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España recuerda el Holocausto.

    Al acto, organizado por la Casa Sefarad-Israel en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid, también se han sumado el ex ministro Jorge Semprún, quien estuvo deportado en Alemania en el campo de concentración de Buchenwald, y el eurodiputado Josep Borrell.

El presidente de la Federación de las Comunidades Judías de España, Jacobo Israel, ha lamentado el "retroceso importante" que ha supuesto en España "la despenalización del negacionismo en nombre de la libertad de expresión", y ha considerado que "la negación del Holocausto es la antesala del discurso antisemita".

Juan de Dios Ramírez, presidente de la Unión Romaní, ha estimado que el ultraderechista francés Jean-Marie Le Pen, en el que ve reflejado el "odio nazi y la negación del Holocausto", "debe estar contento" con la resolución del Tribunal Constitucional de modificar el punto dos del artículo 607 del Código Penal.

El 27 de enero, se conmemora en toda Europa la liberación del campo de concentración Auschwitz-Birkenau, el 27 de enero de 1945, con el lema "Pensar en Europa es pensar la Shoa", dado que el Holocausto forma parte de su historia y los países de la Europa actual han construido su democracia, en parte, sobre su recuerdo.

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Por su interés reproducimos el discurso pronunciado por el Ministro de Exteriores y Cooperación Miguel Ángel Moratinos

Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid, 24/01/2008.
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Estamos a punto de separamos tras culminar este acto; Acto conmemorativo del Día Oficial de la Memoria del Holocausto y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad, tal y como quedó definido en el Acuerdo adoptado por el Consejo de Ministros en diciembre de 2004.

Y permítanme comenzar estas palabras con un brevísimo balance de lo realizado desde entonces en el campo del deber de memoria, que podríamos resumir señalando que lo anunciado tanto por el Presidente como por otros miembros del Gobierno en los actos de memoria celebrados en los años anteriores se ha visto cumplido.

El Presidente manifestó, en enero de 2005, el compromiso firme del Gobierno con la memoria y la enseñanza del Holocausto, la voluntad decidida de integrar a España en el “Grupo de Trabajo para la Cooperación Internacional sobre Educación, Memoria e Investigación del Holocausto” y la disposición a colaborar estrechamente con Yad Vashem, Autoridad para el Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto, de Jerusalén.

Y desde este compromiso hemos trabajado sin descanso, tal y como se refleja en el estatus que España tiene hoy en el citado Grupo de Trabajo, habiendo obtenido primero el de país observador y a continuación el de “país enlace”, como pasos previos al de país miembro de pleno derecho, que esperamos alcanzar en el transcurso de este año.

La concesión en el año 2007 del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia a Yad Vashem, cuya candidatura recibió el apoyo firme del Gobierno español, nos congratuló enormemente y contribuye a reforzar nuestro compromiso, articulado en la presente legislatura en torno al deber de memoria y de enseñanza del Holocausto.

La Ministra de Educación y Ciencia anunció hace ahora un año, en este mismo lugar, la incorporación de la enseñanza del Holocausto, por primera vez, al sistema educativo español. Y así se ha hecho, tal y como se refleja en los diversos Decretos aprobados por el Gobierno para desarrollar la Ley Orgánica de Educación.

A los sobrevivientes del Holocausto de origen judeoespañol, presentes en el acto de memoria del año pasado, les anunciamos nuestra voluntad de restaurar las memorias judías de España. Y la Casa Sefarad–Israel es hoy una realidad.

Hemos apostado para que estos pasos sean irreversibles, para que vayan configurando una verdadera política de Estado, por encima de vicisitudes electorales y de debates partidistas. Este ha sido y sigue siendo nuestro compromiso con quienes sois portadores de las memorias de las víctimas del nazismo.

Hoy nos reunimos nuevamente, por tercera vez consecutiva, en este Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid, que tanto contribuye a dar a nuestra ceremonia la solemnidad que merece, dignificando a las víctimas que honramos. Sr. Rector, gracias por su compromiso y por su hospitalidad.

Como en anteriores ocasiones, hemos escuchado las voces de las víctimas. De las víctimas judías ante todo, por la especificidad, singularidad y unicidad de la persecución nazi contra el universo judío europeo, que pretendió eliminar y borrar de la faz de la tierra. Y hemos hecho memoria también del intento de genocidio gitano y de los sufrimientos de los españoles en los campos de concentración.

Como en ocasiones anteriores, el silencio que hemos compartido tiene significados muy particulares. En él anidaron muchas memorias entrecruzadas; rostros, voces y paisajes. Y con todas estas memorias particulares e individualizadas fue forjándose una vez más, de forma colectiva, toda la trascendencia de este acto como un puente entre el pasado y el presente y como punto de unión y convergencia de todas las víctimas de la locura y la barbarie nazi.

Algunos de los presentes, en ese instante, rescataron en lo más profundo de su alma un nombre; tal vez incluso un rostro... Murmurar ese nombre, nombrar a los seres queridos desaparecidos, escribir su nombre en la mente cuando no puede ser leído ni tan siquiera en la piedra de las sinagogas o de los memoriales, es a veces la única forma que queda de honrarlos y darles sepultura.

Otros habréis recorrido por primera vez los caminos de la memoria gitana, cantada hoy en un idioma tan olvidado y desconocido en España como es el romanó. Y otros habéis recordado y dado sentido a los silencios familiares sobre los huidos, los desterrados y exiliados, desaparecidos en algún campo como Mauthausen o Buchenwald.

Como ya he señalado, esta conmemoración del Día Oficial de la Memoria del Holocausto es la tercera que celebramos en este Paraninfo.

Hace dos años, la presencia de sus majestades los Reyes de España y del Presidente del Gobierno, acompañados por las más altas autoridades del país, otorgó a la conmemoración su carácter de Acto de Estado.

El año pasado el acto se configuró, además, como acto simbólico de reparación histórica, retejiéndose los vínculos de España con su memoria judía. Catorce sobrevivientes de la Shoah nos acompañaron, casi todos de ascendencia judeoespañola; vivieron todos con una emoción especial su encuentro con Sus Majestades los Reyes y volvió a escucharse en tierras de España, 500 años después de su expulsión, el viejo castellano que habían conservado como idioma materno a lo largo y lo ancho de sus exilios y diásporas.

Lo que los sobrevivientes repitieron una y otra vez, y con especial emoción, era: "¡hemos vuelto a casa!" Y esa emoción la compartíamos todos.

Muchos de los alumnos hoy aquí presentes pudisteis oírlos hablando judeoespañol en vuestros colegios, porque todos quisieron, con esa compulsión propia de los últimos testigos, hablar y dar testimonio ante niños españoles.

Desgraciadamente están desapareciendo, por ley de vida, quienes fueron víctimas y testigos directos del Holocausto. Es por lo que, en esta tercera ceremonia de conmemoración, hemos querido pasaros el testigo a vosotros, jóvenes, porque sois los que deberéis encender mañana la llama del recuerdo.

Hemos querido que estuvieran presentes en este acto delegaciones de alumnos de colegios españoles, y también hemos invitado a colegios europeos de Madrid, como el Liceo Francés, el Instituto Italiano o el Colegio Alemán. Gracias a todos vosotros por estar aquí. Gracias a los alumnos, y también a los padres y profesores.

El Holocausto es y seguirá siendo la página más trágica de la historia europea. Y queríamos estar hoy con todos vosotros con el propósito de resaltar y transmitiros la europeidad de la memoria del Holocausto. Porque necesariamente pensar Europa, es pensar la Shoah; o pensar la Shoah es pensar Europa. El pensamiento genocidiario nazi podía haber terminado destruyendo nuestro continente pero, a su vez, la conciencia del desastre ayudó a los pueblos europeos a unirse, pasado el proceso de los criminales nazis en Nuremberg y otros lugares de Alemania.

Así es como pudo entonces constituirse una Europa capaz de ofrecer los mayores niveles de democracia y respeto a los derechos humanos, junto con un alto nivel de prosperidad, desarrollo y bienestar social.

Hoy todos los niños de España habéis nacido siendo ciudadanos europeos. Pero para ser plenamente ciudadano europeo es importante entender y asumir una historia común y ser sensible a las memorias europeas, hacerlas plenamente nuestras y compartirlas.

Quisiera recordar, para vosotros -que sois hoy, por haber nacido españoles, jóvenes ciudadanos europeos-, los sentimientos que anidaban en nuestras mentes y nuestros corazones hace tan sólo poco más de 20 años, cuando luchábamos para entrar en la Unión Europea.

En aquellos años, nos empujaba un fuerte sentimiento europeísta, un fuerte deseo de Europa. Pero este deseo de no sólo obedecía a la ambición de una mayor prosperidad. Se alimentaba tal vez aún más de nuestra aspiración a poder compartir al fin los valores universales de los derechos humanos, de las libertades fundamentales, de la solidaridad, de la igualdad, de lo que construye democracias sólidas y ciudadanas. Y por encima de todo nos fascinaba esa Europa que sufrió, que se empobreció bajo el nazismo y sus colaboradores, pero que pudo renacer. Una Europa que supo y pudo reconciliarse.

Y deberíamos sacar importantes lecciones de la Europa que pudo reconciliarse y renacer de sus cenizas, sacando energías de sus más nobles y antiguas tradiciones, y lograr así retejer el manto de un continente roto y ensangrentado.

Hemos querido hoy pasaros el testigo.

Vosotros, los jóvenes, sois los que mañana deberéis encender la llama del recuerdo. Y os pedimos que nunca olvidéis la lectura de los 27 nombres que simbólicamente representan el millón y medio de niños judíos asesinados en las tierras de Europa. Que nunca olvidéis esos hombres y mujeres asesinados o que morían en los campos de agotamiento, frío y hambre. Pero que tampoco olvidéis los relatos de los niños salvados por los justos, como Jaime Vandor -que hoy nos acompaña-; de los niños que lograron fugarse de un convoy a Auschwitz, como Simón Gronovski; de los niños de los guetos que lograban aportar, tras mil visicitudes, esas pocas patatas que alimentaban a toda la familia; de los adolescentes que se unieron a los resistentes, de los niños que pintaban o hacían teatro en Terezin y siguieron cantando al subirse al convoy; del hermano mayor que guardaba un poco de pan para su hermano pequeño y logró salvarlo...

Porque en definitiva, de todo ello, lo que ha de quedar para siempre es que la solidaridad en el infierno permitió que siguieran siendo seres humanos. La solidaridad de los justos salvó simbólicamente a la humanidad. Y porque Europa supo renacer y es, hoy, la esperanza de mundo.

Fuente: Agencias, Casa Sefarad-Israel y Ministerio de Asuntos Exteriores

25/01/2008