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EL JUICIO DE BEATRIZ AGREDANO

    A Beatriz le arrebataron la vida en los aledaños del Cerro Almodóvar, próximo al barrio madrileño de Santa Eugenia. Tenía solo 21 años y un proyecto de futuro anidado al calor del cariño de una familia que hoy sufre su ausencia. Seis años después de aquel fatídico 27 de Noviembre en el que era asesinada por unos violadores que la secuestraron en la estación de Vicálvaro, transcurre un juicio que sienta en el banquillo a los presuntos autores de aquel crimen horrendo. Al día de hoy, ni sus seres queridos pueden evitar el dolor en sus rostros y las lágrimas silenciosas en los pasillos de la Audiencia, ni la ciudadanía su conmoción ante el recuerdo de aquel bárbaro homicidio.

Dos personas se sientan en el banquillo y dicen no ser responsables del crimen, aunque en sus primeras declaraciones se autoinculparon y admitieron espontáneamente gran número de detalles que revelan su perversión e incluso la participación de cuatro depredadores asesinos en la agresión sexual y muerte de Beatriz, tras tres horas de sufrimiento, así como el uso de un coche para su secuestro. Uno alega ser retrasado mental y el otro su condición de alcohólico, y ambos dicen que su confesión fue obligada por la policía. Pero la ex –mujer del que va de retrasado, que no parece tal después de observar sus reacciones en la sala, denunció sus fechorías criminales que luego corroboraron ellos mismos tras su detención. Ahora lo niegan.

Esta vez la víctima fue Beatriz, pero que nadie dude que este crimen alevoso y premeditado, ejecutado con una voluminosa piedra de mas de diez kilos, tras vejaciones e intento de muerte por estrangulamiento, fue resultado de una cacería donde la víctima fue elegida al azar. Este crimen abyecto apareció relacionado con el de otras dos jóvenes, por denuncia de la citada “ex” del presunto, que son el de Susana Ruiz y Rosana Maroto. De momento nada es firme pero estremece pensar que así pudiera ser. Estas horribles tragedias son una muestra de la dura crueldad de la violencia sexista y el daño causado es tan irreparable que toda condena que se señale en una país democrático, que afortunadamente no se pone a la altura del criminal, parecerá nimia ante la magnitud de su acción.

Una vez escuché a un Fiscal explicar en un juicio por homicidio que no condenar a un culpable no tiene tanta trascendencia; y ponía el ejemplo de un ladrón a quien en caso de repetir su fechoría acabarían pillando y en el supuesto de no reincidir, tan solo sería un gamberro que tendría su conciencia intranquila sin que por ello sufriera la sociedad. Pero el crimen que nos ocupa desautoriza el ejemplo desafortunado de aquel Fiscal; las víctimas si sufren y tienen derecho a que se haga justicia, tampoco nadie puede aceptar el riesgo de que se repita otro crimen y la sociedad, a quien nunca consultó, también sufre, se alarma y reclama sus derechos, a los que solo se llega tras una eficaz y rigurosa investigación policial, una buena instrucción de los casos y una condena firme de los culpables. Sinceramente, esperamos que se haga Justicia.

Esteban Ibarra.
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia.