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INMIGRATES: ESCLAVOS Y FISIÓLOGOS

    Que sea necesario impedir la inmigración irregular no debe confundirnos para abrir la puerta a la xenofobia y a un nuevo esclavismo. Aunque estamos muy atentos sobre el pronunciamiento al respecto de la cumbre europea de Sevilla, el gobierno italiano no ha esperado y avanza en una línea inhumana. Un extranjero expulsado, si entra en Italia puede ser sancionado hasta con cuatro años de cárcel; además el inmigrante que se quede sin trabajo no tendrá permiso de residencia. El terror con la amenaza de despido que pueden generar empresarios sin escrúpulos puede ser infinito.
Y puestos a endurecer, el gobierno austriaco pugna por la delantera. Ha preparado una ley que obliga a los inmigrantes a aprender alemán en cuatro años, y si no lo hacen perderán el derecho de residencia. Esto estimula a algunos de nuestros meritorios políticos que ya han reclamado el aprendizaje del catalán, el castellano, y es de suponer que se extendería al euskera, gallego etc. A tenor de algunas declaraciones, la movilidad laboral podría conllevar actividades paraescolares que acabarían convirtiendo en filólogos a nuestros temporeros. Pese a todo, la experiencia demuestra que cualquier persona inmigrante aprende la lengua de donde está, pero lo que resulta opresivo o fascista es hacerlo bajo amenaza de expulsión.
En verdad tras la estigmatización todo llega, primero se confundió la ausencia de control de flujos migratorios con el miedo a la “invasión”, después se zarandeó a la opinión pública con la competencia por el trabajo y el miedo al paro, a continuación con problemas culturales y la amenaza de eclosión de mezquitas por todas partes, y finalmente con la criminalización de la inmigración señalando a todos como potenciales delincuentes. Una verdadera vergüenza lo que está pasando en los últimos meses. A partir de aquí cualquier política es justificable, hasta la italiana que sobrepasa a Lepen, calificando de delito lo que es una infracción administrativa, como estar en el país sin permiso de residencia.
Por el contrario escasamente se resalta que uno de cada tres nuevos afiliados a la Seguridad Social son inmigrantes, que contribuyen a que no sea deficitaria y posibilitan la estabilidad de nuestras pensiones, que gracias a este equilibrio bajan los impuestos, y lo que ve todo el mundo, sectores que necesitan mano de obra como la construcción, el campo, la hostelería, el servicio doméstico y el cuidado de nuestros ancianos, se están manteniendo con inmigrantes en los que nuestro país invirtió cero pesetas en su formación. Algunas gentes de la vieja Europa parecen que no quieren inmigrantes, quieren esclavos, amenazados para que no se desmanden, y además que hablen idiomas.

Esteban Ibarra.
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia.