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En Rusia curarse de la Xenofobia tomará mucho tiempo.
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Este es uno de los comentarios que hizo el máximo rabino de Rusia, Berl Lazar, después de la agresión cometida contra los feligreses de una sinagoga de Moscú.
Pero, ¿podrá la sociedad recapacitar sobre estas cosas? Y en caso positivo, ¿cómo lo tiene que hacer?
El desborde del extremismo nacionalista y xenofobia en Rusia y la activación de los movimientos nacionalistas son, en opinión de muchos expertos rusos entre analistas políticos, científicos, periodistas y personalidades públicas, uno de los nefastos resultados del saliente año 2005. Los poderes públicos, empezando por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, hablan de lo peligroso e inadmisible de las tendencias xenofóbicas que se manifiestan en el país. En septiembre pasado, en un puente televisivo organizado para comunicarse con los ciudadanos rusos, el presidente dijo: “Pensamos intensificar las actividades de los órganos de justicia, haremos todo lo posible para que los cabezas rapados y los elementos fascistizantes desaparezcan del mapa político de nuestro país”. El pasado 20 de diciembre Putin exigió que el Servicio Federal de Seguridad combatiera más activamente el nacionalismo y la xenofobia y descubriera más decididamente a los autores intelectuales de las discordias interétnicas. Pero, ¿bastarán los métodos de fuerza y actos legislativos para enderezar la situación?
El año entrante corrobora la nefasta tendencia del año pasado. Según datos en poder de los medios de comunicación, tan sólo en Moscú durante 11 días de 2006 se perpetraron tres crímenes de carácter nacionalista, incluida la tragedia que tuvo lugar en la sinagoga. (Recordemos que el 11 de enero un tal Alexander Koptsev de 20 años entró, armado de un cuchillo, en la sinagoga de la calle Bolshaia Bronnaia y agredió a los feligreses que allí se encontraban. Fueron heridas ocho personas). Ataques contra extranjeros continuaron en San Petersburgo y Voronezh.
Según datos estadísticos, más del 70% de la población está convencido de que en Rusia hay “amenaza del fascismo”. Los sociólogos no precisan de qué clase de amenaza se trata. ¿Se trata de los temores de que llegue al poder un régimen fascista como ocurrió en el siglo XX en Alemania e Italia? ¿O se trata de la posible radicación de una política institucional nacionalista o de crecientes manifestaciones de xenofobia a nivel doméstico? ¿Quien representa la mayor amenaza: los cabezas rapados o diputados a la Duma de Estado que llaman a prohibir las organizaciones judías y limpiar la ciudad de los “ajenos”? Los adolescentes que agreden a personas en las ciudades de Rusia o los filósofos que razonan sobre la pérdida de la identidad de Rusia como gran potencia, que son los llamados “nacionalistas respetables”? Nadie sabe lo que es peor.
Las causas de diversas manifestaciones de xenofobia en Rusia son las más diversas.
La primera causa, que es la más trivial, radica en el antisemitismo inveterado que se remonta ya a la época medieval. La noción de los judíos que han usurpado el poder y del complot sionista mundial ha resultado viable no sólo en Rusia sino en el mundo entero: tanto en el Oeste como en el Este. Pero el hecho de que el antisemitismo es habitual no deja de ser terrible. Es posible que la mayoría de los rusos no se crean antisemitas y no acuchillarán a la gente en las sinagogas y no destruirán monumentos en los cementerios judíos. Estos hechos los indignan. Pero ellos también encontrarán justificación para quienes perpetran estos actos: ¿“acaso es justo que los judíos se apropien de los bienes del pueblo”? Estas palabras sirven de resumen para las declaraciones hechas por algunos radioyentes de las emisores “Eco de Moscú” y “Libertad” que llamaron por teléfono a los programas en vivo y que abrieron discusiones sobre el ataque contra los feligreses de la sinagoga y el desborde de la xenofobia en general en Rusia. Son las emisoras orientadas a la parte liberal de la intelectualidad rusa.
Pero también existe la islamofobia, fenómeno bastante nuevo tanto para Rusia como para Europa y EE.UU. Pero ya fuertemente arraigado y hasta ha dejado en pañales al antisemitismo, a juzgar por los sondeos de opinión. Ya se ha dicho bastante sobre las causas de este fenómeno. Incluyen el temor ante los atentados terroristas que engendran desconfianza hacia el Islam y los adeptos a esta religión. De ahí el repudio a los inmigrados que, tanto en Rusia como en Europa, son oriundos de los países musulmanes. También se ha dicho bastante sobre la negativa de los propios inmigrados a integrarse en la sociedad y sobre las dificultades que éstos tienen en su nuevo lugar de residencia. Es decir, se conocen bien los reproches mutuos de los inmigrados y los naturales. Igual que una variedad de islamofobia, que es la caucasofobia: aversión a los oriundos del Cáucaso.
El repudio a los inmigrados se manifiesta también en un fenómeno llamado sinofobia: el miedo a las personas oriundas de China y, a la vez, de Vietnam, Corea, etc.
Entre las causas que predeterminan el crecimiento de la xenofobia están no tanto la pobreza (pues este fenómeno se da, teniendo por fondo el aumento de los ingresos de la población) como la injusticia y la estratificación social. Estas han sido las causas que explican los pogromes que se perpetraron en los suburbios de París (allí, en cambio, la población venida de otros países se la tomó con los nativos). Este motivo cabe también para explicar las causas que impelen a adolescentes a engrosar las filas de cabezas rapados y a personas de mayor edad, a formar las filas de xenófobos pasivos. Añádase a ello la falta de una eficiente política juvenil y las condiciones de abandono en que viven los adolescentes de los suburbios.
¿Sería mejor si no se tratara del crecimiento de crímenes de carácter nacionalista sino de un crecimiento de delitos comunes, o sea, atracos a mano armada, asesinatos y robos perpetrados por jóvenes, y del aumento del número de drogadictos entre ellos? Para mí, no. Otra cosa es ¿qué o quién los impele a teñir sus crímenes de matices nacionalistas? ¿Y si existe en general esta “invisible e ignota fuerza motivadora” y qué es lo que representa? Los expertos divergen a este respecto, faltando una respuesta clara y unívoca a esta cuestión.
Tampoco se ha de olvidar este otro factor: la humillación de la dignidad nacional y la pérdida de condición de gran potencia por Rusia, subsistiendo aún la conciencia imperial en las mentes. Son los ánimos fáciles de aprovechar y manipular.
Pero surge el interrogante de ¿quién los puede aprovechar?
Es aquí donde resulta muy difícil establecer una separación entre el nacionalismo respetable y natural que es inmanente en la gente de diversas nacionalidades y una xenofobia manifiesta, igual que entre ésta y la indiferencia social con sus manifestaciones radicales, a saber: agresiones contra la gente, violaciones de cementerios y otros lugares santos. El problema está en qué terreno social caigan unas u otras teorías intelectuales.
Esto es lo que, a mi modo de ver, resulta más horrible. Es horrible cuando en el banquillo de los acusados están unos adolescentes, mientras que aquellos que pusieron el cuchillo en sus manos quedan impunes. Es horrible pensar que las circunstancias en medio de las cuales se formó su conciencia no cambian, y a estos adolescentes pogromistas les sucederán inevitablemente otros.
Es necesario reforzar el vigor de las leyes y, que es lo principal, aprender a aplicarlas: sancionar las exhortaciones que fomentan discordias étnicas y más aun, sus manifestaciones prácticas, prohibir la publicación de la literatura que hace propaganda del odio. Se puede y es preciso ocuparse de la juventud y de la política social y étnica, mejorar la situación económica de la población y resolver el problema de los inmigrados. Pero, quizás, no sea tan fácil acabar tanto con manifestaciones de xenofobia y con el nacionalismo “respetable”. Aquí cabe una sola solución: una sociedad sana, refractaria a las ideas de violencia. Mas, para lograrlo habrá que andar un largo camino.
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