VIOLENCIA URBANA E INTOLERANCIA
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VIOLENCIA URBANA E INTOLERANCIA

Las noticias de violencia ejercida por grupos de jóvenes han sido frecuentes en los últimos tiempos. Bien sean skin neonazis, abertzales de la kale borroka, broncas de los astilleros o las ramblas, unos nuevos personajes y escenarios violentos se proyectan en diferentes ciudades españolas en donde coinciden en dureza, intimidación, estética del terror, anonimato, acción en grupo y una épica que va cimentándose con la impunidad de sus hechos violentos a la que acompaña una pasividad social vengonzante. Estos esperpénticos actores se van haciendo habituales en los medios informativos, en sus fotografías o escenas emitidas por televisión. Se trata de jóvenes "encapuchados" que ocultan su rostro tras u n pasamontañas o una braga militar, ya sea para lanzar un cóctel molotov contra un ertzaina o la tele, para abrir la cabeza con un bate o clavar un puñal a un negro, o, simplemente, para apuntarse a la moda del duro en las manifestaciones o del malote en las discotecas de bakalao.

Explicada como un producto espontáneo de gamberros juveniles, violencia callejera... u otros eufemismos al uso, es no querer ver que existen procesos organizados que comprenden la violencia instrumental como el método para alcanzar objetivos definidos, atacando al "zipayo" o al periodista que supuestamente encarnan al estado español o al inmigrante u homosexual que reflejan la escoria que adultera la raza. Sólo la tozudez del ignorante se empeña en negar la evidencia incapacitándose para intervenir responsablemente. No hay lugar para el discurso oficial de las inocuas pandillas de gamberros, nos encontramos ante una violencia estratégicamente difusa, orientada, organizada que construye sus propias justificaciones a esas conductas y que además produce a quien practica la agresión, autoestima y valoración en los grupos de iguales. Es una violencia de origen social o política, cuyo hábitat viene configurado por la espectacularización informativa y por un ambiente cultural cuyo eje estelar es la acción agresiva.

Una nueva militancia que adquiere identidad mediante el hecho violento y no por las razones contenidas en su discurso y que con simplezas aprendidas como verdades absolutas que repiten por sistema a otros autistas como ellos es con lo que legitiman su acción contra el enemigo imaginario, siempre más peligroso que ellos y alguien capaz de conferir rango de heroicidad a su gesta criminal. Es una violencia contra la ciudadanía, contra las personas que son diferentes. Es una actuación persistente presidida por un objetivo estratégico; la limpieza "social", eufemismo de la limpieza étnica que hemos observado realizar en guerras recientes. No son hechos aislados, anécdotas o sucesos, son un preocupante problema social al que las instituciones no prestan la debida atención, quizá por no saber cómo realizarlo.

La amenaza estriba no ya en su extensión territorial, algo que comprobamos semana a semana al ver cómo los maestros de la kale borroka desbordan su pedagogía entre insatisfechos jóvenes radicales de otras ciudades o como los guerreros naziskin reclutan fuerza urbana entre jóvenes resentidos, el verdadero peligro subyace en la aceptación social del hecho, en la respuesta cínica de la indiferencia egoísta que interpreta el problema como algo lejano que no afecta directamente, en la inacción institucional que muestra su incapacidad de generar estrategia para neutralizar su desarrollo y en la irresponsabilidad de quienes alientan en sus prácticas, discursos o alegrías verbales, el descrédito de las instituciones y valores democráticos.

Mientras tanto la plaga de la intolerancia se extiende gradualmente, ya sea con la vindicación ultranacionalista excluyente o con la excusa racista xenófoba, pero ambas con la misma matriz de enfrentamiento, una identidad que no acepta la pluralidad, no respeta la diferencia y siempre ve al otro como su enemigo. Es la semilla del odio que lleva incubándose bastante tiempo en nuestro país y que en los últimos años florece en el campus del desempleo juvenil, corrupción y descrédito de la política, con abonos como el que recibe los vestigios autoritarios del Estado al encarcelar insumisos, alentadores de solidaridad con mártires, un error que además de injusto entrega a sectores juveniles al campo de la desafección con la democracia, o también, con la persistencia de vergeles de reclutamiento neonazi como son los fondos sur de los campos de fútbol, donde brotan grupos skin organizados dispuestos a acabar con el sistema, eso sí, comenzando primero por el mendigo o el extranjero.

