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Sentencia del 11 M. Tribunal basa los hechos probados en la Kangoo y en la mochila de Vallecas.

    Con estas premisas, el Tribunal hace la recontrucción de los hechos que han quedado plenamente acreditados y que ya la Justicia no podrá modificar. Subraya, así, en primer lugar, que la célula autora de la matanza constituye un grupo yihadista que, mediante el uso de la violencia, «pretende derrocar los regímenes democráticos y eliminar la cultura de tradición cristiano-occidental sustituyéndolos por un Estado islámico bajo el imperio de la sharia o ley islámica en su interpretación más radical, extrema y minoritaria». El móvil no fue, por tanto, el envío de tropas a Irak por parte del Gobierno del PP.
La sentencia considera probado que el 11 de marzo de 2004 «tres individuos» de la célula terrorista, «sin que se tenga la certeza absoluta de sus indentidades», se desplazaron hasta Alcalá de Henares en la furgoneta Renault Kangoo, matrícula 0576-BRX, con varias bolsas de deportes y/o mochilas que contenían las bombas.
Los asesinos dejan sus huellas
Poco antes de las siete de la mañana, los tres individuos estacionaron el vehículo en la calle Infantado de Alcalá, próxima a la estación de Cercanías de Renfe. Tras bajarse, se dirigieron a la estación y colocaron en varios trenes que tenían por destino Madrid «un número interminado» de bolsas de deportes que contenían cargas explosivas. Simultáneamente, otros miembros del grupo hicieron lo mismo «subiendo a los trenes en lugares no determinados del trayecto entre la estación de Alcalá de Henares y la de Madrid-Atocha». En este punto, la sentencia afirma que sobre las 7:45 horas del 11 de marzo fue visto un individuo cambiándose de ropa entre dos casetas de una obra que había en la Gran Vía del Este, frente a la estación de Cercanías de Vicálvaro. Entre los perfiles genéticos encontrados en la sudadera está el del procesado Othman el Gnaoui.
Los terroristas colocaron «trece mochilas o bolsas bombas para que explosionaran simultáneamente. Diez de ellas entre las 7.37 y las 7.40 horas. Ocho cargas explosivas fueron colocadas en los vagones que, según el sentido de la marcha, ocupaban el primer, cuarto quinto y sexto lugar de los trenes número 21431 y 17305, con salida en Alcalá de Henares a las 7.01 y 7.04 horas, respectivamente. Todas, salvo la del vagón número uno del primer tren, explosionaron. Tres en la estación de Atocha de Madrid, a las 7:37 y 7:38 horas, dos mientras estaba el tren 21431 parado en el andén 2 y las otras cuatro a las 7:39 horas cuando el tren 17305 circulaba a la altura del la calle Téllez (Madrid).
Otras cuatro bolsas o mochilas fueron colocadas en el tren 21435 con salida de Alcalá a las 7.10, único convoy compuesto por vagones de dos plantas. Dos, puestas en el piso superior de los vagones cuatro y cinco, explosionaron a las 7.38 en la estación de El Pozo. Las otras dos, dejadas en los pisos inferiores de los vagones segundo y tercero, no llegaron a explosionar. Una fue neutralizada en la estación, y la otra, desactivada en el parque Azorín de Vallecas.
Zougam, en el cuarto vagón
La sentencia da por probado que el último artilugio fue colocado por Jamal Zougam en el cuarto vagón del tren 21713, que salió de Alcalá a las 7.14 y explosionó a las 7.38 cuando el tren estaba parado en la estación de Santa Eugenia.
A consecuencia de las explosiones fallecieron 191 personas: 34 en la estación de Atocha, 73 en la calle Téllez, 75 en El Pozo, 14 en la estación de Santa Eugenia y 15 en distintos hospitales de Madrid.
En el relato de hechos probados, la sentencia agrega que sobre las 8:40 horas del día 11 de marzo, al revisar los trenes que había en la estación de Atocha, en el centro del primer vagón un policía encontró una mochila gris con asas negras. Tras tocarla y abrirla unos 5 o 6 centímetros vio que contenía una bolsa azul transparente con una masa blanquecina o marfil con textura de plastilina, por lo que, al creer que se trataba de un artilugio explosivo, lo sacó al andén y desalojó la zona. Al filo de las 10 de la mañana, el agente intentó su desactivación, pero no lo consiguió, por lo que se produjo una explosión controlada.
Lo mismo ocurrió con una bolsa bomba hallada sobre las 8.10 de la mañana en la estación de El Pozo. Los agentes vieron en su interior una bolsa azul traslucida con cinta de cierre amarilla que contenía una masa blanquecina de la que salían dos cables rojo y azul sobre los que había un teléfono móvil boca abajo. Un agente intentó desactivarla, pero se produjo una explosión controlada.
La sentencia sitúa a las 10:30 la localización de la furgoneta Kangoo gracias al testimonio del portero de la finca situada en el número 5 de la calle Infantado de Alcalá. El hombre vio a las siete de mañana bajar de la furgoneta a tres individuos, por lo que pensó que este hecho podía estar relacionado con los atentados. De ello informó al presidente de la comunidad de vecinos, y éste a los policías que había en la estación.
Media hora más tarde, llegaron al lugar funcionarios de la Brigada Provincial de Información de Madrid especialistas en terrorismo. Uno de los agentes realizó una inspección ocular exterior de la Kangoo, incluidos los bajos, con el fin de descartar la presencia de un artefacto. Miró a través del parabrisas y de los cristales laterales de las dos puertas delanteras y observó «a simple vista que nada entrañaba un riesgo aparente». A continuación, lo mismo hizo el inspector jefe de Policía Científica de la Comisaría de Alcalá. El resultado fue el mismo. También se desplazó una dotación de perros adiestrados, cuyo rastreo fue asimismo negativo.
Comprobado que se podía mover la furgoneta sin peligro se decidió trasladarla a la Comsiaría de Alcalá. Al ver que tenía engranada una marcha, un funcionario provisto de guantes entró por detrás, liberó el seguro de la puerta delantera e introdujo la mano desde el exterior y colocó la palanca de cambio en punto muerto.
Sobre las dos y cuarto de la tarde, el Comisario General de Policía Científica ordenó que la furgoneta fuera trasladada a las dependencias de Canillas, escoltada por un vehículo de la Policía. La furgoneta llegó al complejo policial en torno a las tres y media de la tarde. Allí, dos agentes hicieron una inspección ocular. Debajo del asiento delantero encontraron una bolsa de basura de color azul semitransparente con siete detonadores industriales eléctricos y un extremo de un cartucho de dinamita plástica de color blanco marfil con papel parfinado. En dos de los detonadores había una etiqueta con la leyenda «UEB detonador eléctrico-Blasting cap-detonateur electrique-made in Spain/ce 0163- peligro explosivo-danger explosivo-danger explosif». Entre los objetos que había en la furgoneta la única referencia a Mondragón es una cinta de la Orquesta, que encabeza Javier Gurruchaga.
Según la sentencia, «todos» estos detonadores erán «idénticos a los que más tarde se descubrieron cebando un artefacto explosivo que se desactivó en el Parque Azorín (la mochila de Vallecas), en el registro de la finca de Chinchón y en el desescombro de la calle Martín Gaite de Leganés».
El Tribunal destaca que en ningún momento se rompió la cadena de custodia de la Kangoo, al igual que en la mochila de Vallecas. La sentencia explica que desde la Comisaría de Puente de Vallecas se dio la orden de que dos furgonetas se dirigieran a El Pozo a recoger los efectos recuperados, que habían sido metidos en grandes bolsas de plástico. Los policías cargaron entre 12 y 14 bolsones por furgoneta y se les ordenó que las llevaran a la Comisaría de Villa de Vallecas, que era la más cercana.
Cuando llegaron a esta dependencia , «el jefe de guardia se negó a hacerse cargo de los efectos, por lo que, sin solución de continuidad, los dos vehículos, con los cuatro policías y las bolsas, reemprendieron la marcha hasta la Comisaría de Puente de Vallecas». Una vez de regreso en el lugar del que habían salido, el comisario jefe, que estaba en compañía de un inspector de apellido Álvarez, mandó que llevaran los efectos a Ifema. Allí fueron depositados en el Pabellón 6, «en un lugar acotado junto a un muro, con un cartel que indicaba su procedencia, quedando bajo la custodia de la Unidad de Intervención Policial».
El periplo de la mochila
Esa misma tarde, el comisario de la Comisaría de Puente de Vallecas se enteró de que el titular del Juzgado de Instrucción número 49 de Madrid había ordenado que los efectos se depositaran en la Comisaría de Puente de Vallecas y no en Ifema, por lo que de noche fueron llevados allí. Así, en torno a la 1.30 horas, ya del 12 de marzo, una funcionaria extrajo de una bolsa de deportes que estaba en el fondo de uno de los bolsones de basura un teléfono móvil del que salían unos cables. Alarmada, se lo comunicó a la subinspectora de servicio, que suspendió de inmediato el inventario, desalojó la Comisaría y avisó a los especialistas. Los tedax hicieron una inspección técnica de la bolsa y la trasladaron al parque Azorín para desactivarla.
Allí realizaron una radiografía que salió velada. La segunda no proporcionó información suficiente, «pues el artilugio no tenía una estructura lógica y sólo se apreciaba una maraña de cables que se perdían en una zona oscura que era la masa explosiva». Finalmente la bomba fue desactivada . Contenía un mecanismo temporizado y de iniciación eléctrica proporcinado por teléfono móvil marca Mistsubishi Trium con dos agujeros en la carcasa de los que salían dos cables de color azul y rojo que iban a un detonador de cobre que estaba introducido dentro de 10.120 gramos de dinamita plástica. Además contenía 640 gramos de tornillos y clavos para que actuaran como metralla y un cargador válido para el móvil Trium. Un estudio posterior determinó que no estalló porque uno de los cables estaba desconectado.
Además, el artefacto era en su concepción, composición y estructura igual a los hallados en el primer vagón del tren de Atocha y en el vagon número 3 del tren de El Pozo. El detonador, por su parte, tenía la misma leyenda que los recuperados en la Kangoo.
Suministrado por Zougam
La sentencia da como probado que la tarjeta que había en el interior del teléfono que temporizaba y alimentaba el explosivo había sido suministrada al grupo por Zougam, que la tenía a su disposición en el locutorio Nuevo Siglo. Esta tarjeta formaba parte de las treinta que fueron vendidas el 4 de febrero de 2004 por la empresa Urital 2000 S.A. a Sindhu Enterprise S.L., que, tras separar los teléfonos de las tarjetas para obtener más beneficio, las vendió a la tienda de Zougam.
Además, el 3 de marzo de 2004 la tienda «Decomisos Top» vendió a uno de los miembros del grupo terrorista «que no ha sido suficientemente identificado» nueve teléfonos de la misma marca y modelo que el del artilugio desactivado en el parque Azorín. Tras dar por probado que la empresa Test Ayman fue la que liberó los móviles, la sentencia afirma que la persona que los compró también adquirió en la misma tienda una cinta de vídeo, que luego fue utilizada para reinvindicar la matanza.
Bajo la cobertura de Morata
Al igual que en los casos anteriores, la sentencia da por probado que los teléfonos fueron encendidos, sin que hicieran o recibieran llamadas, entre las 2.24 horas el día 10 y las 2.24 horas del 11 de marzo bajo la cobertura de la BTS MD30243, situada en Morata de Tajuña. Igualmente, precisa que esta base de telefonía abarca la zona donde está situada la casa de Chinchón, alquilada por Jamal Ahmidan el 28 de enero de 2004 y usada por el grupo para sus actividades delictivas desde octubre de 2003. Según la sentencia, al menos nueve tarjetas de Amena de la partida de treinta que llegaron al locutorio de Zougam fueron usadas por los miembros del grupo que cometió la matanza.
En cuanto a los hechos de Leganés, el Tribunal da por acreditado que el piso fue localizado a las 15.15 horas el 3 de abril de 2004 por funcionarios de policía al mando del comisario Rafael Gómez Menor. La vivienda fue alquilada por Mohamed Belhadj, hermano del ya condenado Youssef Belhadj, siguiendo las instrucciones de Mohamed Afalah.
A las cuatro de la tarde, uno de los ocupantes del piso, Abdelmajid Bouchar, bajó a tirar la basura y se percató de la presencia policial, por lo que, disimuladamente, y aparentando normalidad, dejó la bolsa de basura en el suelo junto a un contenedor. Tomó entonces una calle distinta de la que le llevaba de vuelta al piso, tras lo cual emprendió veloz carrera, cruzando la vía del tren y despistando a los funcionarios que le seguían. Uno de los agentes regresó a las inmediaciones del piso y recogió la bolsa que había dejado Bouchar, de las que sobresalía unas ramas de dátiles. Estas las introdujo en el maletero de un vehículo policial y luego las entregó a la Policía Científica, que identificó restos de ADN de Bouchar en unos huesos de dátil y aceituna.
En el piso, según la sentencia, quedaron Adennabi Kounjaa, Rifaat Anouar Asrih, Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, Jamal Ahmidan, Mohamed Oulad Akcha, Rachid Oulad Akcha y Allekema Lamari, quienes, alertados de la presencia policial, comenzaron a disparar, por lo que el inmueble fue desalojado.
Llamadas a familiares
Antes de las 18.20 horas «El Tunecino» llamó a su madre a Túnez para despedirse de ella, al haber decidido quitarse la vida antes de ser detenido. Lo mismo hicieron los hermanos Oulad con su familia en Marruecos y Abdennabi Kounjaa, que llamó a su hermano Abdelkader. Las dos primeras llamadas fueron comunicadas por los servicios de información tunecinos y marroquíes al comisario jefe de la Unidad Central de Información Exterior en la tarde del 3 abril.
La sentencia también da por válidos los hechos descritos por los Geo en el juicio. Así, recoge que a las 17.45 se les ordenó que se desplazaran desde su base en Guadalajara. Quince hombres llegaron a la calle Martín Gaite en dos grupos. El primero, compuesto por diez policías, llegó a las 19 horas, y el segundo, formado por cinco, quince minutos después.
Tras ser informados de que había entre tres y cinco individuos atrincherados y de que tenían armas y explosivos, se decidió intervenir. Sobre las 20.30 horas, los agentes cortaron la luz, el gas y el agua del edificio, y conminaron a entregarse a los ocupantes del piso, sin resultado alguno. Por ello decidieron obligarles a salir, lo que fue autorizado por el subdirector general operativo, con la prohibición expresa de que entraran en la vivienda, pues no se quería correr riesgo alguno.
A las nueve de la noche, tras parapetarse los geos en el rellano y las escaleras que daban acceso al piso, derribaron la puerta con una pequeña carga explosiva. Durante dos o tres minutos conminaron hasta en cuatro ocasiones a los ocupantes a salir y estos les respondieron con disparos y frases como «Entrar vosotros, mamones, entrar vosotros...» Ante ello, para obligarles a salir, los GEO lanzaron gas lacrimógeno y segundos después se produjo una gran explosión al detonar los ocupantes unos 20 kilogramos de Goma 2 Eco. La explosión mató en el acto a los ocupantes del piso y al subinspector Francisco Javier Torronteras.
Entre los escombros se halló una carpeta que contenía documentos a nombre de un policía, vecino del inmueble, relativa a trabajos desarrollados por él hasta julio de 2003 en el área especial de seguimientos de la Comisaría General de Información y que, tras ser reconocidos, le fue devuelta. Además se hallaron fajas y envoltorios de Goma 2 ECO y detonadores idénticos a los de la Kangoo.
También en Leganés se recuperaron un borrador del fax remitido a ABC a las seis de la tarde del 3 de abril por los yihadistas y otro en el que se atribuían la colocación del artefacto en las vías del AVE. Ambos fueron escritos por «El Tunecino». La sentencia recoge, igualmente, que los terroristas pensaban seguir matando. Lo escribieron en un papel: «Hoyo de Manzanares a 35 km de Madrid “Masada” finca de recreo (domingo festivos), Reyes Católicos 22 Ávila y www.templos religiosos Sinahogas». Eran los futuros objetivos.