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Ginebra, 30 de diciembre (ACNUR)- Han regresado a pie o a lomos de un caballo... Han viajado hacinados en camiones, motocicletas y autobuses. Los grupos de familias afganas volvían a su tierra encaramados en los camiones, rodeados de asnos, maletas, antenas parabólicas y enormes vigas de madera de sus antiguas casas, en lo que parecía una enorme feria llena de gente, rodeada de caleidoscopios de colores. Tras 23 años de guerra, y tras la sequía más severa sufrida en mucho tiempo, muchos retornados afganos se enfrentaron a su regreso con escenas que parecían surgidas del “Infierno” de Dante. “Mire mi cabello. Se ha encanecido en cuestión de días”, decía un anciano que regresaba a su aldea, por primera vez en la última década. “¿Cómo voy a vivir en este sitio? ¿Cómo alimentaré a mi familia?”, se preguntaba.
Pero a pesar de las incomodidades, los peligros, las dificultades físicas y la destrucción masiva circundante, los trabajadores humanitarios recuerdan que esta inestable y en apariencia desarticulada operación ha resultado finalmente un ordenado, eficiente y “sorprendente éxito”. Después de todo, más de dos millones de personas han retornado en el 2002 a uno de los lugares más desolados y peligrosos en la faz de la tierra durante este año –más del doble de lo que se había anticipado. La operación de regreso a Afganistán, de hecho, ha sido la mayor repatriación de refugiados de las últimas tres décadas, desde que más de 10 millones de personas huyeran de la región oriental de Pakistán hacia la India a inicios de la década de 1970, y luego regresaran al recién establecido estado de Bangladesh. Los sucesos en la región central de Asia sin duda dominaron los titulares de noticias, aunque también hubo otros eventos significativos, buenos y malos. Afortunadamente, el número de personas que requerieron ayuda del ACNUR decayó este año en aproximadamente 2 millones, alcanzando la cantidad de 20 millones de personas. Esta cifra disminuyó principalmente gracias al regreso de afganos a su país, en lo que Lubbers predijo como una tendencia que se mantendría en los próximos meses. Tan sólo hace ocho años, el ACNUR brindaba asistencia a más de 27 millones de personas alrededor de todo el mundo. No sólo resulta muy alentadora la disminución del número total de personas que este año necesitaron la ayuda del ACNUR, sino que la agencia considera muy positivo que disminuyeran principalmente en algunas de las áreas más problemáticas del mundo, descritas en el lenguaje oficial como “situaciones de refugio prolongado”. En la guerra de Angola fueron asesinados cientos de miles de personas y aproximadamente 4 millones resultaron desplazadas, aunque los enfrentamientos cesaron al anunciarse un nuevo acuerdo de paz entre el gobierno y el movimiento rebelde UNITA. La población de Sierra Leona todavía soporta las cicatrices generadas por más de una década de sangrienta guerra. Decenas de miles de civiles fueron mutilados por las fuerzas rebeldes, en las que estaban integrados niñas y niños soldados; sin embargo, lentamente, al dejar atrás la pesadilla, más de 200.000 personas regresaron a su país. Un joven elector, a quien le fue cortado un brazo, sintetizó en estas palabras la brutalidad del pasado y la esperanza en el futuro: “Yo solía votar con mis manos. Hoy, lo hago con mis pies”. Sri Lanka fue descrita, alguna vez, como la perla del Océano Índico; sin embargo, después de dos décadas de implacable guerra civil, en la que han muerto cerca de 65.000 personas, adoptó un nombre más sombrío: la lágrima de Buda. Las facciones combatientes acordaron un alto a las hostilidades en el año 2002, tras una tregua facilitada por el gobierno de Noruega. Esto permitió que más de un millón de desarraigados empezaran su lento retorno a casa. Timor Oriental alcanzó su total independencia. Cerca de un cuarto de millón de personas regresaron a sus hogares y las condiciones internas mejoraron lo suficiente para permitir al ACNUR invocar la cláusula de cesación de la Convención de los Refugiados de 1951, una disposición que posibilita al ACNUR el reconocer que la gran mayoría de las personas desarraigadas ya no requieren la condición de refugiados y, en consecuencia, deben regresar a sus aldeas y poblados. Esta cláusula también fue invocada en relación con los refugiados eritreos que vivían en Sudán. Ambas directrices se volvieron efectivas a finales del 2002. En la región de los Balcanes, tras más de una década de intensa participación, el ACNUR empezó a disminuir sus operaciones. Incluso su presencia en la región podría llegar a su fin en un futuro cercano. Tal y como afirma Lubbers, el énfasis se ha trasladado desde las operaciones de refugiados hacia los procesos de reintegración y reconstrucción de largo plazo. Así, más de 2.2 millones de civiles han regresado a sus hogares en los últimos años. El actual representante del ACNUR en Bosnia y Herzegovina, Paddy Ashdown, describió el papel de las Naciones Unidas en la región como “una de las historias exitosas no contadas, en la época de la post-Guerra Fría”. Reforzar la Protección Durante una de las consultas globales sobre refugiados más importantes sostenida en los últimos 50 años, más de 127 países reafirmaron la vigencia de la Convención de los Refugiados de 1951, mediante la adopción de una histórica declaración en el año 2001. Sobre esta base, el ACNUR elaboró la denominada “Agenda para la Protección” con el propósito de brindar una guía a los gobiernos y organizaciones humanitarias en sus esfuerzos por fortalecer el apoyo que otorgan a los refugiados. El Alto Comisionado expresó que existen tres preocupaciones que han sido recurrentes a lo largo del año: la necesidad de una mejor protección en el nuevo contexto migratorio; una búsqueda más vigorosa de soluciones permanentes para las personas desarraigadas alrededor del mundo; y un sistema más equitativo de “reparto de responsabilidades” entre los donantes, los países de asilo, los estados pobres que reciben la gran mayoría de los desplazados y las regiones conflictivas de las cuales huyen los refugiados. Al mismo tiempo que resaltaba el papel fundamental de la Convención de Ginebra de 1951, y como el paso siguiente en la Agenda, el Alto Comisionado inició un nuevo enfoque que denominó “Convención Plus”, que busca fortalecer el tratado en esas tres áreas y, en particular, trata de lograr que el ACNUR se involucre más en la búsqueda de soluciones. “El año 2002 fue el momento en que el ACNUR se volvió parte de la solución”, expresó Lubbers. El primer anuario de estadísticas del ACNUR, publicado para finales del 2002, proporcionó un profundo análisis sobre el fenómeno del desplazamiento forzoso a lo largo de la pasada década, y la información recopilada será de gran utilidad en el futuro para el ámbito humanitario. Este informe señaló, por ejemplo, que mientras los países en vías de desarrollo produjeron el 86% de los refugiados en el mundo durante ese período, las naciones más pobres ofrecieron acogida al 72% de ellos, datos que ponen de manifiesto “la responsabilidad que deben compartir los países industrializados en la protección internacional de los refugiados”. Sin tomar en cuenta lo sucedido en estos países industrializados, más de 10.7 millones de personas obtuvieron la condición de refugiados entre los años 1992 y 2001, y alrededor de 14.1 refugiados regresaron a sus hogares. Retrocesos y decepciones También ha habido grandes retrocesos y decepciones a lo largo del año 2002. En este sentido, algunas regiones de África todavía se encuentran en grave peligro debido a la existencia de viejos conflictos que no han podido resolverse. La guerra en Liberia no muestras señales de llegar a su fin. Asimismo, el vecino país de Costa de Marfil, antaño el país más estable de la región, cayó en su propio conflicto civil, que amenaza con desestabilizar toda la región occidental costera de África. A pesar de los numerosos intentos regionales e internacionales por alcanzar la paz, grandes zonas de África septentrional, incluyendo el Congo y Burundi, se debaten entre renovados procesos en favor de la paz y crecientes niveles de anarquía. Igualmente, Tanzania, una de las naciones más pobres del mundo, acogió una de las concentraciones mayores de refugiados (cerca de 1 millón de personas), algunos de los cuales han vivido en el exilio durante décadas. En la región oriental de África, cerca de 25.000 refugiados somalíes han dejado atrás su exilio en Etiopía, y los refugiados eritreos continúan su lenta repatriación hacia Sudán. No obstante, cientos de miles de sudaneses no han podido regresar a sus hogares, a causa de las tortuosas conversaciones de paz entre Khartoum y los rebeldes. En el norte de Uganda, grupos de hombres y mujeres provenientes de Sudán aterrorizaron en sucesivos ataques los campamentos de refugiados sudaneses y las localidades cercanas. En la región noroccidental del continente, cerca de 150.000 refugiados de Sáhara Occidental continúan sintiéndose olvidados y abandonados por el mundo exterior y utilizados como peones por las fuerzas regionales. “En África nos encontramos en una encrucijada”, afirmó David Lambo, jefe de la oficina regional del ACNUR en África. Sin embargo, si el presente y el futuro permanecen inciertos, él considera que se requiere de un contexto más amplio para juzgar el progreso de África. “Después de todo, al inicio de la década de 1990, había más de 6 millones de refugiados en el continente”, expresó el funcionario. “Ahora hay alrededor de 3.3 millones, lo cual es todavía un número muy elevado; sin embargo, no debemos menospreciar estas victorias individuales”. En Colombia, la peor situación humanitaria del continente americano continúa deteriorándose. Desde 1985, más de 2 millones de personas han sido víctimas de desplazamientos forzosos y cerca de 200.000 han huido de sus hogares tan sólo en el último año. Otras situaciones de refugio alrededor del mundo La suerte de 269.000 refugiados de Azerbayán o de 110.800 refugiados provenientes de Bután se encuentra más distante que nunca de llegar a una solución, así como el sangriento conflicto en Chechenia, que fue resaltado por la toma de un teatro en el centro de Moscú, y la posterior operación de fuerzas estatales especiales, que se cobró la vida de decenas de civiles así como la de los secuestradores chechenos. Más de un millón de personas permanecen desplazadas en la zona de los Balcanes, principalmente personas de origen serbio procedentes de Croacia y Kosovo, que actualmente viven en la República Yugoslava de Serbia y Montenegro. A pesar de los esfuerzos por alentar el regreso a Kosovo de unos 250.000 serbios, tan sólo unos cuantos se han atrevido a emprender el viaje de regreso. Cerca de 25 millones de personas –el doble del número de refugiados- fueron forzados a abandonar sus hogares y trasladarse a otras regiones dentro de sus propios países. A pesar de que los denominados “desplazados internos” no se encuentran incluidos en el mandato del ACNUR, el Alto Comisionado proporciona ayuda a cerca de 5.3 millones de personas en esta condición. El resto vive sin ayuda o reconocimiento internacional y, frecuentemente, son víctimas de políticas discriminatorias de sus propios gobiernos. El 11 de septiembre Los ataques terroristas del 11 de septiembre cernieron su sombra sobre todo el panorama ya relatado. Como resultado inmediato de los mismos, ACNUR temió que los refugiados y solicitantes de asilo legítimos fueran rechazados, en un momento en que la mayoría de países fortalecieron sus defensas legales y materiales contra supuestas amenazas extranjeras. Afortunadamente, las consecuencias no fueron tan severas como se temió inicialmente. Según Lubbers, “en general, los gobiernos se abstuvieron de reaccionar de manera desproporcionada”, aunque afirmó que “esto no excluyó que se dieran serios retrocesos”. Se introdujeron medidas para fortalecer la seguridad en algunos países, lo cual ocasionó la exclusión de solicitantes de asilo genuinos o su expulsión forzosa, y trajo como consecuencia el aumento en el número de solicitud de extradiciones y la introducción de leyes migratorias restrictivas. Por otro lado, durante los enfrentamientos en Afganistán, murió un número no identificado de civiles y miles de personas huyeron de sus hogares. La denominada “solución del Pacífico” y las políticas de detención sobre los solicitantes de asilo adoptadas por Australia continuaron ocasionando grandes preocupaciones a los diversos grupos humanitarios, a pesar de que Canberra seguía defendiendo enérgicamente su enfoque, al considerarlo apropiado y proporcionado. El reasentamiento permanente de refugiados en los Estados Unidos, el receptor más grande del mundo en casos de necesidad, se vió especialmente afectado. El gobierno estadounidense admitió únicamente a 27.100 personas, que en comparación con los más de 70.000 solicitantes, resultó ser la cantidad más baja en el último cuarto de siglo. Las consecuencias del 11-S Los esfuerzos europeos de compatibilizar sus políticas de inmigración y asilo sufrieron un fuerte retroceso como consecuencia de los hechos del 11 de septiembre, las diversas elecciones nacionales y el debate producido en los medios de comunicación y opinión pública, que rayaba en un tono xenófobo y que, en ocasiones, omitía diferenciar –aparentemente de manera deliberada- entre refugiados y solicitantes de asilo, por un lado, y el tema más amplio de migración económica, por el otro. El Reino Unido, Dinamarca, los Países Bajos, Italia, Francia, Bélgica y Alemania anunciaron la introducción de leyes migratorias y de asilo, que frecuentemente buscaban reducir la cantidad de solicitantes y los beneficios para éstos. Aparentemente, estas reformas legales alcanzaron los efectos deseados en algunos de los casos. Durante los primeros meses del 2002, el número de solicitantes de asilo en Dinamarca, Holanda y Bélgica decayó dramáticamente. En contraste, las cifras en Noruega, Suecia y Finlandia aumentaron vertiginosamente, en lo que algunos analistas consideraron que un cambio de destino de los solicitantes de asilo como consecuencia de las políticas más restrictivas de los países vecinos. En Gran Bretaña, donde se registró el número más alto de solicitantes de asilo en el año 2001 (92.000), las consecuencias fueron particularmente significativas, aunque el primer ministro, Tony Blair, insistió en que “no estamos construyendo una fortaleza en Europa. Aunque deben existir ciertas reglas y orden en la normativa...”. En la Europa meridional, España anunció nuevos controles en el tema de visados; Grecia firmó un nuevo acuerdo de readmisión con Turquía e Italia promulgó una nueva ley de inmigración y asilo, la cual, en opinión del ACNUR, no ofrece garantías suficientes para las personas que solicitan asilo. Grecia informó que decenas de personas, incluyendo niños, fallecieron en su intento de ingresar al continente durante los primeros meses del 2002. En Italia, una embarcación que transportaba cerca de 65 kurdos naufragó y, días después, la Marina italiana interceptó un navío con 22 personas abordo y el cuerpo de otras seis amarrados en los costados de la nave. Alemania y Francia armonizaron sus ordenamientos con la mayoría de gobiernos europeos en materia de reconocimiento de la condición de refugiado de aquellas personas que huyen de “agentes no estatales”, tales como movimientos rebeldes. Estos dos países sostenían, anteriormente, que la condición de refugiados sólo podía otorgarse en los casos de persecución de estados “reconocidos”. En Austria, a una joven proveniente de Camerún le fue otorgada la condición de refugiada por causa de su temor a padecer una ablación en su patria, en lo que resultó ser la primera vez que a una persona se le concede tal beneficio en Austria, sobre la base de una persecución por motivos de género. Dos meses más tarde, una niña de 14 meses de edad proveniente de Etiopía recibió la misma condición por razones similares. El futuro Incluso si los resultados en Afganistán durante el año 2002 fueron “asombrosos”, el Alto Comisionado advirtió que “aún existen grandes retos por delante en la región”. Cerca de 4 millones de afganos permanecen todavía fuera de su país. Con un presupuesto estimado de 200 millones de dólares USA para el año 2003, el ACNUR espera poder ayudar a unas 1.5 millones de personas adicionales en los próximos 12 meses. Sin embargo, estas personas llegarán a un país que todavía se encuentra doblegado, que afronta un exhaustivo proceso de reconstrucción, en el que los señores de la guerra ejercen su poder sobre algunas regiones del país, donde la seguridad social se encuentra catalogada como una de las peores del mundo y donde se está presenciando la reacción contra uno de los eventos más prometedores desde la caída de los talibanes: la educación de las niñas. Algunos afganos temen que la reconstrucción de su país resulte una tarea de tal magnitud que la comunidad internacional decida eventualmente mantenerse al margen, tal como lo hizo en el pasado, aunque Lubbers mantiene sus reservas al respecto. Si el futuro de Afganistán se vislumbra frágil, el progreso en otras dos “zonas de grandes avances” –Sri Lanka y Angola- se ve más robusto, al haberse resuelto algunas de las mayores causas de los conflictos. Se espera que cientos de miles de civiles continúen con el lento viaje a sus hogares que dio inicio en el 2002. Sin embargo, algunas partes de África, como Liberia, el Sáhara Occidental y Burundi permanecen sumidos en grandes problemas. Más allá de una inminente crisis de refugiados, debe haber mejoras sustanciales en la manera en que millones de africanos son tratados por el resto del mundo. Esto incluye la manera en que se ven remunerados por sus productos, tales como el cacao y el café, antes de que las causas subyacentes del desplazamiento sean afrontadas apropiadamente. “La estructura económica global en la actualidad es sencillamente una locura”, afirma el funcionario internacional de ACNUR David Lambo, “un insulto y un enemigo para muchos africanos”. Por último, existe la gran incógnita de si habrá o no un conflicto armado en Irak, el cual seguramente daría lugar a un nuevo éxodo de civiles en la región.
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