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EUROPA: ¿SOLIDARIDAD O XENOFOBIA?

    La Unión Europea vive un terrible dilema ante la necesaria presencia migratoria y la crisis económica, dilema que conforme a sus fundamentos institucionales, a su dramática historia en el siglo XX y a su trayectoria reciente, debería resolver con firmeza a favor de la solidaridad, la cultura democrática y los Derechos Humanos. La ola prolongada de xenofobia y de otras manifestaciones de intolerancia que azota al continente son el síntoma de una triples crisis, económica, de modelo de estado del bienestar y de proyecto democrático. En ese contexto, de nuevo el chivo expiatorio vuelven a ser los colectivos vulnerables, especialmente inmigrantes y en particular, los gitanos, sin excluir el avance de la intolerancia transversal a todos aquellos que son víctimas del odio, la discriminación y la violencia por el hecho de ser diferentes.

Sin embargo lo que era inconcebible hace unos meses, el acceso institucional de la xenofobia, hoy ya no lo es y los signos que prevalecen pasan de la inquietud a la alarma. Solo hay que constatar que antaño se generó un escándalo político con la entrada gubernativa de Haider y su partido ultraderechista en Austria, en cambio hoy no se ha generado reacción crítica significativa ante el acceso de formaciones similares en el Gobierno Italiano y a otras instituciones locales o autonómicas, un gobierno que ha otorgado “poderes especiales” a los gobernadores civiles para abordar, como así expresan, la denominada “emergencia gitana”. Todo ello junto a la satisfacción del presidente por la presencia de la “nueva falange romana” y su actitud de combate y compromiso.

Pero si Italia estremece y recuerda su pasado fascista, la Eurocámara y la Unión no tuvieron reparo en enviar un mensaje muy duro a los inmigrantes que lleguen sin papeles, convertidos ya en Italia en delincuentes. La Directiva de Retorno, conocida por la “directiva de la vergüenza”, establece la posibilidad de internar en centros penitenciarios por un plazo de seis meses, ampliables 12 meses más, a los inmigrantes de terceros países que sean objeto de procedimientos de retorno. Las desmemoriadas instituciones europeas no recuerdan que en el 2006 la Eurocámara condenó por unanimidad los 18 meses de detención de la petición de Malta para medidas similares. Este continente desmemoriado resulta peligroso, aunque luego hay Gobiernos como el español que manifiesten que nunca aplicarán la Directiva. De acuerdo, pero se aprobó y con los votos de los eurodiputados españoles, salvo quienes mantuvieron su dignidad democrática junto al resto que lo criticaron, abstuvieron o rechazaron.

Mientras tanto, mientras vivimos en esta década del siglo XXI otro periodo de grandes migraciones, con 220 millones de migrantes en el mundo, las otras Directivas, las de igualdad de trato y las propuestas aprobadas para reforzar en la Unión Europea las leyes de protección social en el boque de 27 países, recogiendo derechos transfronterizos de pacientes y la legislación antidiscriminatoria por edad, minusvalía, orientación sexual y religión, en el ámbito del trabajo y otros de la vida cotidiana, quedan reducidos a gestos desapercibidos ante la dureza del mensaje. Y que decir de la inaplicación del Convenio de Derechos de los Trabajadores Inmigrantes, escasamente ratificado.

Los primeros en percibir la dureza de la situación han sido los gitanos. En este ambiente nada favorable frente al racismo, la xenofobia, el antisemitismo y otras manifestaciones de intolerancia, los gitanos italianos han visto quemar sus campamentos, identificar huellas dactilares de niños pequeños, vieron como ciudadanos tomando el sol miraban con indiferencia como se ahogaban dos niñas gitanas, sin olvidar el despliegue militar en 9 ciudades estigmatizando y criminalizando su existencia. Si no observamos que asistimos a un grave problema, a un prolongado maremoto xenófobo, estaremos inmersos de nuevo en la inquietante advertencia de Martín Luther King “tendremos que arrepentirnos, no tanto de las acciones de la gente perversa, sino de los pasmosos silencios de la gente buena”.


Esteban Ibarra
Presidente Movimiento contra la Intolerancia