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La violencia en el fútbol europeo tiene antecedentes tanto o más brutales que los que vemos a diario en nuestras canchas. En la etapa de definición de la Liga de Campeones, hubo incidentes en dos partidos: Inter v. Milan y Juventus v. Liverpool. Ambos refrescan que cada mal tiene un origen distinto y que no es lógico centrar todo en un solo motivo o buscar una fórmula única para encontrar una solución. Racismo, injusticias sociales, venganza, diferencias políticas e históricas, o simple necesidad adictiva son las algunas de las causas en las conductas violentas de cada grupo.
"Algunos buscan violencia en la cancha porque la pelea es una droga fantástica. No es sintética; es más natural. No hay que pagar por ella. Es la adrenalina de la batalla", cuenta el sociólogo Pablo Alabarces, autor del libro "Crónicas del aguante".
Lo cierto es que la alarma se encendió en el Viejo Continente. En el primero de los casos mencionados al comienzo, los simpatizantes de Inter, molestos porque el árbitro había anulado un gol de Esteban Cambiasso, lanzaron bengalas a la cancha (una de las cuales impactó en el cuerpo de Dida, arquero de Milan), hasta que el partido se suspendió. No soportaron ver la eliminación de su equipo y lo detuvieron por propia voluntad. Al estilo argentino, podría decirse.
El choque entre hinchas de Juventus y Liverpool tuvo como móvil la venganza, ya que en 1985, durante la final de la Liga de Campeones entre ambos equipos, en el estadio Heysel, de Bélgica, un grupo de hooligans sin entradas ingresó por la fuerza, generó una estampida entre los italianos y se produjo una avalancha en las plateas. La gente quedó aprisionada contra las rejas de contención: 39 personas murieron aplastadas y 600 resultaron heridas. Exactamente 20 años después, estos equipos volvieron a enfrentarse y un grupo de "ultras" de Juventus arremetió contra los ingleses cuando llegaron a Turín. La policía demoró mucho en encontrar una solución y hubo destrozos varios.
Ninguno de los dos ejemplos mencionados tuvo disparadores marginales. "En todo caso, el principal error es creer que los actos violentos son conductas irracionales -explica Alabarces-. Se trata de otra racionalidad. Si toda política contra la violencia empieza por decir que el otro no piensa, sonaste. Tenés que entender qué tipo de racionalidad maneja el otro para saber qué solución le corresponde".
Política
El tema político merece un tratamiento aparte. A Real Madrid se lo vinculó siempre con el franquismo; a Chelsea, con la extrema derecha, y lo mismo a Lazio. Los simpatizantes de este último equipo ingresaron este año en varios partidos portando banderas con la cruz esvástica y son conocidos sus choques contra los seguidores de Livorno, emparentados con el comunismo. Pero dentro de un mismo equipo puede haber distintas corrientes.
En Inglaterra, la política o la historia cuentan sólo en nivel de selección: "Two world wars, one world championship!" (¡Dos guerras mundiales, un campeonato del mundo!), gritan los hooligans cada vez que se miden contra los alemanes, en referencia a los enfrentamientos bélicos y al Mundial de 1966. Sin embargo, y más allá del caso mencionado de Chelsea, nada tiene que ver la política en nivel de equipos.
Racismo y xenofobia
En un principio, los ingleses pensaron que le habían trasladado el hooliganismo al resto del mundo. El nacimiento de ese fenómeno de violencia es de fines de los 60, coincidentemente con el surgimiento, en 1967, de las barras bravas en la Argentina.
Bill Bufford, periodista norteamericano radicado en Inglaterra, se infiltró en la hinchada de Manchester United y viajó con ella durante ocho años, entre 1982 y 1990. Escribió sobre las cosas que le agradan a esta gente: "Lo que más les gustaba eran ellos mismos, y lo que menos, el resto del mundo [?]. Los extranjeros eran seres disminuidos, sobre todo si se trataba de extranjeros de piel oscura, por no mencionar los de piel negra".
Racismo y xenofobia, temas ineludibles por estos días. Alabarces tiene una forma de pensar acerca de este rebrote: "Coincide con el conservadurismo a lo largo y a lo ancho de toda Europa y el foco sobre la migración, el racismo antimigratorio. Es coherente".
Por ir al caso más reciente, el mes último la hinchada de Real Madrid agredió al colombiano Edwin Congo y al marfileño Félix Ettien, dos jugadores de raza negra. Cada vez que se acercaban a la tribuna, imitaban gritos de simios y luego los despidieron al grito de "¡Hitler, Hitler!"
Pero los casos son muchísimos, innumerables. Y no llegan sólo desde las gradas. En los días previos a un partido contra Francia el año último, Luis Aragonés, DT de España, alentó a José Antonio Reyes gritando: "¡Eres mejor Henry, un negro de m?!" Las cámaras tomaron al entrenador y el asunto le costó 3000 euros de multa. Poco después, la FIFA lanzó una campaña contra el racismo y nombró como embajador en esa lucha al francés Thierry Henry.
Regionalismo
Otras agresiones tienen que ver con el regionalismo. Por Diego Maradona, emblema del Napoli en los 80 y 90, es conocida en nuestro país la lucha entre el norte y el sur italiano. En un partido Milan-Napoli, los hinchas locales pusieron una bandera que decía: "Bienvenidos a Italia", mientras que los napolitanos contestaron con otra: "Mejor un aborto hoy que un milanés mañana".
En Holanda también es cotidiana la lucha entre Amsterdam y Rotterdam. Los hinchas de Ajax y de Feyenoord se citan por Internet para enfrentarse en batallas campales que pueden ser en días distintos a los partidos. Se matan, literalmente. Hubo en estos choques varias muertes. Este fenómeno no se repite en otro lugar de Europa. Por eso cada fenómeno es muy particular y merece un análisis diferente.
Los enfrentamientos también pueden darse en una misma ciudad: Manchester United v. Manchester City; Liverpool v. Everton, Inter v. Milan, Juventus v. Torino, etcétera.
El problema ante el negocio
La violencia en Italia despertó otra furia, la de la UEFA, que amenazó con expulsar a los equipos del calcio de las competencias internacionales, y de la FIFA, que a través de su presidente, Joseph Blatter, y de cara al Mundial 2006, expresó: "En Alemania, los controles en los estadios serán reales, no como en Italia, que son ineficaces".
Lars Christer Olsson, secretario general de la UEFA, comentó: "Estoy desilusionado, avergonzado y triste. Si las autoridades italianas siguen comportándose con laxitud como hasta ahora, la candidatura para la Eurocopa de 2012 no tendrá ninguna posibilidad".
La contestación de Adriano Galliani, presidente de la Liga del fútbol italiano y vicepresidente de Milan, fue inmediata: "No se puede comparar lo que pasó en Heysel con lo que sucedió en Milan. Las penas deben ser proporcionales a los hechos".
Para muchos, los italianos son tratados como la oveja negra de Europa. Pero los pedidos de "mano dura" por parte de los organismos oficiales encierran una enorme hipocresía, porque toda Europa sufre el problema. El asunto es que los lamentables casos en Italia no hacen más que manchar la imagen del fútbol y amenazan con poner en peligro el magnífico negocio de la pelota, ya sea en la Liga de Campeones o en el Mundial. Entonces lo mejor es declararse vacunados contra la enfermedad y apuntar al contagiado con desprecio.
Nadie está exento. Blatter dice que Alemania tiene control de la situación, pero habría que recordarle que en Francia 98 fueron alemanes los hinchas que le dieron una paliza a un gendarme francés hasta dejarlo al borde de la muerte. Y si el ejemplo resulta lejano, basta con mencionar lo que pasó en la ciudad eslovena de Celje, donde el seleccionado alemán llegó para jugar un amistoso el 23 de marzo último. Ese día, un grupo de simpatizantes germanos provocó destrozos en el estadio, lanzó bengalas a la cancha, se plantó en varias batallas callejeras con la policía y más tarde arrasó con el hotel donde se alojó. Hubo 40 detenidos. La respuesta de Otto Schilly, ministro del Interior de Alemania, fue ésta: "Esos vándalos son una vergüenza; no representan a nuestro país".
Para concluir, la agrupación BAFF (hinchas ultras asociados de Alemania), amenazó con causar actos de violencia en todas las canchas si la Bundesliga establece el sistema de pay per view (pague para ver), tal como se está estudiando. Queda claro: en esta historia nadie ha encontrado la solución hasta el momento, pero algunos prefieren barrer la basura bajo la alfombra.
Ultras organizados
Desde su nacimiento, en los comienzos de la década del 80, los grupos ultras organizados de Europa fueron evolucionando, en la mayoría de los casos, con el apoyo de los clubes.
