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Los Premios Príncipe de Asturias se alzan contra los fanatismos y por la tolerancia

    "Seis millones asesinados. Una cifra inconcebible. Sin embargo, nuestra obligación humana es intentar concebirla", dijo Avner Shalev

OVIEDO, 26 Oct. (EUROPA PRESS)

El presidente de Yad Vashem, Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén, Avner Shalev, dijo hallar en el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia "la victoria de la tolerancia sobre el racismo, del amor sobre el odio, del bien sobre el mal". "No sólo la maldad nazi histórica, específica y única, sino también la maldad que sobrevive y se renueva en nuestros tiempos del antisemitismo, el racismo y la xenofobia, en todo el mundo", aseveró.

Así lo manifestó durante el emotivo discurso que ofreció en la gala de entrega de los Premios Príncipe de Asturias 2007 que se celebra hoy en el Teatro Campoamor de Oviedo.

Shalev se dirigió a los Príncipes, Felipe y Letizia, y a las autoridades presentes para agradecer "con humildad" el galardón, con la sensación de tener "una misión conjunta, expresión del creciente reconocimiento de que la memoria del Holocausto debe encontrar su justo lugar en la cultura de la humanidad".

Para Avner Shalev, la Fundación Príncipe de Asturias "proclama", con la concesión del galardón, que la lucha contra los que siguen el camino de los nazis "no compete únicamente a un organismo, a un pueblo o a una región, sino que se trata de una lucha conjunta de toda la humanidad, en la que Yad Vashem desempeña una función primordial de vanguardia".

"Nuestro mundo no puede ya tolerar ni sufrir, a comienzos del siglo XXI, un genocidio como el que está sucediendo estos días en Darduf, al oeste de Sudán", alegó el presidente del Museo de la Memoria del Holocausto.

Por eso, aseguró que el regreso a Israel estará "reforzado por la esperanza de que la memoria del Holocausto sigue calando, ahora con mayor vigor, en la conciencia internacional".

"Gracias a esto, estamos más cerca de que se cumplan las palabras de los profetas: 'Y convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; nación contra nación no alzará espada, ni se adiestrarán más para la guerra'", recitó Shalev como despedida en hebreo y castellano.

DISCURSO EN HEBREO.

Avner Shalev hizo su intervención en hebreo por ser esa "la lengua de los profetas", dijo. "Viajamos desde Jerusalén, capital de Israel, santa para las tres religiones, donde declamaron nuestros profetas y establecieron valores eternos para la existencia del hombre, valores que se convirtieron en la columna vertebral de la moral en la civilización occidental. Valores que se derrumbaron en el transcurso del Holocausto", recordó.

Además, reseñó que otro de los motivos es que en esa misma lengua "rezaron los padres y madres; y clamaron multitud de ellos 'Shema Israel' --'Escucha Israel'--, antes de ser asesinados en las cámaras de gas, en las fosas de fusilamiento y en los guetos".

VÍCTIMAS, SUPERVIVIENTES Y JUSTOS.

"Seis millones asesinados. Una cifra inconcebible. Sin embargo, nuestra obligación humana es intentar concebirla", sostuvo el presidente del Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén.

En este sentido, aseguró que cuando desgrana esa cifra de "seis millones" convirtiéndola en sus abuelos de Polonia, sus tíos y sus hijos pequeños, "personas de verdad, de carne y hueso", que nunca conoció y que nunca conocerá, empieza a concebir "la magnitud de la pérdida".

Así, reiteró que la responsabilidad de Yad Vashem y de la sociedad actual es "trascendental y compleja", basada en "volver a restituir los valores del amor al prójimo y la aspiración a la justicia y a la paz, frente al escalofriante sufrimiento de millones de víctimas".

Esos seis millones de asesinados, lo fueron por una "ideología racista destructiva basada en el odio hacia los judíos y el antisemitismo". Así, para Shalev, el estudio del curso del Holocausto da sentido a las palabras de Eli Wiesel:'No todas las víctimas eran judías, pero todo judío era víctima'.

Así, tras relatar con emoción varias historias personales de víctimas y supervivientes del Holocausto algunos de los cuales asistieron a la ceremonia, Shalev agradeció su presencia como símbolo de "lealtad" para conservar la memoria del Holocausto e interiorizar su significado. "Cada uno de ellos vivió en el transcurso del Holocausto tramas existenciales terribles y desgarradoras. No obstante, tras la liberación decidieron escoger la vida", aseveró.

Por ello, en nombre de los presentes, del pueblo judío, y de los hombres civilizados de todas las naciones, saludó y agradeció la lección que dan los supervivientes como "testigos de la brecha del pasado que guían el camino hacia el futuro".

"En la muerte de los caídos no hay consuelo ni sentido... a menos que asumamos una responsabilidad histórica: recopilar todo aquello que exprese la identidad de las víctimas", dijo. Con todo ello se fundó Yad Vashem, para proporcionar un escenario y dar forma a la historia "y al eclipse de la luz en la que el asesino asesinó, la víctima luchó por la supervivencia con humanidad, el vecino vio y calló y sólo unos pocos intentaron salvar", apuntó.

Para esos "pocos bienhechores de las naciones del mundo" que pusieron su vida y a veces la de sus familias en peligro por ayudar a las víctimas, a los 'justos entre las naciones', tuvo también Avner Shalev palabras de agradecimiento y homenaje por ser "valedores de la virtud que acuñaron un nuevo concepto en la cultura de la humanidad, entre los que hubo también españoles".








(Diario de León)

Que perdonen los gaiteros, cientos repartidos por Oviedo, y los maestros de la orquesta que tan bien acompaña cada año la ceremonia de gala en el Teatro Campoamor, pero ausente Bob Dylan, premio Príncipe de Asturias de las Artes, la fiesta quedó huérfana de melodía.

Robert Allen Zimmerman puso la música en otra parte, en un concierto en Nebraska, porque así lo había comprometido. Sin sus acordes, expresiones como paz, concordia, reconciliación, respeto por los hombres y la Tierra, perdieron algo de su timbre y su rabia. Aun así, estas reivindicaciones se escucharon con profusión multilingüe, en castellano, hebreo e inglés, en la vigesimoséptima edición de los Premios Príncipe de Asturias. Sobre el escenario del Campoamor, presidido por don Felipe y doña Leticia, y con la Reina en el palco de honor, los discursos de los premiados condenaron los fanatismos, las exclusiones y la creencia en un mundo de superiores y subordinados. Su misma elección, recordó el heredero de la Corona, apuntala el valor de la convivencia entre quienes opinan, sienten y creen distinto.

Los galardonados en 2007 «no piensan igual; no pueden ser más diversos», dijo don Felipe, pero encarnan bien la lucha por derechos fundamentales, «a la vida, a la dignidad de las personas», la libertad y la democracia. Todos ellos «consideran su propia diversidad como fuente de enriquecimiento colectivo», añadió el Príncipe.

Puente entre pueblos

Príncipe de Asturias de las Letras, el israelí Amos Oz reivindicó el valor de la literatura «como puente entre los pueblos». Él mismo, con el corazón partido entre las «dos causas justas» del conflicto judeopalestino, es un ejemplo. Cree Oz que a la comprensión del otro, del contrario incluso, se puede llegar a través de la palabra impresa. La capacidad de imaginar al prójimo es «un modo de inmunizarse contra el fanatismo».

Oz señaló la «especial responsabilidad» de Europa en la solución de la tragedia árabe-judía. Ambos pueblos han sufrido la violencia del Viejo Continente; unos, la explotación colonial, otros, el genocidio nazi. «Ustedes (europeos) no tienen por qué seguir eligiendo entre ser pro-israelíes o pro-palestinos. Deben estar a favor de la paz», apostilló.

Sus palabras adquirieron un significado especial en presencia de los diez supervivientes del Holocausto de la delegación del Yad Vashem, el Museo de la Memoria de Jerusalén, premio de la Concordia. Su presidente, Avner Shalev, alzó simbólicamente el diploma y la escultura de Joan Miró del premio como «la victoria de la tolerancia sobre el racismo, del amor sobre el odio, del bien sobre el mal». No sólo la maldad nazi, sino también la «se renueva en nuestros tiempos del antisemitismo, el racismo y la xenofobia, en todo el mundo».

Shalev denunció otros genocidios de hoy, igual de intolerables, como el de Darfur. Acabar con ellos y recordarlos para no tropezar de nuevo, es -resaltó- «una lucha conjunta de toda la humanidad, en la que Yad Vashem desempeña una función primordial de vanguardia».

Al Gore habló de «la verdad» y la valentía para actuar en consecuencia. La tuvieron quienes osaron dar cobijo a los judíos perseguidos. Ahora los hombres se enfrentan a la colisión entre nuestro modo de vida y el medio ambiente. La diferencia es que al cambio climático deben combatirlo ahora «todas las naciones», dijo el ex vicepresidente estadounidense. Gore improvisó un discurso lleno de citas y referencias, incluido el Rey, y lo cerró con su ya célebre apelación al deber moral de luchar contra la crisis climática para las próximas generaciones. «Lo tenemos todo», insistió, salvo quizá voluntad política suficiente. Por suerte, ésta es «un recurso renovable».

El Príncipe puso la voz por los premiados que no hablaron. Glosó el valor de Ginés Morata y Peter Lawrence, premio a la Investigación Científica, por sus desvelos para desentrañar los procesos de formación biológica y molecular de organismos complejos, de la mosca del vinagre al ser humano. Y la relevancia de las publicaciones 'Nature' y 'Science', de Comunicación y Humanidades, como cauce centenario del saber científico más riguroso.

Deporte y valores

«No se es un gran deportista si no se está en posesión de otros valores, como la generosidad, el compañerismo y la nobleza», dijo de Michael Schumacher. Sus siete entorchados mundiales de Fórmula 1 le engrandecen, pero aún más sus generosas donaciones a causas humanitarias porque -añadió don Felipe- «nada es el triunfo en el podio si la victoria no se proyecta en otras obras que redunden en servicio y en beneficio de todos».

Christiane Dahrendorf recogió el galardón de las Ciencias Sociales otorgado a su marido, Ralf Dahrendorf, sociólogo, politólogo, economista, liberal y brillante, convaleciente estos días de una operación. Su esposa habría preferido venir a Oviedo como acompañante, al igual que otras consortes, Tipper, la mujer de Gore, o Corinna, la de Schumacher, pero agradeció el premio y recordó que Dahrendorf vio en la España de la transición «el primer país de una nueva liga de las libertades», ejemplo para procesos democratizadores aún en marcha como los de los países del Este.

El sábado, la visita de los Príncipes a Moreda, designado Pueblo Ejemplar del Año en el Principado, cerrará la semana de los Premios. Después, un día de respiro dominical y la maquinaria volverá a rodar para la vigésimo octava edición del año que viene.

Bob Dylan ha dicho que vendrá «pronto» a recoger el premio. En Asturias, gente de palabra, le esperan.