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ESTADO, CIUDADANIA Y MERCADO

    Sociedad civil, organizaciones ciudadanas, sector no lucrativo, voluntariado, organizaciones no gubernamentales, movimiento asociativo, sector comunitario ... son conceptos que se usan y se intercambian sin prestar mucha atención , desconociendo los matices que en sí mismo encierran, debilitando a su vez la solidez de la intervención social y dificultando la reflexión teórica en un área que al menos sociográficamente se visualiza diferenciado de los otros dos, el estado y el mercado, que configuran la realidad de una sociedad .

Antes que nada y aunque la importante contribución de instituciones ó entidades sin ánimo de lucro y no gubernamentales alcanza hoy su mayor atención y reconocimiento en las sociedades democráticas, es preciso contemplar la gran antigüedad de estas en la historia de la humanidad, siendo incluso anteriores al estado y al mercado, debido a que responden al impulso natural de solidaridad del género humano. En la historia hay abundantes experiencias de como diferentes culturas, diferentes religiones, diferentes cosmovisiones, desarrollaron formas de atender a los desprotegidos y mas vulnerables de la sociedad. Bien fueran instituciones caritativas, benéficas o asistenciales promovidas por iglesias, por comunidades, por sindicatos, por particulares filántropos o de forma semipública, su presencia se desarrolló en diversas sociedades a lo largo de la historia del mundo. No obstante es en el último tercio del siglo concluido, en nuestro país en los últimos 20 años, ante la impotencia del estado del bienestar para cubrir todas las necesidades sociales y la voracidad excluyente del mercado, ante los problemas de burocratización, corrupción, falta de eficiencia institucional o de inmoralidad en los negocios, se provoca junto a la decadencia del doctrinarismo ideológico y el aumento de la conciencia de la autonomía en la defensa de los propios derechos y en las potencialidades solidarias, el crecimiento del denominado Tercer Sector.

Sobre el concepto y su importancia.

Asociaciones, fundaciones, entidades de comercio justo, mutuas, cooperativas o empresas sociales ... son generalmente sus instrumentos básicos de intervención que contribuyen a configurar un tejido que posibilita la participación y pluralismo social junto a una mayor riqueza de la actividad socioeconómica en el campo del bienestar.

Se ha venido a definir el Tercer Sector o sociedad civil desde una posición negativa como elemento diferenciado del sector público y privado, cuya titularidad corresponde a las administraciones del Estado y a las empresas lucrativas del mercado respectivamente. Así lo “no gubernamental” y lo “no lucrativo” podrían ser quizás las notas recurrentemente utilizadas para definir al Tercer Sector o Sociedad Civil. No obstante en una aproximación a las notas que caracterizan a estas instituciones, que no son estado y tampoco mercado, podríamos discernir y subrayar que el rango de la titularidad (pública-privada) y de la finalidad de servicio (lucrativo-no lucrativo) resulta muy pacato para definirlas. Si utilizamos el concepto “no gubernamental” exclusivamente nos definiría un conjunto social donde empresas mercantiles y entidades no lucrativas son los sujetos del mismo; de igual manera si utilizamos el concepto “sin de ánimo de lucro” exclusivamente, nos definiría un conjunto social donde administraciones públicas y entidades no gubernamentales serían los sujetos que lo componen. En consecuencia una definición positiva que partiera de esas dos líneas de demarcación frente al estado y al mercado nos llevaría al concepto de iniciativa privada que presta un servicio sin carácter lucrativo, que aunque demarca dice bien poco de la naturaleza del Tercer Sector en cuanto a su alcance y sentido. Sin embargo en el ámbito de la sociedad civil nos encontramos con asociaciones que prestan servicios y no se lucran, no reparten dividendos y sus fondos se destinan a la actividad solidaria; con empresas que entran en la dinámica de un mercado de fuerte competencia defendiendo el comercio justo; fundaciones que gestionan un capital al servio de la solidaridad ; o por el contrario asociaciones montadas o instrumentadas por partidos que no van mas allá de un nombre y una burocracia para captar fondos económicos de subvenciones, fundaciones que son el instrumento para trasladar responsabilidades de gestión de servicios de las administraciones, o empresas con igual sentido y esto sea como sea, no es mas que una perversión de las potencialidades de la sociedad civil.

Tres lógicas sociales

Otra manera de aproximarnos sería detectar la lógica con la que actúa cada iniciativa concreta en un marco social concreto. Existen inextricablemente tres lógicas que prevalecen, histórica o coyunturalmente, enfrentadas o convergentes, dando sentido de forma decisiva a cada uno de los tres sectores referidos de la sociedad. Transversalmente estas lógicas soportan visiones de ideologías, doctrinas, teorías, análisis.., pero lo sustancial es que cada lógica nos proporciona una mirada de la sociedad según el vértice social donde nos coloquemos: mercado-estado-ciudadanía.

Desde la lógica mercantil, que es la lógica de la empresa comercial cuya razón de ser es la búsqueda insaciable de beneficios (acumulación de capital) en los procesos de comercialización de bienes y servicios, se apunta en esencia a la reducción de costes, a la ampliación de su mercado, bien ensanchando ámbito del consumo, universalizando mercados, bien por el desarrollo de nuevas tecnologías o acondicionando la distribución y venta de mercancías. Esta lógica que fundamenta el capitalismo, excluye al que no tiene poder económico y profundiza las diferencias entre los que más tienen y no tienen nada, hundiéndoles en la pobreza. Por supuesto, sus afanes se presentan bajo el signo del interés general. La conclusión es que la lógica mercantil es en cierto modo la antítesis de una verdadera democratización. La lógica estatal, parte de un papel supuestamente neutral del Estado, pero cuya actuación tratará siempre de controlar, ramificar y acrecentar su poder, siempre lo hace claro está, en nombre del cual se erige en sostén y defensor, el interés público. Salvo en momentos electorales la democracia está seriamente limitada. Ambas lógicas interactúan, coinciden y pueden unirse complementariamente en equilibrio de campos de poder. Por el contrario, la lógica ciudadana, parte de la autonomía de la persona y concibe al ciudadano como sujeto activo y responsable, con derechos y obligaciones, que se sabe miembro de una comunidad política y desde una ética de solidaridad fundamentada en valores humanos universales reclama participar y exige condiciones para que esa participación sea posible. Concibe la asociación entre iguales y soberanos, el apoyo mutuo, como el elemento esencial de participación.


El estado tiene como instrumentos fundamentales a los funcionarios y a los partidos políticos. Sería imposible un estado sin funcionarios que lo hagan funcionar y tampoco sería posible, en democracia, un estado sin partidos políticos que lo gestionen, eso sí según las interpretaciones ideológicas y programas de cada uno electoralmente definidas. El mercado tiene en las empresas y trabajadores, organizaciones empresariales y sindicatos, sus instrumentos fundamentales hasta el punto de que sin los primeros no podría existir y sin los otros ( organizaciones empresariales y sindicatos) su vida sería precaria como ha demostrado la conflictividad laboral. Por el contrario la sociedad civil tiene en el compromiso ciudadano su baluarte y energía, en sus organizaciones sus instrumentos y fuerza transformadora, pero no tiene poder , aunque su legitimidad moral sea mayor, y ahí reside su debilidad y la debilidad de la propia democracia, siendo este el mayor reto para la democracia post-liberal, donde la participación y ejercicio democrático de la misma (referendo, consultas, jurados, consejos cívicos..) confirme una verdadera transformación y profundización del poder democrático. La sanidad, la educación, la cultura, la comunicación, el deporte, los servicios sociales, el tiempo libre, la asistencia a las víctimas, el consumo y el desarrollo urbano.., no hay sector que no esté necesitado de tejido social creado desde unas condiciones que permitan realmente la participación democrática; subjetivas, con fondos económicos, medios, instituciones de servicio.., y objetivas, en condiciones de que su práctica social tenga eficazmente incidencia política, pero mientras los recursos económicos y los recursos políticos excluyan a la mayoría viviremos una democracia “bonsái”. No olvidemos que la democracia es algo más que unas elecciones con listas cerradas cada cuatro años y un mercado de libre enriquecimiento elitista; la ciudadanía defiende la democracia porque es un sistema que posibilita el desarrollo integral de las potencialidades humanas y cuando esto no sucede se producen conflictos que ponen en peligro el propio nivel de democracia alcanzado.


La crisis del voluntariado

Como ejemplo pedagógico puede servirnos las diferentes concepciones que se producen con el desarrollo del voluntariado (a saber la acción voluntaria, no confundir con el sujeto, los voluntarios). No solo existen diferentes lógicas de interpretación sino diversas posiciones ideológicas al respecto. Así desde una interpretación burocrática fundamentada en la lógica estatal, los voluntarios podrían ejercer su acción altruista para las administraciones públicas, de forma puntual (voluntarios para eventos) o en continuidad (asistencia ancianos, enfermos,..), y esto se acepta desde posiciones ideológicas neoliberales que buscan reducción de cargas económicas del estado o desde posiciones de izquierda burocrática que desean la extensión del control allende sus confines. Observamos como todos comparten, como algo positivo, crear una especie de bolsa de voluntarios , digamos un inem de voluntarios por comunidad autónoma, donde una persona se registra y espera a que alguien le llame. Mientras tanto mucho curso de formación para la galería y para aplicar fondos europeos, además esto sirve para hacer currículo que ahora se lleva mucho. Por el contrario, una concepción cívico-solidaria del voluntariado entra en contradicción con esas prácticas, su intervención viene presidida por una voluntad de ciudadanía (asunción de obligaciones y derechos), ejercida autónomamente en una asociación (independiente de poderes ajenos al propio marco asociativo donde se produce) y orientada por una perspectiva transformadora de la realidad social donde la justicia , equidad, libertad y los universales derechos humanos substancien el conjunto de las decisiones para la acción.

En nuestro país los diversos gobiernos (central y autonómicos) se apresuraron a fabricar leyes del voluntariado, prácticamente sin debate con los propios interesados (los voluntarios y sus asociaciones), era políticamente correcto, generaba buena imagen, era útil y sobre todo había un acuerdo político en la necesidad de control sobre ese sector. Pero no se reparó en las contradicciones, en la multiplicación de burocracias interasociativas dependientes de las administraciones respectivas (consejos, plataformas, foros..) y de burócratas para controlar burocracias. Los datos que justifican la benignidad de la norma se inflan con lecturas millonarias de voluntarios que no existen, sin reparar que se está efectuando un daño histórico al asociacionismo, verdadera práctica ilustrada europea, al impulsar como figura el voluntario, sujeto sin derechos democráticos pero eso sí con póliza de seguro, en detrimento del asociado con plenos derechos, comprometido con una causa, y que nunca estará en fraude de ley como pudiera cometerse al ser usados laboralmente muchos voluntarios registrados en esas “bolsas-inem” de difícil explicación. No digamos ya al intentar conciliar las leyes del voluntariado con programas subvencionados e interpretaciones de los técnicos de la cosa pública que controlan su aplicación, que por cierto en su mayoría no han sido voluntarios en su vida, pero dan lecciones de interpretación del voluntariado llegando a bloquear a las pocas asociaciones que todavía funcionan.

El avance de la democracia depende del desarrollo de su sociedad civil, hoy verdaderamente subalterna respecto del poder del mercado y del poder del estado, y en algunos casos asfixiada por quienes presumen de demócratas pero comparten con todo tipo de oligarquía un verdadero temor al desarrollo de una sociedad fuerte con un tejido social potente que vigorice , extienda y profundice la democracia. Este y no otro es el horizonte de la democracia en el siglo XXI, la tarea no debe esperar.


Esteban Ibarra.
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia