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MEMORIA DE LOS ESPAÑOLES EXILIADOS

    El siglo pasado de nuestra Europa ilustrada que proclamó el reino de las luces y de la razón nos dejó llenos de cicatrices marcadas por las más profundas expresiones de depravación y barbarie. Nuestro continente se convirtió en el reino de la matanza, tras diversas guerras civiles, dos Guerras Mundiales, terrorismos por doquier, además de escenarios del horror con nombres propios como Auschwitz, Birkenau, Treblinka... en suma el Holocausto, junto al Gulag, Bosnia, Chechenia, Kosovo y todos aquellos lugares de este sumatorio de la muerte que contabilizó a millones de personas asesinadas y desaparecidas, y a otros tantos millones de personas que huyeron de su trágico destino exiliándose y vagando de un lado a otro en una dura lucha por sobrevivir.

Precisamente una exposición, organizada por la Fundación Pablo Iglesias y El Centro de Arte Reina Sofía, acerca a nuestra desmemoriada sociedad a tiempos de la dictadura franquista, tras la Guerra Civil, rescatando del olvido la tragedia de un exilio que alcanzó a más de cuatrocientos mil españoles. En esta nuestra dura historia, a la crueldad de la propia guerra que nunca tuvo que suceder, hay que añadir el drama del exilio del que poco se habló y que tuvo en miles de niños sus víctimas mas injustas de la infame contienda, para quienes, ni siquiera con el paso de los años, se tuvo compasión. Algo que debiera hacernos reflexionar sobre el padecimiento en la España de hoy de un exilio obligado por la crueldad terrorista.

Por desgracia, al igual que sucedió en nuestro país, en Europa o en otros lugares del planeta, como a nuestros hermanos Chile y Argentina entre otros, las dictaduras generan llagas que nunca se cierran. Expulsados o huidos de la tierra que les vio nacer, los exiliados en cualquier parte del mundo se enfrentan en su drama a la lucha por la supervivencia; viajan con maletas, generalmente vacías, donde caben los recuerdos agolpados, llevando por equipaje poco mas que la dignidad de las personas libres. En este desgarro, arrancados de sus raíces, solo les resta un inconcluso proyecto de vida en el que guardan para el mañana un retorno a su patria que no acaba de llegar.

Pero hemos aprendido ciertas lecciones de nuestros horrores, y una de ellas es que el olvido y la indiferencia no son nunca una respuesta a las injustas tragedias. Sabemos, como afirma el dicho popular, que quien olvida su historia está condenado a repetirla; sabemos que la memoria es parte de la respuesta a la vida y a su complejidad plagada de contradicciones. Por lo tanto permítasenos recordar, por la dignidad de todos y por solidaridad con quienes hoy viven desplazados o refugiados, en la esperanza de que la libertad alcance finalmente a quienes siguen sufriendo el exilio. Sin memoria el ser humano entra en una soledad de silencio e indiferencia, dijo Elie Wiesel, nobel de la Paz y superviviente del Holocausto, pues quien no recuerda pierde su humanidad.

Esteban Ibarra.
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia.