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Agresiones ultras. Por Yusuf Fernández

    Este hecho no afecta únicamente a España. En los últimos años Europa, que ha buscado presentarse en el mundo como un modelo de respeto a los derechos humanos, está sufriendo una creciente ola de intolerancia y crímenes de odio dirigidos contra las minorías raciales, sociales y religiosas, como homosexuales, inmigrantes, musulmanes, judíos, negros, personas sin hogar etc. El fenómeno es todavía más agudo en los países de Europa del Este, donde la intolerancia y el odio producen con frecuencia inusitada ataques, destrucción, heridos y muertos.

Una organización norteamericana, Human Rights First, ha presentado recientemente un informe muy crítico con la actual situación en Europa. La organización denuncia que la discriminación y la violencia contra las minorías han crecido en muchos países. Así por ejemplo, las profanaciones de cementerios, las pintadas y los actos de agresión contra judíos y musulmanes aumentaron en Francia en un 6,6% en 2006. El informe coincide con otro de la nueva Agencia de Derechos Fundamentales de la UE, que concluye igualmente que los crímenes de odio se están incrementando en todo el continente.

Curiosamente, las radios de la Iglesia Católica han contribuido a la expansión de este odio. La COPE en España ha llevado a cabo furibundas campañas en contra de los homosexuales y sus derechos o de algunas minorías, como la musulmana, mientras que en Polonia la emisora Radio María difunde propaganda antisemita y de la ultraderecha xenófoba.

Algunos partidos de la ultraderecha xenófoba han llegado a ocupar posiciones de gobierno seis décadas después de la derrota del nazifascismo en Europa. Así por ejemplo la Liga Norte de Humberto Bossi, que defiende la independencia de las regiones del norte de Italia, participó en el gobierno de centroderecha del ex primer ministro Silvio Berlusconi. La Liga defiende odiosas posiciones racistas y xenófobas. Un alto cargo de la Liga, Giancarlo Gentilini, alcalde de la ciudad de Treviso, llegó a poner puntas de metal en las paredes de las calles donde negros, asiáticos y árabes se reunían para charlar. La Liga ha hecho también campañas en contra de la apertura de mezquitas e inculpado públicamente a inmigrantes de diversos delitos, sin pedir disculpas cuando tales afirmaciones demostraron ser falsas.

La violencia contra los homosexuales es creciente en los países de Europa Occidental y Oriental. El obispo de Frascati, ciudad cercana a Roma, señaló hace unas semanas que “los homosexuales no son cristianos”. En Rusia, la mayor presencia de los homosexuales ha llevado a un incremento de la retórica homófoba, que muchas veces se basa en la difusión de carteles, seguida de una violencia cada vez más dura.

Una gran parte de la propaganda racista y xenófoba, que es el caldo de cultivo que genera las agresiones y los delitos de odio, es hoy en día difundida a través de Internet. En España, en concreto, existen partidos de ultraderecha que lanzan auténticas campañas de incitación a cometer delitos de forma totalmente impune. Recientemente en una de ellas se detallaban los monumentos “rojos”, es decir aquellos dedicados a personas o eventos vinculados con la Segunda República u opuestos al régimen franquista, y se incitaba a los lectores a su destrucción. Cabe preguntarse ¿por qué se tolera la existencia de este tipo de páginas y estas campañas? ¿Por qué no se aplica a tales grupos la legislación de partidos y se les excluye de la vida política? Hasta el momento, los únicos intentos de frenar estas campañas han partido de algunos partidos de izquierda y movimientos sociales, que han interpuesto querellas contra estos grupos con resultado desigual y, en algunos casos, decepcionante.

Otro problema grave es que pocos países de la UE poseen mecanismos de registro de los crímenes de odio, lo que complica la puesta en marcha de medidas para combatir el fenómeno. Cinco países de la Unión, entre ellos España, no registraron el año pasado ningún delito por motivos racistas. En este sentido, Human Rights First ha denunciado “la indiferencia de numerosos gobiernos” y la pasividad de la policía que, al igual que sucedió en el caso de Alcalá de Henares, no hace nada o hace muy poco por impedir los delitos de corte xenófobo o racista o perseguir a sus autores. En ocasiones, la policía achaca estos delitos a “jóvenes gamberros” ignorando que estos grupos comenten actos de auténtico terrorismo. Por otro lado, hay que señalar que algunos jueces interpretan de forma restrictiva el agravante de racismo, no aplicando éste cuando los delitos son cometidos por razones religiosas, de orientación sexual etc.

Por todo ello, Human Rights First ha propuesto que los gobiernos “den una prioridad política a la lucha contra los delitos por razón de odio e intolerancia”. Sin medidas eficaces para atajar este fenómeno, no cabe duda de que la violencia ultra aumentará creando una situación de tensión en las calles y ciudades de Europa.