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En la región india de Pune, más de la mitad de los niños con transtornos neurológicos no salen jamás de sus casas. A causa de su deficiencia, los menores no van a la escuela, son rechazados por su familia y ni siquiera están censados. En Marruecos, la situación no es mucho mejor; únicamente unos 6.000 niños y niñas con discapacidad física están inscritos en el sistema escolar y, de los 350.000 menores discapacitados psíquicos que residen en el país, sólo 1.200 son atendidos en centros especiales.
En todo el planeta, más de 400 millones de personas viven excluidas por el hecho de padecer algún tipo de discapacidad. Según datos del Banco Mundial, el 10 por ciento de la población es discapacitada, lo que significa 600 millones de personas. El 80 por ciento de todas ellas vive en los países más pobres. Las guerras, las minas antipersona, la malnutrición, las enfermedades contagiosas, la mala calidad de los servicios de pre y postparto, la violencia y los accidentes son sólo algunas de las causas de estas discapacidades.
Como explican desde la Organización Mundial de Personas con Discapacidad, las minusvalías físicas y psíquicas deberían abordarse desde el punto de vista de los derechos humanos, algo que hoy en día no se hace. Un estudio de esta entidad advierte de que “sólo el dos por ciento de los niños con discapacidad de los países en desarrollo recibe algún tipo de educación o rehabilitación” y los adultos en edad laboral tienen “tres veces más de posibilidades de estar desempleados y convertirse en los más pobres de los pobres”. Niños y mayores, además, ven imposible trasladarse en sus comunidades por la inaccesibilidad de las infraestructuras.
La “falta de cuidado o el maltrato deliberado por parte de aquellos que proporcionan la asistencia personal, las llamadas muertes 'piadosas' por parte de las familias y las supersticiones” son algunos ejemplos de casos en los que se violan los derechos fundamentales de las personas discapacitadas, señalan desde la Organización Mundial de Personas con Discapacidad, que alerta de que “atar todo el día”, dejar encerrados a los discapacitados o abusarles sexualmente son prácticas habituales en algunas comunidades por falta de información y recursos.
En regiones como Pune, sin embargo, la labor de ONG como Fundación Intervida ayudan a superar este estigma. A través del centro Intervida Jagriti, en esta comunidad decenas de niños con parálisis cerebral son atendidos por maestros, fisioterapeutas, logopedas, educadores especiales, terapeutas ocupacionales y los propios padres. El propósito no es otro que sacar de la invisibilidad a estas personas, ofrecerles la posibilidad de recibir una educación formal, reforzar su autoestima e iniciar tratamientos para mejorar su habla, el control de sus movimientos y los reflejos musculares.
En Marruecos, otra organización, Save the Children, realiza una tarea similar y atiende a menores con algún tipo de discapacidad, además de sensibilizar e informar a las familias de que el rechazo y la vergüenza no son las herramientas más adecuadas para ayudar a estos pequeños.
Además de los menores, las mujeres conforman el colectivo que sufre más actos discriminatorios a causa de su discapacidad. Como explica la profesora de leyes Theresia Degener, las discapacitadas se enfrentan a una gran desventaja: “son invisibles en todos los tratados de derechos humanos e incluso en aquellos específicos sobre las personas con discapacidad”. De hecho, la Convención Internacional de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer “no menciona a las mujeres discapacitadas como tales.”
A esto se añaden los problemas para acceder a un tratamiento y a una asistencia social y médica, ya que la mayor parte de las mujeres con este tipo de problema no cuenta con los recursos sufcientes para tratarlo. En estos momentos, sólo “una quinta parte de los servicios de rehabilitación” en el mundo para personas con algún tipo de discapacidad son ocupados por mujeres.
La mujer, doblemente discriminada
Además de los menores, las mujeres conforman el colectivo que sufre más actos discriminatorios a causa de su discapacidad. Como explica la profesora de leyes Theresia Degener, las discapacitadas se enfrentan a una gran desventaja: “son invisibles en todos los tratados de derechos humanos e incluso en aquellos específicos sobre las personas con discapacidad”. De hecho, la Convención Internacional de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer “no menciona a las mujeres discapacitadas como tales.”
A esto se añaden los problemas para acceder a un tratamiento y a una asistencia social y médica, ya que la mayor parte de las mujeres con este tipo de problema no cuenta con los recursos sufcientes para tratarlo. En estos momentos, sólo “una quinta parte de los servicios de rehabilitación” en el mundo para personas con algún tipo de discapacidad son ocupados por mujeres.
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