23 mayo, 2019. Alternativa para Alemania (AfD) es la tercera fuerza política del país y en Sajonia aspira a ganar en breve las elecciones al Parlamento regional
EL PAÍS.- Principios de mayo, en la plaza de Viena, en pleno centro de Dresde. Cerca de la estación de tren, una muchedumbre de unas 2.000 personas, en su mayoría señores de edad avanzada. Siegfried Däbritz habla desde el escenario. Afirma que Merkel quería destruir Alemania cuando aceptó la entrada de refugiados e inmigrantes en 2015. Como todos los lunes, su discurso inaugura la manifestación de los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida, por sus siglas en alemán), una asociación cuyas banderas llevan una inscripción en contra de la “islamización de Alemania”.
La organización suscita una gran controversia en Alemania debido a las opiniones de su directiva, marcada por su pasado en asociaciones y partidos simpatizantes del fascismo y que en más de una ocasión ha glorificado los tiempos del Tercer Reich. Däbritz proviene del ambiente racista de los hooligans del fútbol. Resultaba demasiado radical incluso para AfD (Alternativa para Alemania), cuyas autoridades sajonas no aprobaron que se le incluyese en las listas de las elecciones al Bundestag (Parlamento del país) hace dos años. No obstante, cae muy bien a los participantes asiduos de la manifestación liderada por Pegida, que le llaman Zigi.
“Y vosotros, ¿quiénes sois?”, pregunta recelosamente un señor mayor que se presenta como Ewald cuando filmamos la manifestación desde lejos. Solo se calma cuando le explicamos que somos unos periodistas de Polonia. “Ah, vale, entonces está bien. Pensé que erais de esos izquierdistas que graban nuestras caras, las suben a Internet y luego nos describen como fascistas”.
Ewald y sus dos compañeros, que son de una edad similar, aseguran que asisten a las marchas de Pegida casi desde su creación, es decir, desde 2014, y acuden a ellas regularmente.
“¿Por qué? ¿Es que no sabes nada? Todos los que vienen aquí, vienen a por algo suyo. Ninguno de los que llegaron después de 2015 quiere estudiar o trabajar. Solo buscan dinero. Y se supone que nosotros debemos permanecer en silencio, porque de lo contrario se nos considera extremistas”, interviene el amigo de Ewald.
“¡Hay que echarlos a todos!”, dice agitando la mano uno de sus amigos que lleva una chaqueta que imita cuero.
Ewald hace una mueca al escuchar lo que dicen los otros dos. “Esto no es del todo así…”, prosigue cuando nos apartamos. “Ellos tienen un punto de vista diferente al mío. Tengo un hijo que vive en Baviera. Y si le pregunto cuántos extranjeros tienen allí cuando nos cruzamos en la calle con alguien de un color de piel diferente, se enoja conmigo. Me dice que puede ser que alguien que tiene un color de piel diferente lleve viviendo en Alemania desde hace generaciones, pague los impuestos y viva como un ciudadano ejemplar. Entonces pienso que es posible que tenga razón”.
Buenas relaciones con Polonia
Ewald vive en Niesky, a varios kilómetros en línea recta desde la frontera con Polonia. Se queja que desde que desaparecieron las fronteras, ha aumentado la criminalidad. Han robado a los vecinos varias veces y la policía nunca es capaz de atrapar a los delincuentes porque huyen al otro lado cruzando el puente sobre el río. Y luego es como buscar una aguja en un pajar. La Unión Europea (la Eurocámara ha financiado este reportaje) no le ha dado nada, y no vive mejor desde la reunificación de Alemania.
Muchos en Alta Lusacia (región histórica con zonas en Sajonia, Brandeburgo y Polonia) piensan de manera similar. AfD bate récords de popularidad, y durante las últimas elecciones al Bundestag, en las regiones cercanas a Polonia y a la República Checa, ganaba incluso a la conservadora CDU, que ha gobernado varias veces en este Estado federal. El alcalde de ese partido gobierna también desde hace muchos años en la ciudad fronteriza de Görlitz.
AfD ha lanzado un reto a los cristianodemócratas en Görlitz. Su candidato, Sebastian Wippel, es un expolicía. El punto clave de su programa es la restauración de la seguridad en la ciudad. Comentó al periódico local Sachsische Zeitungque estaba a favor de la creación de una valla a lo largo de la frontera. Inmediatamente estalló un pequeño escándalo porque en la fronteriza Görlitz no se ve con buenos ojos el hablar mal sobre la colaboración con la ciudad vecina de Zgorzelec e irritar al vecino polaco.
Wippel ha explicado que fue un malentendido. Se suponía que lo de la valla era solo una metáfora; se refería a poder atrapar a los delincuentes, vándalos y borrachos. “En el lado polaco, las autoridades no permiten beber en los espacios públicos. Los que ensucian y hacen ruido se vienen a nuestro lado”, afirma Wippel.
Admite que tiene las manos atadas. No puede prohibir que se beba dado que está permitido en Alemania. Tampoco puede introducir los tan deseados controles fronterizos porque no está dentro del ámbito de sus competencias. Por eso promete reforzar el cuerpo de policía municipal y llevar a cabo inspecciones más frecuentes en la zona de la frontera.
En la reunión que mantuvo con nosotros nos presentó a dos candidatos de su partido al Ayuntamiento que cuentan con raíces polacas, y que se supone que han de demostrar que, a pesar de todo, es un candidato a la alcaldía que tiene en cuenta las buenas relaciones con Polonia.