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Lecciones de Libia, por Nazanín Armanian

    

Siguiendo la lógica de costo-beneficio, a los países con valor geoenergético les conviene dejar de luchar contra sus dictaduras si no quieren que los misiles humanitarios y los largos conflictos civiles les cubran de muerte, y fanáticos religiosos y mercenarios tutelados por los colonialistas les condenen a vivir las penurias de un capitalismo salvaje. Aviso necesario a los sirios e iraníes, pues están vendiendo la operación libia como ejemplo del cambio exprés y limpio (sin bajas propias, las víctimas libias no cuentan) del tirano, que no de la tiranía, mientras amenazan a ambos países de ser objetivos de “ataques preventivos”.

La guerra contra Libia ha tenido unos claros ganadores: EEUU, que no sólo dominará el Mediterráneo, vital en su estrategia global, sino que tras expulsar a China y Rusia (que hace poco fueron desalojados de Sudán) se hace con la mayor reserva petrolífera de África y golpea la autonomía energética de sus aliados europeos; Barack Obama, que triunfa en otra guerra sin mancharse las manos y manda al olvido los fiascos de Irak y Afganistán; Israel, que se deshace de un enemigo; Arabia Saudí, Qatar y Turquía, que reciben parte del pastel por apoyar a los rebeldes; los consorcios petroleros Hess, ENI y Total, que aumentan su cotización en bolsa; los bancos arruinados occidentales que controlan los 150.000 millones de dólares y 144 toneladas de oro libios; y las constructoras, que cobrarán a los agredidos la reconstrucción de sus escuelas y hospitales.

Pierden: los libios, que dejarán de ser ciudadanos del primer país africano en desarrollo humano; la ONU, que recibe otro mazazo a su función de prevenir guerras; la OPEP, que en su seno tendrá a los representantes de las petroleras “enemigas”; el movimiento por la paz, que no supo detectar las sutiles maneras que van adoptando las fuerzas belicistas del mundo como dejar de televisar los bombardeos y llamarlos fuegos artificiales; y por último pierden los ciudadanos de países de la OTAN que han vuelto a costear otra batalla por el petróleo sin recibir nada a cambio, como sucedió en la agresión a Irak.

Otra dictadura que allana el camino del imperialismo y este que vuelve a pisar el cuerpo de miles de civiles tendidos sobre un mar de petróleo empapado de mentiras.