Desde la democracia es necesario un mensaje claro a esta violencia organizada que debe comenzar por el gobierno, contar con la ciudadanía responsable e implicar al conjunto de instituciones, incluyendo los medios de comunicación, en una estrategia que construya una mayoría social activa que apoye el fin de la impunidad mediante la denuncia de esas conductas, la protección de las víctimas y la sanción penal a quien organiza, anima y realiza las agresiones violentas. De la semilla del odio podemos pasar en un abrir y cerrar de ojos al imperio de la violencia, allí donde mandan los señores de la guerra, en un revival de odios atávicos y ante nuestras propias narices democráticas.

El fenómeno internacional de la violencia skin-nazi


El movimiento skin-nazi protagoniza en gran parte esa violencia; de identidad racista se configura además a partir de una matriz cultural donde el ultranacionalismo fanatice el culto a la violencia y la heterofobia son sus principales ejes de vertebración. Rechazan el parlamento, identifican democracia con corrupción, dicen que nos invaden los extranjeros, idolatran a Hitler, niegan el holocausto y afirman que el verdadero holocausto está aún por venir, quieren reorganizar las secciones de asalto olas escuadras negras y sobre todo intimidan, generan miedo y rompen a placer el orden social en la calle mediante la violencia, cuando así lo quieren.

El Parlamento Europeo a comienzos de los años noventa calificaba el desarrollo del movimiento de los skinheads como el acontecimiento más preocupante producido fuera del ámbito parlamentario en cuanto al ascenso del fascismo y el racismo en el viejo continente. Iniciado en el Reino Unido en los años setenta, se dieron a conocer por las palizas y agresiones contra los "pakistanís", algunas de ellas culminadas en asesinatos. Un núcleo orgánico con uniforme paramilitar (botas "Doctor Marteens" de puntas de acero, cazadoras "bomber", tirantes y cabezas rapadas), cuyos eslóganes racistas se proyectaban en su principal vehículo de expansión, la música que animaba Skrewdriver (destornillador) y su líder Stuard Donaldson.

Nacía el fenómeno del rock nazi que daría lugar a la aparición, entre otros, de grupos musicales como Skullhead (calavera), Celtic Warriors (Guerreros Celtas), Klausmen (Los hombres del clan), o Brutal Attack (Ataque Brutal), desde donde atizan el odio racial llamando al poder blanco, recuperando la simbología del nazismo y referenciándose en el régimen hitleriano. Salvo una pequeña reacción antirracista (Sharp y Skin Red) en movimiento skin-nazi se extiende por Europa y EEUU, hasta alcanzar hoy una presencia activa en 33 países de los diferentes continentes, dejando en todos ellos su huella de violencia, odio y fanatismo.

Autodefinidos como tropas de choque de la xenofobia, las nuevas SA en todos los lugares donde existen califican sus asaltos criminales como actos heroicos en defensa de la raza y la nación, movilizándose en Alemania contra los turcos, en Hungría o la República Checa contra los gitanos, en Gran Bretaña contra los asiáticos, en Francia contra los africanos, en EEUU contra las minorías raciales... y, en general, en todos los países contra los inmigrantes, los homosexuales, judíos, personas sin hogar,... y todos aquellos que denominan "los otros".

Además de la música, utilizan los campos de fútbol para expresar s u odio racial y para reclutar adeptos, contribuyendo a la expansión de la violencia en el deporte; aprovechan el anonimato, buscando la impunidad de sus acciones y encuentran en los partidos racistas y neonazis lugares comunes simbólicos e ideológicos, aunque el skin rechace de plano el poder parlamentario. Los skinzines son uno de los instrumentos de comunicación para difundir consignas y orientar a las bandas juveniles, anunciando servicios de tatuaje, ropas, tiendas de obtención de instrumentos paramilitares, conciertos y otros acontecimientos de su interés.

 

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