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El ultranacionalismo crece sin freno entre los jóvenes de Europa del Este
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Setenta y cinco años después de la llegada al poder de Hitler en Alemania, la nefasta influencia de su ideología pervive y la cantidad de ataques racistas investigados no deja de crecer, especialmente entre los jóvenes y en los países que antes formaban parte de la Unión Soviética.
En Rusia, uno de los países con mayor concentración de actividades neonazis, defensores de los derechos humanos estiman que hay por lo menos 70.000 skinheads (cabezas rapadas).
Galina Kozhevnikova, subdirectora del centro Sova, una organización que denuncia las manifestaciones de xenofobia y crímenes inducidos por el odio, asegura que las organizaciones de la extrema derecha en Rusia "son cada vez más fuertes".
Según datos recopilados por el centro Sova, 68 personas fueron asesinadas el año pasado víctimas de crímenes racistas y otras 565 resultaron heridas en ataques racistas. El número de ataques racistas en Rusia ha aumentado entre un 20% y 25% en los últimos años, de acuerdo con estos datos.
A los estudiantes africanos o de otros países en Rusia se les advierte muchas veces que no deben abandonar sus dormitorios en fechas especialmente peligrosas como la víspera del natalicio de Hitler.
El Ministerio del Interior de Rusia publicó el 19 de enero un informe en el que advierte sobre "un aumento del sentimiento ultranacionalista" en el país. El informe asegura que más del 15% de los jóvenes rusos se identifican con sentimientos ultranacionalistas.
Activistas de los derechos humanos acusan al Estado ruso de tolerar o alentar a los movimientos extremistas nacionalistas.
En las repúblicas bálticas de Estonia, Lituania y Letonia, los grupos neonazis están bastante marginados de las principales corrientes políticas. Suelen manifestarse con actos y desfiles, como todos los años ocurre en el mes de marzo, cuando la extrema derecha letona homenajea a los soldados de las SS hitlerianas que lucharon contra los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial.
Los extremistas de derecha en los tres países bálticos, que forman parte de la Unión Europea desde 2004, también dirigen sus ataques contra los desfiles para la defensa de los derechos de los homosexuales.
Ucrania tampoco ha quedado al margen de las actividades de la extrema derecha, aunque no son usuales los ataques violentos contra minorías étnicas. Aun así, el pasado noviembre cabezas rapadas neonazis y estudiantes de ingeniería indios se enfrentaron a golpes en una batalla campal en la que participaron cientos de personas en Zaporizhia, en el corazón del país.
En otros países que recientemente se incorporaron a la Unión Europea también se puede observar un aumento de las actividades y violencia por parte de grupos de la extrema derecha.
En Eslovaquia tres extremistas de derecha molieron a golpes a una muchacha de piel oscura de 16 años, de origen eslovaco-cubano, mientras gritaban consignas nazis. En este país la Policía registró 188 delitos de cariz racista en 2006, frente a 121 casos contabilizados en 2005.
En la República Checa se calcula que hay entre 3.000 y 5.000 radicales de derecha, un número relativamente insignificante y que no cuenta con apoyo político, según el servicio de contrainteligencia checo.
No obstante, la extrema derecha checa recientemente ha comenzado a tratar de hacerse más visible y a hacer propaganda a favor de sus ideas políticas organizando marchas y protestas.
En Polonia, el ala juvenil de la Liga de Familias Polacas (LPR), un partido nacionalista católico, ha sido acusada de tener simpatías neonazis. El grupo es conocido por sus protestas, a veces violentas, contra los homosexuales.
En Hungría, la extrema derecha ha ganado terreno de forma significativa a partir de los disturbios que sacudieron Budapest en septiembre de 2006, cuando hinchas del fútbol y activistas ultraderechistas atacaron la sede de la televisión húngara después de revelarse el contenido de una grabación en la que el primer ministro admitió que había mentido.
La violencia en Hungría sólo continuó de manera esporádica durante unas cinco semanas, pero los grupos de extrema derecha han adquirido un protagonismo mucho mayor desde entonces.
Esto no es sólo un problema de Europa del Este, en el resto del continente la situación es parecida. La extrema derecha atrae a jóvenes desempleados y con baja escolaridad y a los que rechazan la inmigración. Sin embargo, hay pocos indicios de que los partidos de extrema derecha alguna vez vayan a ser capaces de conquistar un apoyo popular significativo.
Diario de Sevilla. 24.03.08
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