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ESPAÑOLES Y MARROQUÍES ¿Y AHORA QUÉ?

    La “bronca del Perejil” es un incidente que sin lugar a dudas tiene mayor trasfondo que la disputa de Leila, nombre marroquí de ese islote pedregoso que casi nadie conocía y hoy es el centro de un conflicto entre Estados. Una bronca generada por una acción de soberbia provocadora a la que siguió una exagerada respuesta de prepotencia, mostrando las partes en conflicto unos caminos que no conducían a nada bueno y que deberían estar fuera de lugar entre países vecinos cuyos litigios internacionales, en caso de desacuerdo como evidencian Gobiernos e historiadores, tienen en la Carta de las Naciones Unidas y en el Tribunal de la Haya, el civilizado ámbito de su resolución.
No obstante aunque los intereses en juego, que son muchos, y la mediación de terceros han acabado imponiendo la cordura, lo que no va ser tan fácil arreglar son las marcas y heridas que dejan en los pueblos. Hemos asistido en ambos países a un crecimiento del patrioterismo y de la mutua xenofobia; allí donde debía haber convivencia e integración, han crecido los miedos, reproches, insultos, pintadas e incluso agresiones. Hemos visto caras de preocupación en los inmigrantes marroquíes en nuestro país, o en los españoles que viven en Marruecos y ciudades fronterizas, en paisanos que suspenden viajes turísticos y recelos en gentes que cruzan España a visitar a sus familias en vacaciones. Hay temor y no es justo, porque los errores de los gobiernos siempre los pagan los pueblos.
Es una realidad que la mutua animadversión ha crecido con el conflicto, un ambiente del que siempre sacan rédito y partido los ultras y racistas, los patrioteros e islamistas. Allí donde escasea el diálogo, anida y aflora la intolerancia, por eso la gente de bien debe de reclamar siempre a los Gobiernos la vuelta a la palabra, la desmilitarización del islote, la renuncia a la escalada verbal y militar, la garantía de su inutilización para contrabando y su conversión en un Parque Natural, donde reinen las cabras. Y si para llegar a acuerdos necesitamos a Powell, Kofi Annan o a la ONU en pleno, recúrrase, pero que nadie efectúe ni un solo tiro; debemos proporcionar oportunidades a la paz.
Mientras tanto a los políticos les pedimos que cuiden sus mensajes pues las palabras, como las balas, las carga el diablo y las broncas sabemos como empiezan pero nunca como acaban. A los medios de comunicación, periodistas y tertulianos, les imploramos que contribuyan con su buen hacer a generar convivencia, templanza y respeto a la dignidad de todos. Y a las gentes de ambos países que muestren con su civismo el cariño que cada uno dispensa por su nación, dando la espalda a extremismos y ejemplarizando con un comportamiento de tolerancia e integración, la bandera de ciudadanía universal que debe de ondear en todas las patrias.
Celebremos la vuelta a la cordura y como dice la UNESCO, si las guerras nacen en la mente de los hombres, trabajemos porque sea allí donde debamos crear los baluartes de la Paz.

Esteban Ibarra.
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia.