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VOLUNTARIADO: APUNTE CRÍTICO

    Concluye el Año Internacional de l@s Voluntario@s proclamado por la Asamblea General de Naciones Unidas, un ejercicio que tenía como objetivo reconocer, promocionar y facilitar el voluntariado. En nuestro país llevamos algunos años haciendo loas al voluntariado aunque, tras su institucionalización jurídica y social (leyes, normas, plataformas, premios, días..), echamos en falta espacios críticos, análisis y debates, sobre el concepto y su alcance, proceder y proyección que está teniendo este tema.

Confundido a veces, en no pocas Ong e instituciones, con la afortunadamente superada Prestación Social, el voluntariado pese a todo está llamado forzosamente a sustituir en las tareas a miles de objetores de conciencia y otros trabajadores sociales, no solo en organizaciones asistenciales sino también en el Estado. Mientras tanto y en paralelo se produce un sutil desplazamiento semántico, ya no se habla tanto de asociacionismo ó de militancia y socios, puede resultar incomodo, y en cambio para estar al día hay que promover “voluntarios” incardinados mejor, si se puede, en una fundación ó en una cercana institución pública.

El móvil básico de la acción voluntaria es la SOLIDARIDAD, condición ética de la vida humana, de donde se desprende que nadie debería interpretar que solo es posible ejercer la solidaridad salvo desde el voluntariado. También la solidaridad se puede realizar desde el Estado y el Mercado, aunque algunos se asombren, pues esta es una disposición ó virtud que nos lleva a obrar partiendo de una conciencia colectiva en derechos y obligaciones que radican en la empatía ética (saber, sentir y asumir la condición humana), en la cooperación y en el compartir.

La solidaridad significa unidad, pertenencia común, interdependencia, apoyo mutuo, comunidad de esfuerzo y sentimiento; es un valor que debe de extenderse a todos los ámbitos, desde lo privado hasta lo público, desde los ciudadanos al Estado, pasando por las entidades sociales, las empresas u otras instituciones; es un valor cuyo desarrollo necesita un hábitat presidido por la racionalidad y la democracia, cuya ausencia revierte en una deficiente vida social, pública y privada, en cuanto al desarrollo de la condición humana. Por eso se equivocan quienes reducen la acción solidaria al voluntariado , eximiendo al Estado y al Mercado de deberes morales y de justicia , de los que no solo no deben prescindir, sino hacia los que deben respeto y compromiso.

Esta reflexión nos lleva a que , bien ó mal intencionadamente, no se puede aceptar la apropiación de la acción solidaria por el posmoderno concepto de “voluntariado”, asumiendo el reduccionismo de la solidaridad a un ámbito subalterno, cuando no marginal, de los “verdaderos poderes.” La acción solidaria ha existido siempre desde que existe el ser humano, es una ley de la naturaleza, un sentimiento de empatía con el prójimo, de adhesión a un colectivo y a la humanidad irrefutable; pese a que los humanos nos hayamos destrozado en conflictos y guerras inhumanas, el “apoyo mutuo” ha prevalecido como valor que ha preservado a nuestra especie.

Ahora bien la acción voluntaria, es decir el voluntariado realizado por voluntarios (incidimos aquí por tantos funcionarios públicos que al aplicar las normas confunden voluntarios con voluntariado), supone una singularidad notable y loable respecto a otros ejercicios de solidaridad realizados fuera de esta institución. La Acción Voluntaria es un compromiso libre cuya finalidad es de naturaleza solidaria, y su realización se efectúa desde un marco asociativo de forma altruista. Lo que acabamos de afirmar excluye perversiones del voluntariado como aquellas prestaciones sociales obligadas (no libres) con finalidades partidistas, mercantiles, de poder ó acumulación económica, ó cuya realización se efectúe fuera de un marco asociativo, donde el voluntario decida autónomamente si quiere ser socio ó no, y no en instituciones que excluyen su participación de igual condición democrática (fundaciones ó entidades públicas), y de manera altruista, sin remuneración por esa acción voluntaria realizada, lo que no excluye que un trabajador social asalariado de una asociación pueda ser así mismo, trabajador voluntario de su asociación en sus horas de no trabajo laboral.

Estas líneas apuntadas señalan controversias que ya existen por conflictos generados por concepciones no solidarias del voluntariado. A saber, desde una concepción “neoliberal” se concibe el uso de los voluntarios y de las Ong para tareas esencialmente asistenciales que deberían asumir las administraciones, mientras tanto se ahorran costes y se desmantela el Estado del Bienestar; también existe una concepción “instrumental” del voluntariado, servil del funcionario, técnico ó político de turno, como existe una concepción “izquierdista” que usa a las Ong y sus voluntarios como “correa de transmisión en sus fines partidistas.

Una concepción solidaria del voluntariado supone una intervención presidida por una voluntad de ciudadanía (asunción de obligaciones y derechos), ejercida autónomamente (independiente de poderes ajenos al propio marco asociativo donde se produce) y orientada por una perspectiva transformadora de la realidad social donde la justicia , equidad, libertad y los universales derechos humanos substancien el conjunto de las decisiones para la acción.
Para que todo esto sea posible es esencial promover el desarrollo de un movimiento asociativo cuya base sea el voluntariado, la acción solidaria de los voluntarios, promover su participación en la asociación de la que son parte, convertir los voluntarios en militantes de causas solidarias; conseguir asociaciones fuertes, con profesionales y voluntarios, pero ante todo asociados por unos objetivos transformadores; conseguir intervenir desde un pensamiento propio y actuar autónomamente sin desdeñar incidir en campos, además de sociales, legislativos, políticos ó culturales; desarrollar estrategias de multifinanciación, evitando depender de una ó algunas instituciones, estrategias de comunicación, siendo interactivos con la sociedad, y estrategias de incidencia ciudadana que la implique en la transformación. El camino es largo y el debate no ha hecho mas que empezar.

Esteban Ibarra.
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia.