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ETA revienta la tregua con un atentado en Barajas que deja dos desparecidos.

    ETA reventó ayer con un coche bomba el alto el fuego que declaró el 22 de marzo. A las ocho de la mañana, apenas 20 horas después de que José Luis Rodríguez Zapatero lanzara un mensaje optimista sobre la marcha del proceso de paz, un comunicante anónimo anunciaba en nombre de ETA el estallido, a las nueve de la mañana, de un coche bomba en el aparcamiento D de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas (Madrid), donde en ese momento había unas 20.000 personas. La fuerte explosión demolió gran parte del edificio, de cinco plantas, y provocó heridas a 19 personas. Dos ciudadanos ecuatorianos, Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, que al producirse la explosión dormían en sendos coches en el aparcamiento, permanecen desaparecidos. El presidente dio por “suspendido” el diálogo para la paz, mientras que el líder de Batasuna, Arnaldo Otegi, aseguró que “el proceso no está roto”, pese al atentado.

El primer aviso, desde un teléfono móvil, se produjo sobre las ocho a la DYA de Guipúzcoa. Un hombre pidió al telefonista que estuviera muy atento porque le iba a dar un comunicado. Según quien atendió la llamada, el comunicante dijo que habían colocado una furgoneta Renault Trafic granate cargada de explosivos en el aparcamiento de la Terminal 4 (T-4), que haría explosión a las nueve de la mañana.

Los nervios hicieron que el hombre olvidase reivindicar el atentado en nombre de ETA e incluso que se olvidase de dar los números de la matrícula. “No intenten desactivarla, sería un error, dijo el comunicante, que añadió que la bomba era “muy potente”. La Ertzaintza fue avisada a las 8.06 e inmediatamente corrió el aviso a Madrid. Una segunda llamada en el mismo sentido fue recibida en el teléfono de guardia de un parque de bomberos de la capital.

Los servicios policiales y de emergencia se pusieron inmediatamente en marcha. Mientras llegaban a la T-4, el comunicante hizo una tercera llamada desde una cabina de San Sebastián, posiblemente al creer que no se le había tomado en serio. La llamada fue al SOS Deiak de la capital donostiarra, dependiente del Departamento de Interior vasco. El terrorista repitió los mismos datos de lugar, tipo de vehículo y matrícula y que no se intentase desactivar y ya habló directamente en nombre de ETA.

El coche bomba, que según los artificieros y los agentes de la policía que actuaron sobre el terreno iría cargado con unos 200 kilos de un explosivo aún por determinar (otros expertos calculan hasta 500 kilos), explotó a las 9.01, en la planta baja del aparcamiento D, el más cercano a la T-4 y el que suele tener más vehículos en su interior. La zona ya estaba despejada, lo mismo que la propia T-4. Los pasajeros fueron llevados a las pistas de servicio y rodadura del aeropuerto, separadas del lugar de la explosión por el moderno edificio de la terminal. “Todo el edificio retumbó y pensamos que se nos caía encima”, declaró una pareja que iba a partir hacia París.

El estallido, fijado a las 9.01 mediante un temporizador, hirió a dos policías que participaban en el desalojo y a un taxista que pasaba por la zona, todos de carácter leve. Tres personas más resultaron heridas por cortes, otras 11 con afección de tímpanos y siete más fueron atendidas por crisis de ansiedad. La zona del edificio más pegada a la terminal se vino abajo en su totalidad. “Se ha colapsado más del 60% del edificio, que está prácticamente derruido”, declaró el vicepresidente primero de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. La pasarela que enlaza los aparcamientos y la T-4, las propias puertas de cristal de la terminal y una veintena de coches aparcados en el exterior. Dentro, entre los forjados caídos de las cinco plantas se veían decenas de vehículos aplastados, algunos con las luces de emergencia y las alarmas sonando.

La enorme destrucción que provocó la bomba hizo temer que hubiera afectado a las obras del túnel del metro al aeropuerto, que pasa precisamente por debajo del aparcamiento. Los trabajadores fueron llevados al fondo del túnel hasta que se produjo la explosión, que derribó cristales sobre la zona de trabajo. No hubo heridos, pero fue necesario sacar a los trabajadores dentro de las excavadoras para que lo objetos desprendidos no les causaran lesiones.

Inmediatamente después del estallido, una mujer se acercaba a la policía para denunciar que su pareja había desaparecido. Diego Armando Estacio, ecuatoriano, la había acompañado al aeropuerto a recoger a unos familiares, pero, dado lo temprano de la hora, había preferido quedarse dentro del aparcamiento echando una cabezada. Horas después, otra mujer denunciaba que su pareja, Carlos Alonso Palate, que también dormía en el párking, no contestaba al teléfono. Ambos han sido dados oficialmente por desaparecidos y se teme que estén bajo los escombros.

