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LA SOCIEDAD CIVIL EUROPEA CONTRA LOS GRUPOS DE ODIO.
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El 11 de mayo del 2006, el joven Hans Van Themsche compró un arma a primera hora de la mañana y poco después asesinó a una mujer negra y una niña blanca e hirió de gravedad a otra mujer de origen turco. Primo de una parlamentaria del partido ultraderechista Vlang Belam e hijo de un militante de esa formación xenófoba flamenca. El asesino pasó toda esa mañana a la caza de toda persona con aspecto extranjero hasta que cumplió su objetivo.
El asesinato racista venía precedido por los incidentes protagonizados por cabezas rapadas que se habían saldado con la muerte por ahogamiento de un joven marroquí, que se arrojó al agua cuando era perseguido, junto con el apaleamiento de una mujer negra que permaneció en coma semanas tras haber sido atacada por ultras. Pocas semanas después el Vlam Belang volvía a ganar las elecciones municipales con un 33% de los votos, muy por encima de su inmediato seguidor el partido socialista que se quedaba tan solo en 19%.
Esta secuencia no es un incidente aislado sino, una realidad ascendente que se vive con mayor o menor intensidad en todos los rincones de Europa, donde la semilla del odio germinada en la primera mitad del siglo XX sigue dando sus frutos. En parte, alimentada por la tentación populista xenófoba que emerge en cada campaña electoral, y por la propagación del antisemitismo, en sus formas contemporánea y ancestral, que hace que los grupos de odios vayan consolidando un terreno de aceptación popular que evoca a la Europa de entreguerras que no supo hacer frente al mal cuando este era aún débil.
Anna Arendt alertó de la debilidad de las democracias contra los grupos que quieren destruirla. El sistema político europeo deambula en su laberinto, sin una sociedad civil lo suficientemente fuerte a escala continental que refuerce los resortes de legitimidad que da una democracia que no renuncia a sus valores humanistas y anti autoritarios. Sin embargo, existe la voluntad ciudadana de construir redes de contención de la intolerancia que trabajan en común para frenear el auge del odio.
Veamos el ejemplo de Sajonia, cuya capital Dresde se ha convertido en centro de peregrinación nazi a escala continental, cada 13 de febrero en que se conmemora a las víctimas de los bombardeos aliados sobre una ciudad que no era un objetivo militar imprescindible para acabar con el Tercer Reich. El partido ultraderechista xenófobo NPD tiene 12 diputados en el parlamento regional, y algunas zonas rurales alcanzan un 25% de aceptación popular. Según los datos que aporta la Oficina Para la Defensa de la Constitución, cuenta con el mayor porcentaje de ultraderechistas de toda la República Federal Alemana y al mismo tiempo con el menor porcentaje de inmigrantes, tan solo un 2%. Además, la rentabilidad de los ultras no es solo política, sino también económica, el entramado de venta de música, merchandaising, libros y material diverso alcanza los 2 millones de Euros, al año. La consecuencia de todo ello son los 208 actos de violencia perpetrada por neonazis según datos oficiales.
La buena noticia es que la sociedad civil también actúa y durante los últimos años la organización Kultürburo Sachen ha desarrollado toda una estrategia en red de contención de la ultraderecha que abarca casi el 80% de la región, impulsando programas de formación en valores, alertando de la situación mediante análisis e informes permanentes de la amenaza ultraderechista, desarrollando estrategias democráticas de sensibilización especialmente en las zonas rurales donde el NPD alcanza mayor aceptación, impulsando la red Sajonia Tolerante que implica a todo el tejido político, asociativo y empresarial en la promoción de los ideales democráticos.
En Eslovakia no han parado de crecer los delitos y ofensas de odio en una progresión ascendente realmente preocupante, según los datos de la ONG Ludi Proti Razismu, (Ciudadanos contra el Racismo) uno de ellos con resultado de muerte el pasado año. El porcentaje de ultraderechistas es bastante alto en comparación con otros países de la Unión Europea. Entre 3000 y 5000 de un total de 5 millones de ciudadanos.
La organización Ludi proti Razismu trabaja activamente en contra de todo el entramado de odio construido por los neonazis de su país, que como en casi todo el continente se organizan de la misma manera. Con fuerte presencia de Blood and Honor, Hammer Skin, como telón de fondo de toda una estructura con ramas en los ultras del fútbol, la música del odio, internet, y Partidos Políticos de naturaleza nacionalista y xenófoba.
Los datos que aporta esta organización dan cuenta de 188 delitos de odio, cometidos en 2006, de los cuales se han esclarecido 107. El número de víctimas mortales de todo es te fenómeno en Slovakia es de 9, la última en 2006.
La labor de denuncia de esta organización y su activismo democrático en contra de la intolerancia la ha convertido en objetivo de los grupos de odio. La sede de la organización ha quedado reducida a la nada tras un ataque incendiario, después de que sus activistas fueran frecuentemente amenazados de muerte en internet.
Por fortuna existen redes ciudadanas con capacidad de actuar en todo el continente coordinando esfuerzos, generando sinergias, y estableciendo solidaridades compartidas para hacer frente a los grupos de odio. Desde el convencimiento profundo de que la sociedad civil debe organizarse también para extirpar ese “mal radical” que avanza ante la ceguera la indolencia de unas instituciones que debieran implicarse más en esta lucha.
Valentín González
Vicepresidente
Movimiento contra la Intolerancia
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