Quienes Somos
Nuestras Actividades
Campañas
Publicaciones
Voluntarios
Hazte Socio
Contacta
Intolerancia
Derechos Humanos
Paz y Tolerancia
Ética y Justicia
Solidaridad y Desarrollo
Comunicación y Libertad
Inmigración y Refugiados
Pueblo Gitano
Racismo y Xenofobia
Antisemitismo
Homofobia
Terrorismo
Ultras y Neonazis
Integrismo
Pena de Muerte
Sexismo y violencia
Violencia Urbana
Maltrato Infantil
Seguridad Ciudadana
Memoria Víctimas
Editoriales
Noticias
Entrevistas
A por más
Informe RAXEN
Cuadernos de Análisis
Onda Verde
Teléfono de la Víctima
Aula Intercultural
Agenda
Foro
Chat
Hazte solidario
Tienda Solidaria

Himmler buscó la raza aria en España.

    "Nazis. Odio a los nazis", decía nuestro arqueólogo favorito, Indiana Jones, que se enfrentó a los encargados por Hitler para excavar en busca de tesoros. La frase de Jones, ay, difícilmente la suscribiría la arqueología española oficial de la posguerra. Más bien al contrario: esa rama de la ciencia abrió con entusiasmo los brazos (los puso en alto, cabría decir) a la arqueología nazi, representada especialmente por la siniestra organización de las SS Deutsches Ahnenerbe (Herencia Ancestral Alemana), que, entre otras labores, investigaba y excavaba por todo el mundo tratando de probar y justificar las abominables teorías raciales del credo hitleriano como la supremacía aria. Un historiador catalán, Francisco Gracia, de la Universidad de Barcelona, ha puesto al descubierto por primera vez las estrechas y profundas relaciones entre la arqueología española y la Ahnenerbe, un tema del que nada se sabía y que pone los pelos de punta. Hay que recordar que la actividad de Das Ahnenerbe, además de la insensata expedición al Tíbet de Ernst Schäfer, y la búsqueda majareta de objetos legendarios como el martillo de Thor o el Grial, condujo a pragmáticos saqueos de museos y colecciones y al frío asesinato de judíos y prisioneros de guerra para estudiar sus esqueletos. La organización -véase una muy amena historia en El plan maestro, de Heather Pringle (Debate, 2007)- fue condenada en los juicios de Núremberg y su director, el standartenführer Wolfram Sievers (todos en la Ahnenerbe tenían rangos de las SS), ahorcado. Con esos angelitos, y también con otros schwarmgeister (soñadores fanáticos) como los arqueólogos de la más reducida Amt Rosenberg, del ideólogo nazi Alfred Rosenberg (colgado asimismo en Núremberg), y vinculada a la Sociedad Thule, estuvo la arqueología española a partir un piñón y abierta a colaborar. El ministro secretario del partido, José Luis Arrese, expresó incluso a Himmler su interés por crear en España una organización similar a la Ahnenerbe nazi y dependiente exclusivamente de Falange, para controlar las bases ideológicas de la prehistoria y la arqueología españolas. En 1941, el arqueólogo Julio Martínez Santa Olalla, comisario general de Excavaciones, que trabó amistad y se carteaba con Himmler, patrono de la Ahnenerbe, solicitó al reichsführer ¡que le enviara una foto dedicada! La apasionante y pormenorizada investigación de Francisco Gracia forma parte del libro que prepara sobre la arqueología española entre 1939 y 1956 y que aparecerá a final de año.

Buen amigo de Sievers, el camisa vieja Santa Olalla (Burgos, 1905-Madrid-1972), explica Gracia, es el hombre clave en la relación con la arqueología nazi. Su idea de la "arianización de España" por los celtas y su ninguneo de los íberos era desde luego digna de la Ahnenerbe. Profesor en la Universidad de Bonn entre 1927 y 1931, germanófilo e hijo de un general amigo de Franco, en marzo de 1939 fue nombrado comisario general de Excavaciones. A partir de ese año, intensificó los contactos con las instituciones arqueológicas de la Alemania nazi.

Francisco Gracia recalca que el terreno ya estaba abonado merced al interés de la Ahnenerbe por España, que se centraba especialmente en el arte rupestre, los visigodos y sobre todo la cultura antigua de las Canarias, donde los nazis confiaban encontrar testimonios de una ancestral raza aria pura de la que serían miembros los primitivos canarios. El prehistoriador de la organización, Hermann Wirth, que buscaba la Atlántida, consideraba que las islas eran restos meridionales del gran continente sumergido, patria de origen de los arios. La expedición debía realizarla en 1939 Otto Huth, otro de los investigadores de la Ahnenerbe, especialista en antiguas creencias espirituales arias, que proyectaba rastrear las viejas prácticas religiosas de los isleños y estaba entusiasmado con los rumores de momias guanches de trenzas rubias. Excavarían y harían mediciones craneales de los canarios. La expedición, sin embargo, quedó pospuesta indefinidamente a causa de la II Guerra Mundial, aunque Santa Olalla proporcionó mucho material documental a la Ahnenerbe.

En 1934 y 1936, una misión del Frobenius Institute estudiaba el arte rupestre del norte y noreste de la Península con un equipo en el que figuraban personajes que destacarían en la Ahnenerbe, como Franz Altheim y la atractiva Erika Trautmann (muy querida por Goering). Posteriormente, como pareja sentimental y miembros ambos de las SS, hicieron investigación racial por Europa y Oriente Próximo -en un ambiente digno de Indiana Jones y la última cruzada-, y de paso espionaje militar para la SD.

En octubre de 1940, cuando Himmler realizó su célebre visita a España, Santa Olalla fue asignado a su séquito y le acompañó a El Escorial, el alcázar de Toledo, al Museo de Prado y al Arqueológico Nacional. El reichsführer quedó contento y el arqueólogo falangista recibió una invitación personal de Himmler para desplazarse a Alemania y estudiar con los jefes de la Ahnenerbe planes de colaboración. El comisario general de Excavaciones fue recibido en el aeropuerto de Tempelhof por el propio Sievers y el standartenführer (coronel de las SS), Von Uslar. Nuestro arqueólogo concretó varios acuerdos en la sede de la organización nazi, como la realización de un ciclo de conferencias del propio Santa Olalla en diversas ciudades alemanas, la publicación a cargo de la Ahnenerbe de un trabajo suyo sobre los godos en España y el intercambio de expertos para participar en diversas intervenciones arqueológicas. Los alemanes estaban encantados de haber encontrado un interlocutor como Santa Olalla y por orden del propio Himmler se empezó a suministrar a la comisaría general de excavaciones material técnico imposible de encontrar en España como película, placas AGFA y papel de revelado de alta calidad. Se ayudó a los colegas españoles también en la fotografía aérea de yacimientos desde el Ministerio del Aire del Reich: no en balde los alemanes conocían bien los cielos de España. Santa Olalla también aceptó invitaciones de la Amt Rosemberg para dar conferencias en Alemania.

La primera gran colaboración entre la Comisaría General de Excavaciones y la Ahnenerbe, explica Francisco Gracia, debía ser la intervención en la necrópolis visigoda de Castiltierra (Segovia), para la que el ministro José Luis Arrese cursó en julio de 1941 una invitación especial a Himmler y a Sievers, "para demostrar la camaradería de falangistas y nacionalsocialistas en el terreno científico, y de manera especial en el estudio de nuestros comunes problemas culturales y raciales". Iba a ser la primera gran excavación (arqueológica: fosas se habían cavado ya muchas) patrocinada por Falange y querían contar con las SS. Santa Olalla se mostraba predispuesto a participar luego, en gentil intercambio, con otros miembros de Falange en la excavación de una necrópolis goda en la Ucrania ocupada por el Ejército alemán. Francisco Gracia apunta que el español tenía interés en sumarse al saqueo de los yacimientos prehistóricos ucranios al que estaban entregados los colegas nazis. Es difícil saber si Santa Olalla imaginaba qué ambiente se respiraba realmente por allí, donde la ciencia de las SS y los einsatztgruppen que asesinaban en masa iban de la mano. De hecho, existía el proyecto de enviar un sonderkommando de la Ahnenerbe al Cáucaso para dilucidar la judeidad de grupos étnicos de las montañas, con la finalidad imaginable. Por suerte para el alma de Santa Olalla (y quizá para su cuello), los nazis no tenían mucho interés en que fueran extranjeros por allí, ni siquiera los muy amigos.

En cuanto a la participación de las SS en la excavación de Segovia, había mucho trabajo que hacer en el Este ("Encargos de carácter más urgente en el marco de la guerra total", señala Sievers a Santa Olalla) y Himmler escribió a Arrese agradeciendo la invitación y prometiendo ayuda para cuando terminaran en Rusia "las operaciones militares en curso". El especialista de la Ahnenerbe que debía trabajar en Castiltierra era nada menos que el sturmbannführer Herbert Jankuhn, jefe de arqueología de la organización, responsable del saqueo de los museos del sur de Rusia y enviado al Cáucaso con la SS Panzer Division Viking a buscar el legendario oro de los godos. No obstante, hubo visitas de las SS al yacimiento, entre ellas la del obersturmführer Schäfer, el héroe de la Ahnenerbe en el Tíbet. Tras las excavaciones, además, las piezas principales de los ajuares de Castiltierra, especialmente los bronces, fueron llevadas a Berlín, para que la Ahnenerbe se ocupara de su restauración ante la dificultad de hacerlo en España. Luego costó una barbaridad que las devolviesen. Santa Olalla, entretanto, iba cayendo en desgracia por el distanciamiento de Franco de los alemanes y por su mala relación con el marqués de Lozoya, director general de Bellas Artes, así como con otros arqueólogos españoles. Parece que incluso se utilizaron los rumores de que era homosexual.

Los arqueólogos españoles no parecen haberse involucrado directamente en nada siniestro, aunque Gracia tiene constancia de un misterioso envío en 1943 de Santa Olalla a la sede de la Ahnenerbe de restos óseos humanos, de los que se desconoce su origen, para su estudio antropológico...