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Defender los derechos humanos se paga muy caro.

    Con su icónico saludo, cargado de intención, al estilo del poder negro, sacaron de quicio a toda una nación pero se convirtieron en símbolo de la lucha por la igualdad racial. Hoy, 40 años después de que alzaran sus brazos en alto en los Juegos Olímpicos de México de 1968, Tommie Smith y John Carlos lamentan que nada haya cambiado.
«Parece como si no hubiéramos aprendido nada. Han pasado 40 años y hemos vuelto otra vez a la misma situación», manifiesta Carlos. El ha animado a los atletas a seguir su ejemplo y a «pronunciarse de todo corazón y con las ideas claras» si quieren hacer público «algún alegato acerca de los Derechos Humanos». Smith, sin embargo, ha querido dejar clara su advertencia de que los atletas que infrinjan las leyes del CIO y utilicen los juegos como plataforma política se verán obligados a hacer «sacrificios».

Los sacrificios que Smith y Carlos asumieron fueron considerables. Tras la final de los 200 metros lisos, cuando recibieron sus medallas en el podio, sus puños en alto, enfundados en guantes negros, que simbolizaban la unidad y la fuerza de los negros, supusieron una declaración de tal rotundidad y elocuencia que las repercusiones de ese acto han afectado profundamente a su vida desde entonces.

Tras la ceremonia de entrega de medallas, el CIO insistió en que fueran expulsados de los Juegos y excluidos de participar en más competiciones. La América blanca, a la que regresaron los vilipendió; cuando buscaron trabajo, todo el mundo les volvió la espalda y sus familias también padecieron la situación. La madre de Smith murió de un ataque al corazón en 1970, cuando agricultores vecinos de su localidad le enviaron estiércol y ratas muertas en un paquete postal. Carlos tuvo incluso que hacer astillas sus muebles para alimentar la chimenea. Y sostiene que su mujer se suicidó porque no pudo soportar la vida de apestados que llevaban.

Hoy, retirados de sus carreras -finalmente trabajaron en el campo educativo-, asisten hastiados a la polémica en torno a los Juegos de Pekín. Ninguno piensa asistir a estas Olimpiadas. «No iría aunque tuviera el dinero. No me gustaría formar parte de ese espectáculo. El CIO necesita posiblemente idear otra fórmula para resolver qué naciones tienen derecho a organizar unos Juegos. Yo, personalmente, no estoy decepcionado por las Olimpiadas; de lo que estoy decepcionado es de la política que se hace alrededor de ellas», declara Carlos.

Por su parte, Smith opina: «Estos son probablemente los juegos más politizados de la historia de las Olimpiadas. Es absolutamente imprescindible que conozcamos las razones por las que el CIO concedió los Juegos Olímpicos a un país con un sistema de partido único. Que nadie intente hacernos creer que el dinero no ha tenido nada que ver en eso. Ahora bien, el CIO tiene unas responsabilidades. Se trata de una decisión que debió haberse pensado mejor».

Su única participación en estos juegos ha sido el relevo de la antorcha que Carlos corrió el sábado pasado en San Francisco. Lo que ocurre es que no se trataba del paso oficial de la antorcha olímpica -que recorrió esa ciudad cuatro días después-, sino de su alternativa política: el recorrido de relevos de la denominada Antorcha de los Derechos Humanos, cuyo propósito es despertar conciencia sobre las violaciones de Derechos Humanos en China.

«Ya había llevado antes la antorcha olímpica, en Los Angeles 84, y aquello fue muy emocionante. En esta ocasión he llevado la Antorcha de los Derechos Humanos y ha sido también sensacional; me siento fortalecido por esta experiencia», dice Carlos.

«Yo no sería nunca partidario de un boicot a los Juegos Olímpicos, pero por lo que sí abogaría sería porque los presidentes de Francia y Alemania dieran la espalda a la ceremonia de apertura. En cuanto a los atletas, recomiendo que estudien la situación y se pronuncien de todo corazón y con las ideas claras, ya sea hablando con la prensa sobre la situación o dando a conocer su postura en cualquier otro nivel, tal y como hicimos nosotros», recomienda Carlos.

Smith subraya que el CIO tiene todavía capacidad para perjudicar a los atletas que le contrarían. «Si alguien realiza un plante en un acontecimiento mundial, va a sacrificar mucho por ello. El CIO sancionaría al atleta, posiblemente con medidas más graves incluso que las que nos impusieron a nosotros en 1968».

El Mundo.13 de abril 2008