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Del recorrido de vuelta al hogar de hace semanas, a María Luisa Muñoz le queda todavía el escalofrío de la empapada aquella de llanto en jarro de agua fría. Más de cuatro años se ha tirado el Tribunal Constitucional (TC) deshojando la margarita de la Nena, que si sí, que si no, para acabar negándole la pensión de viudedad por estar casada por el rito gitano.
«Creo que vamos a recurrir a Europa [al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo], y me dicen que allí no miran mal a los diferentes», nos cuenta en su casa de Pan Bendito. «Ha habido racismo. Yo a estos señores del Constitucional les diría que no me miren por mi raza, ni por mis costumbres, que me miren como si mi vida con Mariano hubiera sido la de una pareja de hecho... Creo que han dicho: 'Bah, la típica gitana, a tomar por saco...'».
Se lo contó antes que a nadie a este periódico hace años. Mariano y ella se casaron en 1971 mediante una boda calé, cuando los gitanos eran la escombrera de la dictadura y romperse la camisa era motivo de sospecha. Cerca de dos décadas estuvo cotizando él a la Seguridad Social como albañil. Tuvieron seis hijos, edificados sobre sólido. El Libro de Familia se lo dieron en 1983. Y, tras su muerte en diciembre de 2000, fue como si se hubiera deshecho en polvo. Como si aquella unión no hubiera existido.
Cuando le denegaron la pensión de viudedad, decidió pleitear. El Juzgado de lo Social número 12 de Madrid le dio la razón al principio. El Estado recurrió, y el Tribunal Superior de Justicia de Madrid le quitó aquel caramelo de la boca que probó algunos meses y que quitaba el hambre. A finales de 2002 pidió amparo al Constitucional, que le ha cerrado la puerta a medio millón de gitanos en ocho folios. Dicho de otro modo: sus matrimonios no son de ley.
Si todo hubiera salido bien, este mes de mayo ingresaría unos 900 euros de pensión. Pero sólo tiene los siete euros que ha sacado hoy de las flores.
«No me lo esperaba, parece que estamos en la época de Isabel la Católica. Están legalizando las cosas de los musulmanes, y me parece bien. Han legalizado los matrimonios homosexuales, y no tengo nada contra ellos... A nosotros no nos quiere nadie. El futuro mío es negro».
A la Nena se la puede ver por las tardes con alguna amiga, andando después del trabajo por la avenida del colesterol, como ella dice, ese paseo de su barrio por donde caminan los mayores en chándal. A ver hasta dónde aguanta...
Se quedó solo en su voto particular y discrepante el magistrado del TC Jorge Rodríguez-Zapata. «Creo que se ha vulnerado a la recurrente su derecho a la igualdad y a no ser discriminada por motivos de raza», escribe citando un caso similar en que a una paya sí se le concedió la ayuda. «Era obligado el otorgamiento de la pensión que reclama doña María Luisa Muñoz».
«En los supuestos de protección de minorías étnicas», prosigue en su argumentación, «la consecución de la igualdad exige, a mi juicio, medidas de discriminación positiva a favor de la minoría desfavorecida y que se respete, con una sensibilidad adecuada, el valor subjetivo que una persona que integra esa minoría muestra, y exige, por el respeto a sus tradiciones y a su herencia e identidad cultural».
Lo que diga Estrasburgo lo fía la Nena bien largo. Los finales de mes tendrán que seguir siendo a base de patatas y huevos, continuará una legión en casa, habrá días en que no vendamos ni una flor.
El TC no obró el milagro de los panes y los peces. Pero queda guerra. Cuenta que, en la Biblia que se está leyendo, va por el Génesis. Y que todavía no ha llegado a eso de «bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia». Ya llegará, ya.
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