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El aumento de delitos neonazis enfurece a la próspera Baviera

    El problema de los neonazis en Alemania ha resucitado en Adviento con el intento de asesinato del jefe de la Policía en la ciudad bávara de Passau. Alois Mannichl abrió la puerta de su casa a un neonazi que le llamó "poli cerdo izquierdista" y le mandó "saludos de la resistencia nacional" antes de clavarle un cuchillo a dos centímetros del corazón. Mannichl se había enfrentado con valentía a los neonazis.

Sobrevivió, pero el suceso ha causado tal consternación que incluso Angela Merkel calificó el atentado de "ataque contra todos nosotros". Es la primera vez que la canciller alemana condena públicamente un delito neonazi.

Hay políticos democristianos, como el ministro federal del Interior, Wolfgang Schäuble, que van un paso más allá y son partidarios de prohibir el Partido Nacional Democrático (NPD), proyecto que fracasó en 2003 en el Constitucional porque esa formación neonazi estaba plagada de informantes de las fuerzas de seguridad y no hubiera sido por tanto justificable en un Estado de derecho.

41 crímenes ultraderechistas

Con Passau, los neonazis han dejado de ser un problema del Este. Un vistazo a la ciudad de Templin, a 70 kilómetros al noreste de Berlín, muestra cómo la Alemania oficial alimenta el tópico de los neonazis como problema exclusivo del Este, pese a unas estadísticas que advierten desde hace tiempo que afecta a todo el país.

Templin ha tenido la mala suerte de presenciar uno de los 41 asesinatos con trasfondo ultraderechista que ha registrado la Alemania reunificada, una cifra que el partido Die Linke (La Izquierda) considera muy desinflada y sitúa en realidad cerca de los 130. Una nefasta "casualidad", dice el alcalde de Templin, Ulrich Schoeneich.

En una foto de la Policía, Sven P., de 19 años, parece de lo más inofensivo. Lleva gafas y un peinado a lo Harry Potter, pero es un neonazi de Templin. Está acusado de "conspiración para el asesinato por motivos ruines". En la noche del 21 de julio, Sven y su cómplice, Christian W., de 21 años, estaban bebiendo en la calle con Bernd K., alcohólico de 55 años. La fiesta continuó en el taller de la víctima, donde le golpearon y patearon hasta matarlo. Murió por "golpes masivos en la cabeza", según la acusación. Le hirieron con botellas rotas e intentaron estrangularle.

Harald Löschke, jefe de la Policía de Templin desde hace treinta años, habla de unas 50 personas con tendencias ultraderechistas. Pese al aumento de las denuncias de delitos neonazis desde hace un año, Löschke niega que estén aquí organizados. "El alcohol siempre juega un papel muy importante", dice. "Alcohol, poca inteligencia y presencia de un enemigo", estas son las condiciones que alimentan los delitos ultraderechistas.

El taller del crimen está situado junto a la intacta muralla medieval de Templin, orgullo de una ciudad a la que le gusta compararse con Rotenburg ob der Taube, una de las principales atracciones turísticas de Baviera. También Templin, con sus baños termales, vive del turismo. Merkel vivió allí entre los 3 y 16 años porque su padre encontró trabajo como pastor protestante.

El homicidio de Bernd K. ha cambiado la ciudad. "Maldito Templin", "Templin pardo", "No volveremos nunca más de vacaciones"... Así reaccionaron los turistas. El alcalde está furioso: "He recibido emails que fueron como golpes bajos, se me revolvía el estómago al leerlos". Schoeneich se vio superado por las circunstancias y cree que la Justicia no actuó con la corrección debida: "Me enteré por la prensa de que hubo un homicidio".

La prensa nacional ni siquiera se preocupó de contrastar informaciones y habló al unísono del "asesinato" de un carpintero parado y sin techo. En realidad, Bernd K. era experto agrícola y tenía casa y trabajo.

Ulrich reaccionó sin la corrección política de un alcalde del oeste del país: "No creo que haya un lugar sin personas de tendencias derechistas. A veces más, a veces menos, pero no creo que Templin sea una excepción. Somos una ciudad completamente normal. Hay personas que nacen con una naturaleza así y creo que una tarea de la sociedad es pilotar esas tendencias", explica.

"Hemos desaprendido a educar a los niños porque el Estado se ocupaba de eso antes", explica. Este es exactamente el discurso que no encaja en la Alemania oficial: la cara amable de la República Democrática Alemana.

El atentado de Passau ha puesto en alerta a la Policía de todo el país: "Tenemos más cuidado. Tenemos en cuenta lo que aprendemos en la escuela de Policía. Por ejemplo, poner la mano en la pistola. Contamos con que nos agredan", dice el policía Löschke. Ahora, también sus compañeros del oeste del país acercan más la mano a la pistola.

Público.es. 26.12.08