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Día de la tolerancia, No hay nada malo en mi, sino en quien odia al diferente

    

 15 noviembre, 2019.  «Hay tal maldad e ignorancia en el ser humano, que el color de la piel puede hacer la diferencia ente la vida y la muerte», dice Madalena, que perdió a su hermano en 2002, cuando un hombre lo asesinó apuñalándolo en el corazón. «Al dejar de preocuparme por lo que pensaban los demás, y centrarme en mí, me di cuenta de quién era», cuenta Gabriel, un chico trans que ha sufrido discriminación. Este sábado se celebra el Día Internacional de la Tolerancia para luchar contra la discriminación de ciertas minorías


 20 MINUTOS.- Decía Orson Welles que el odio no forma parte de la naturaleza humana, sino que es el abandono de la misma. Y es ese mismo odio el que ha llevado, y lleva, a miles de personas a sufrir experiencias terribles por parte de los que enarbolan la bandera de rechazo al diferente a ellos.


Este sábado se celebra el Día Internacional de la Tolerancia. A partir de 1996, la ONU celebra este día para luchar contra la injusticia, la violencia, la discriminación y la marginalización de ciertas minorías.


A nivel nacional, y según el último informe del Ministerio del Interior sobre delitos de odio, en España subieron los delitos de antisemitismo, aporofobia y por ideología. Este último delito fue el que más subió, de 446 en 2017 a 596 en 2018.


He aquí tres testimonios que recogen la discriminación sufrida en España por estas minorías. Se llaman Madalena, Gabriel y Tamara, y son sólo tres, pero podrían caber muchos más en este reportaje. 


Madalena y la complicación de ser «mujer, negra e inmigrante»


Cuando Madalena llegó a España, allá por el año 1991, huyendo de la Guerra Civil de Angola, sólo tenía 8 años. Al pisar suelo español, ella y sus hermanos tuvieron que separarse de sus padres, hasta que consiguieran algo de estabilidad económica.


«Sufrí racismo en el colegio, los compañeros no jugaban conmigo por tener un color de piel diferente al mayoritario», cuenta esta madre de tres niños a 20minutos. 


Con el paso de los años, Madalena comprendió que no había nada malo en ella, sino «en aquellas personas que odian al diferente».


A día de hoy, el racismo sigue siendo uno de los tipos de discriminación más frecuentes. Sólo en 2018, según datos del Ministerio del Interior, se contabilizaron 531 delitos de odio, un 1,3% más que en 2017. «En la actualidad esta discriminación se hace de manera sutil, como negándote el alquiler de una vivienda, con anuncios que ponen como condición mas importante no ser inmigrante». 


En cuanto a la raíz del problema, Madalena cree que la consigna de ciertos partidos políticos de culpar a la inmigración de la inestabilidad económica repercute de manera negativa en la sociedad. «No corren buenos tiempos a nivel político, las personas intolerantes se ven alentadas por estos partidos que recitan discursos de odio», explica. 


Si a ser inmigrante le añades ser mujer y negra, «la posibilidad de que tus derechos sean vulnerados se triplica», afirma Madalena, que cuenta que le han llegado a decir que se dedicara a la prostitución, ya que «era la mejor manera de ganarse la vida siendo negra».


«Hubo un momento en el que el racismo marcó mi vida para siempre», explica. En el año 2002, su hermano fue apuñalado por un portero de una discoteca. «Fue un cruel episodio en la historia de nuestras vidas que nos hizo ver que el racismo va mas allá de un insulto o de una actitud de menosprecio. Hay tal maldad e ignorancia en el ser humano, que el color de la piel puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte», sentencia.


Actualmente, Madalena trabaja en una entidad que lucha a favor de los Derechos Humanos, y aunque piensa que aún queda mucho por hacer, tiene la satisfacción de «disfrutar con lo que hace» y aportar «su granito de arena para hacer una sociedad más justa y tolerante para generaciones venideras».


Gabriel y la importancia de una educación «libre de prejuicios»


Aquello que decía el filósofo Ernest Bersot sobre la obra maestra que es el corazón materno se materializa en esta historia. La madre de Gabriel entró en shock cuando su hijo le confesó que no se sentía «niña» sino «niño». Pero poco importó el shock cuando Gabriel comenzó la travesía del cambio.


«Conocí a un grupo de chicos trans, y me sentí identificado con todo lo que me contaban. Fue entonces cuando decidí que empezaran a tratarme como a un chico», cuenta este joven de 21 años. Aunque no todo fue bonito, por supuesto. Cuando Gabriel comentó a sus compañeros su situación y que deseaban que le trataran como a un chico, hubo una parte de ellos que no reaccionó bien. «Hasta que no tengas pene no te trataremos como a un chico», le decían.


Esto no detuvo a Gabriel, ni a su madre, que se apoyó en su vecina Carla Delgado, la diputada del PSOE, en su proceso. «Ella nos ayudó y nos dijo lo que teníamos que hacer», explica Gabriel. «Al dejar de preocuparme por lo que pensaban los demás, y centrarme en mí, me dí cuenta de quién era», cuenta.


A lo largo de todo el proceso, Gabriel sufrió desde acoso escolar a la intolerancia de los colegios, cuando le «invitaban a marcharse y cambiar de centro» además de negarse a llamarle por su nombre.


Con 17 años fue al Hospital Clínico, y empezó a tomar bloqueadores de la pubertad y después con la hormonación. «Con 18 años me pasé a la Seguridad Social y empecé todo el papeleo para cambiar el nombre del DNI», afirma.


Una de las experiencias más difíciles por las que ha pasado Gabriel fue hace unos dos años, cuando tres neonazis se dedicaremos a proferirle amenazas por haber subido a sus redes sociales fotos de una campaña en la que colaboró con la Comunidad de Madrid contra al LGTBifobia. Le decían cosas como «España se va a teñir de sangre de maricones» o «voy a darte tal paliza que no te va a hacer falta cambiar de sexo». 


«Hay muchos jóvenes con la mente abierta, pero también hay otros que están volviendo hacia atrás», explica Gabriel, que aboga por una reforma de la Ley actual y un refuerzo en educación sexual. «Si desde el principio se muestra como natural, no debería haber ningún problema, los niños pequeños lo aceptan tal cual. Según vamos creciendo, vamos ganando prejuicios, por eso es más difícil quitar los estereotipos», afirma.


En relación a los delitos de odio, Gabriel opina que algunos discursos «pueden calar en los más jóvenes». «Utilizan el miedo de la sociedad para imponer sus ideas», concluye. Según Interior, los delitos relacionados con la discriminación de identidad sexual disminuyeron de 2017 a 2018 en un 4,4%.


Tamara: de rechazar el Islam, a abrazarlo


Tamara tiene 2 hijos, y antes de acercarse a la religión musulmana, tenía un férreo rechazo hacia la misma. 


Una vez comprendió la religión, decidió empezar a llevar hiyab. «Normalmente en los sitios públicos me atienden bien, aunque una vez, una orientadora laboral me dijo que ella me conocía sin pañuelo, que cada vez iba más tapada y que así vestida hasta a ella le daba miedo darme trabajo«, cuenta.


«Luego están los clásicos comentarios de si me pongo el velo por mi marido, como si las mujeres no tuviéramos cerebro», explica. Actualmente, Tamara forma parte del Plan Nacional contra la Islamofobia, gestionado por la Asociación Marroquí para la Integración de Inmigrantes, en Málaga.


Con respecto a las posibles soluciones a este tipo de discriminación, Tamara propone ofrecer más información sobre el Islam, y fomentar más el respeto desde la educación.