En los 90, muchos de ellos, como los de Inter, Milan, Real Madrid y Barcelona, consiguieron que los dirigentes les facilitaran las licencias oficiales para la venta de merchandising e instalaban los puestos en el estadio. Y todos tienen su propia página de Internet. Beatrice Winkler, directora del Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia, denunció que el 10% de las páginas web de los clubes de fútbol tiene contenidos racistas. Esa fuente de ingresos les permite a los ultras moverse con libertad por toda Europa en los certámenes internacionales.
En Italia, la estructura de trabajo de los fanáticos se mantiene. Hace un par de años y tras una mala campaña, los ultras de Inter arrojaron dos bombas molotov frente al ómnibus que trasladaba a los jugadores luego de un partido. Los futbolistas no pudieron moverse hasta que el argentino Javier Zanetti, capitán del equipo, bajó del vehículo para calmar los ánimos.
Sin embargo, en España hubo un caso que colmó el vaso y provocó la ruptura en esa relación de intereses con los dirigentes deportivos: la muerte del vasco Aitor Zabaleta.
Zabaleta, hincha de Real Sociedad, fue asesinado por integrantes del Frente Atlético (de Atlético de Madrid) el 9 de noviembre de 1998. Desde entonces, hubo varios presidentes de clubes que enfrentaron a los ultras. Florentino Pérez llegó al cargo máximo en Real Madrid en el año 2000 y una de sus primeras frases fue ésta: "Los extremistas no tendrán sitio en el club". Y cumplió. Tal medida le valió pintadas en el Santiago Bernabeu y amenazas varias.
Algo similar le pasó a Joan Laporta, titular de Barcelona, que en 2003 desterró del club al grupo violento de la hinchada. Manuel Homar, presidente de la peña Boixos, fue despedido como socio el 14 de mayo de 2004, cuando intentó agredir a Laporta. Tiempo después, la policía descubrió la trama de una organización de delincuentes que operaba con los Boixos y que había sido autora de las amenazas.
Los nuevos hooligans
Un tema interesante es pensar cómo sigue la existencia de los hooligans, porque ellos también envejecen. Se sumaron jóvenes que incorporaron nuevas conductas sociales. Raúl Fain Binda, columnista deportivo de BBC Mundo, ironizó en una nota diciendo cómo sería un mensaje de un hooligan a un barrabrava argentino: "La gente cree que los hooligans somos tipos ordinarios, mal educados, desocupados o criminales, del escalón más bajo de la sociedad y sucios. Eso nunca fue así, pero ahora vestirse bien es un imperativo si quieres sortear los controles policiales y de los clubes. Un hooligan desharrapado no va a ningún lado. Tú recordarás que yo soy inspector de impuestos".
En Inglaterra todos los equipos tienen entre una y tres revistas confeccionadas por los hinchas (los fanzines). "Son grupos que provienen de la clase media, algunos con un mejor nivel educativo. Acceden a la computación y es fácil hacer una publicación. Los viejos hooligans no conocían eso. Esto es un fenómeno claramente británico", comenta Alabarces.
La mención se acerca a un nuevo estilo de vida del que los británicos hablan por estos días, los chavs. Ellos todavía no tienen antecedentes de violencia futbolística, pero en un informe sobre este nuevo sector social, la agencia AFP contó que esa cultura proviene de barrios blancos desheredados de las grandes ciudades, grupos de hooligans o jóvenes desocupados.
Los diccionarios de lengua inglesa ya aceptaron la palabra chav con esta definición: "Persona joven, a menudo sin un nivel de educación elevado, que sigue cierta moda vestimentaria". Al parecer, la única preocupación de estas personas es estar siempre a la moda. Usan gorras Burberry o remeras Ted Baker. Hay páginas de Internet que definen su identidad. Y en el club de los famosos chavs, el líder parece ser Wayne Rooney, jugador de Manchester United, que a los 19 años gasta unos 72.000 euros por semana en ropa de marcas específicas y automóviles. Cuentan que su novia Coleen entró en la leyenda "chav" al gastar 57.000 euros en un par de días en un shopping de Nueva York.
Lo curioso es que como no están bien vistos socialmente, algunas de esas poderosas marcas ya están preocupadas por el perfil social que exhibe su indumentaria. Una mayoría detesta la violencia, pero aún nadie sabe cómo evitarla.
Por Juan Manuel Trenado
De la Redacción de LA NACION
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