Los bomberos creen que no se podrá acceder a los vehículos hasta la próxima semana. Las plantas están colapsadas una sobre otra, por lo que antes de llegar a la planta baja, donde supuestamente estaba uno de lo desaparecidos y el coche bomba, habrá que retirar toneladas de escombros, lo que puede demorar la tarea varias semanas. Hasta entonces, hasta que se llegue al foco de la explosión, tampoco se sabrá si la furgoneta, cuya matrícula era 6405-DKY, ha sido robada y dónde. Las primeras hipótesis apuntan a que fue robado hace dos o tres días en una localidad del País Vasco que las fuentes consultadas no quisieron precisar. Hasta que no sea comprobado el número de bastidor y se coteje con la matrícula, apenas se sabrán más datos. Los servicios antiterroristas atribuyen el atentado a un comando itinerante llegado del país vecino y que habría colocado la furgoneta entre el jueves y el viernes. El estallido ha destruido parte de los ordenadores que graban en disco las imágenes de las cámaras que vigilan los aparcamientos.

La explosión agarró por sorpresa al Gobierno y a todas las fuerzas políticas. Es la primera vez que ETA vuelve a las armas después de una tregua sin lanzar antes un comunicado público de ruptura. El atentado se produce tras varios avisos serios de que la banda se estaba rearmando e iniciando una escalada de violencia, como se ha podido ver en el incremento en el número y la gravedad de los actos de kale borroka. El robo de 350 pistolas en una armería de Vauvert (cerca de Nimes), el 24 de octubre, y el hallazgo, el 23 de diciembre, de un zulo en construcción en Amorebieta (Vizcaya), con 50 kilos de material para fabricar explosivos y varios detonadores llevaron la intranquilidad al Gobierno, aunque aparentó mantener la calma y minimizar su interpretación.

El ataque, además, llega 15 días después del primer encuentro formal entre representantes del Gobierno y de ETA en el que, pese a que no se produjeron avances, sí se llegó a la conclusión de que el proceso de paz seguía vivo. El viernes, tras el Consejo de Ministros, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero proclamaba sobre el proceso: de final del terrorismo: “Dentro de un año estaremos mejor que hoy”. Ayer, tras suspender sus vacaciones en Doñana (Cádiz) debido al atentado, aseguró en el palacio de la Moncloa: “Hoy estamos peor que ayer”.

El primero en comparecer fue el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien reconoció que su departamento “no tenía ningún indicio del atentado” y, a la vez, que el proceso quedaba “suspendido” tras el ataque. El ministro explicó que la actuación de ETA “no ha seguido la pauta normal”. Se refería a que en las anteriores treguas, las de 1989 y 1998, ETA había advertido su ruptura con un comunicado. A modo de autocrítica, el ministro del Interior reconoció ayer que era un error conceder que la actuación de ETA responde a pautas racionales.

Rubalcaba recordó, con ello, su rueda de prensa del 20 de diciembre, en la que dijo que “no había sucedido nada relevante” en las últimas fechas y que el proceso de final del terrorismo estaba en “fase preliminar”. Y es que, tras el encuentro que celebraron delegaciones del Gobierno y de ETA hace 15 días, la representación gubernamental concluyó que, pese a no lograr ningún avance, la banda no iba a romper el proceso.

En esa reunión, la representación de ETA reprochó al Gobierno “incumplimientos” de compromisos previos a la declaración de alto el fuego, como reflejó la banda terrorista en su comunicado del 17 de agosto, que marcó el inicio de la involución del proceso. El dirigente de Batasuna Arnaldo Otegi, tras mostrar su solidaridad con las víctimas, aseguró que su formación lleva advirtiendo desde hace meses de “los bloqueos estructurales del proceso”, debido a que el Gobierno “no ha hecho ni un solo gesto”. Sin embargo, aseguró que el proceso “no está roto” y que el atentado “no nos retrotrae a una situación anterior al 24 de marzo”, día en que comenzó a correr el alto el fuego.

Nada más acabar la rueda de prensa de Otegi, comparecía en La Moncloa el presidente Zapatero, con semblante muy serio, para asegurar que había ordenado “suspender todas las iniciativas para desarrollar el diálogo” con la banda, dado que no se dan “las condiciones” establecidas en la resolución de mayo de 2005 aprobada por el Congreso. El primer presupuesto para empezar a hablar era que la banda demostrara su “voluntad inequívoca de abandono de la violencia”. “Hasta que ese supuesto no se produzca, no habrá ninguna aproximación al planteamiento del diálogo. Cumpliremos escrupulosamente la resolución parlamentaria”.

El mensaje de Zapatero dejó insatisfecho a Mariano Rajoy, quien reclamó el final definitivo del proceso. “Ya no es el momento de seguir recurriendo a fórmulas ambiguas, sino de anunciar claramente la ruptura del proceso”, declaró. En cambio, la portavoz del Gobierno vasco, Miren Azkarate, aseveró que el Ejecutivo autónomo “no puede y no quiere dar por roto” el proceso. La Asociación de Víctimas del Terrorismo ha convocado para hoy una concentración a mediodía en la Puerta del Sol en repulsa por el atentado y para que el Gobierno “pida perdón” por su política antiterrorista. A la misma hora, la Federación Española de Municipios y Provincias ha llamado a los ciudadanos a concentrarse ante sus ayuntamientos para repudiar el ataque etarra.

El ataque a la T-4 se produce nueve meses después del último atentado de ETA, perpetrado el 3 de marzo con dos pequeñas bombas en la localidad cántabra de Ontón y en Viana (Navarra). El último atentado mortal de la organización terrorista fue el cometido en Sangüesa (Navarra), donde fueron asesinados el 30 de mayo de 2003 los policías Julián Embid y Bonifacio Martín.