El hombre que sembró la muerte a finales de julio pasado en una isla noruega, cerca de Oslo, adquirió las insignias de cruzado en Varanasi, una ciudad de peregrinos hindúes al norte de la India. Eran medallones con la imagen de una calavera blanca y símbolos del Islam, el comunismo y el nazismo, atravesados con la cruz de los mártires. Habían sido elaborados por un artesano musulmán a partir de un diseño que le fue enviado por correo electrónico hacía más de un año, remitiéndolas por mensajero a Noruega sin llegar a enterarse a dónde irían a parar y para qué propósito serían destinadas. Lo recordó ayer la teóloga feminista Kochurani Abraham, profesora de la Universidad de Madras (India), ante el congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, reunido en Madrid. Se clausura hoy con la celebración de una misa en el paraninfo de Comisiones Obreras.
Además de la cuestión de las insignias, lo que ha sobrevenido como un golpe moral aún mayor es el eco del fundamentalismo religioso de la India en la tragedia noruega. Para muchos noruegos, el reconocimiento de que la tragedia no haya provenido de extremistas islámicos, ni de la extrema izquierda, sino de un conciudadano, "ha de haber causado una vergüenza deshonrosa", según Abraham. Comentando el apoyo de líderes internacionales a las autoridades noruegas en los días que siguieron al terror planteó estas preguntas: ¿Emprenderán ahora una guerra en contra de los extremistas de derecha de su propia casa? ¿Se actuará contra la islamofobia, el racismo y los fundamentalismos?
No hay respuestas. Lo que está quedando claro en este congreso es que los fundamentalismos son un fenómeno cada vez más extendido y que se apropia de todas las parcelas de la sociedad, como puede comprobarse en el crecimiento de los partidos xenófobos, en el fanatismo de los líderes religiosos que queman libros o execran del laicismo, y en los atentados cometidos en nombre de Dios. Aunque los fundamentalismos no están en la naturaleza original de las religiones, son hoy una de sus más graves patologías.
El congreso de la Asociación Juan XXIII también ha analizado si los brotes fundamentalistas son comunes a todas las religiones. Ayer hablaron tres teólogas feministas y cuando definieron las marginaciones de la mujer en sus respectivas confesiones (catolicismo, islamismo y religiones orientales), dejaron claro que la lacra del patriarcado es común. Lo dijo Ndeye Andujar, directora de Webislam. "Los debates en torno a la compatibilidad o no de la religión con el feminismo no son propios del Islam. Tenemos en común con otras tradiciones espirituales unos sistemas patriarcales que siguen un patrón similar". Igual tesis sostuvo Geraldina Céspedes, profesora de Teología Feminista en la Universidad Rafael Landívar (Guatemala), que habló sobre fundamentalismos y liberación en Amétrica Latina.