y el alcohol que se hizo
visible en mas de 50 reyertas contabilizadas en esta festividad.
Un escenario donde el matonismo urbano, ya sea en versión
de agresivo bakala, cabeza rapada ó chulo de discoteca, convierte
en protagonistas a aquellos que desprecian la convivencia,
se ponen hasta arriba de alcohol y de pastillas, y encima
se echan una navaja en el bolsillo.
Instalados en una subcultura alcohólica (somos el séptimo
país de mayor consumo y el tercer productor de vino), donde
nuestros adolescentes se inician con una media de edad de
13 años, y en una subcultura navajera que algún político frivolizó
en esa frase de "un castellano que se precie, lleva siempre
una navaja en el bolsillo",podemos afirmar sin equivocarnos
que se están configurando auténticos polvorines a punto de
estallar.
El tan traído Botellón es uno de esos escenarios. No hay ciudad
que no lo padezca. En España cerca de un millón de jóvenes
lo practican, de ellos 200.000 menores, y los especialistas
pronostican que si nadie pone remedio a corto plazo, el 25%
de estos jóvenes con el tiempo serán alcohólicos. Y además
del problema de salud hay que añadir que en una ciudad como
Madrid, el botellón produce cada fin de semana, 60 toneladas
de vidrio, plásticos y tetrabrik, cuya limpieza cuesta 200
millones de pesetas anualmente al erario público. Las vomitonas,
el orín, los vidrios rotos, especialmente peligrosos para
los niños y perros, junto al destrozo de mobiliario urbano,
se incorporan a un cuadro que es difícil digerir.
Siempre existen justificaciones, el precio del alcohol y tiendas
mas baratas, la ausencia de alternativas de ocio, necesidades
de pertenencia a un grupo..y reacciones institucionales, minimizar
el impacto del problema, buscar alternativas tipo Pacto por
la Noche, incluso prohibir la venta en la calle de alcohol.
No obstante nadie va al problema de fondo, vivimos una seria
crisis de proyecto, individual y social, que se visualiza
en comportamientos de nuestros jóvenes, y una profunda crisis
de civismo que se concreta, por ejemplo, en las noches de
alcohol y navajas.
Esteban Ibarra
Presidente
Movimiento contra la Intolerancia
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