Quienes Somos
Nuestras Actividades
Campañas
Publicaciones
Voluntarios
Hazte Socio
Contacta
Intolerancia
Derechos Humanos
Paz y Tolerancia
Ética y Justicia
Solidaridad y Desarrollo
Comunicación y Libertad
Inmigración y Refugiados
Pueblo Gitano
Racismo y Xenofobia
Antisemitismo
Homofobia
Terrorismo
Ultras y Neonazis
Integrismo
Pena de Muerte
Sexismo y violencia
Violencia Urbana
Maltrato Infantil
Seguridad Ciudadana
Memoria Víctimas
Editoriales
Noticias
Entrevistas
A por más
Informe RAXEN
Cuadernos de Análisis
Onda Verde
Teléfono de la Víctima
Aula Intercultural
Agenda
Foro
Chat
Hazte solidario
Tienda Solidaria

NACIONALISMO Y XENOFOBIA

    En la misma semana que se producía una convulsión política por las declaraciones del veterano dirigente de ERC y de la esposa del "President", personalmente era testigo de comentarios, unos en un conocido programa de televisión donde, a través de varias llamadas sobre el tema de las elecciones vascas, algunos oyentes expresaban su deseo de no querer "que ganen los españoles", otros en el aeropuerto de Barajas, esperando el vuelo de San Sebastián, donde unos padres le decían a su hijo de cinco años con el teléfono móvil en la mano: "llama a la abuela y dile que ya salimos de España y vamos para casa". ¿Qué tiene el nacionalismo que para afirmarse necesita la diferenciación excluyente e incluso una buena dosis de xenofobia que le dé coherencia?
Todo nacionalismo alimenta un proyecto sociopolítico estimulado por un sentimiento identitario al que se le confiere una situación de permanente peligro, de miedo ante la posible pérdida de sus señas culturales, religiosas, históricas o políticas. Es esa matriz profunda, estimulada por el mito de la identidad nacional y alimentada por la sensación de miedo, la que permite reconocer la transversalidad de un sentimiento que anima a esos oyentes y pasajeros, a dirigentes nacionalistas catalanes y vascos, como igualmente espolea a los que salieron a la caza del "moro" en El Ejido, Tarrasa... y a los que dicen "España para los españoles". El mito perverso de la identidad nacional, cuando la pluralidad identitaria es un hecho y su evolución una ley natural, tiene su paroxismo en el discurso de la raza biológicamente superior, teorías que han llevado a tragedias descomunales en nuestra historia.
Pero las perversiones no se limitan a caminos científicamente superados, y más ahora tras comprobar los resultados del mapa del genoma que revelan la insignificancia de las diferencias biológicas. Las diferencias culturales, étnicas, absolutamente lógicas por otra parte, posibilitan un nuevo campo para un racismo que desprecia a los otros atribuyendo rasgos negativos a su identidad étnica, a la vez que elogia la virtud del temperamento nacional o étnico de su propio grupo. Este NEORRACISMO se presenta muchas veces como defensor del derecho de los pueblos a mantener su "identidad cultural". En nombre de esa identidad, puede propugnar el aislamiento de otros grupos étnicos, para evitar que se estropee su supuesta autenticidad, y acabar convirtiéndose en una forma sutil o abierta de justificación de las políticas de exclusión. Es un vector común, transversal a todos los nacionalismos, no sólo el catalán o vasco, sino también el español, francés, británico, etc., el que permite reconocer en el discurso identitario y diferencialista, posiciones similares, sentimientos calcados, desde un Haider o Le Pen con aquellos otros, de aspecto moderado, que coinciden en anteponer la identidad diferencial o la construcción nacional a los valores universalistas inherentes del humanismo, que dan sentido a la condición de ciudadanía y a la cultura democrática.
Ni estaba loco Sabino Arana, ni está mayor Heribert Barrera, ni las versiones actuales de xenofobia expresadas en la Udalbiltza que niega los derechos cívicos a los no independentistas o en El Ejido que instaura un nuevo esclavismo, podemos dejar de interpretarlas como diversas manifestaciones de intolerancia, inherentes a todo nacionalismo que se construya consagrando su propia identidad enfrentada a la de los demás y no significando como valor superior, la persona, el ciudadano, con sus propias y diversas identidades. La xenofobia, que no es exclusiva del nacionalismo, anida precisamente con fuerza en aquellos nacionalismos que para su construcción anteponen su identidad frente a los valores universales democráticos, frente a la diversidad inherente a la condición humana y frente a la vida, principio de cualquier derecho y libertad fundamental. Desde esta matriz de la intolerancia xenófoba es posible comprender la barbarie cultural de los talibanes en defensa de su integrismo religioso, hasta el crimen terrorista, el genocidio camboyano o el Holocausto. Es una cuestión de procesos sociopolíticos, acompasados de una profunda quiebra ética de la sociedad, lo que abre la puerta a la limpieza étnica para seguir escalando los peldaños del horror.
Por todo ello y alguna razón más, resulta urgente sobre todo en el plano educativo, combatir la tendencia a presentar el respeto a la diferencia identitaria como un valor absoluto, evitando a su vez la uniformización, y defender el universalismo plural como el mejor antídoto frente a las derivas totalitarias y xenófobas que siempre amenazan la convivencia democrática.

Esteban Ibarra
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia