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LA IDEOLOGÍA DEL ENEMIGO TOTAL. Por Gregorio Peces-Barba.

    La cultura del enemigo total se refleja en sociedades autoritarias y belicistas y en personas dogmáticas y violentas. Recorrió el nazismo y el estalinismo y en ella se basan los fundamentalismos religiosos.

La ideología del enemigo sustancial es el mayor peligro para una concepción humanista de la historia y de la cultura y para una concepción integral de la democracia, con sus componentes liberales, socialistas y republicanos. Las ideas de progreso, de dignidad humana, de libertad, de igualdad y de fraternidad, propias del humanismo, que se reafirma en la modernidad, desde el hombre centro del mundo y centrado en el mundo, sufren desde el tránsito a la modernidad hasta hoy el ataque disolvente y destructivo de las diversas formas que presenta la ideología del enemigo sustancial. Es una variante, quizás la más radical y peligrosa del pesimismo antropológico de la vieja idea de que el hombre es un lobo para el hombre. Es la tradición de Horacio, con precedentes en el mundo griego, y que reaparece en el siglo XVII con Hobbes, y con otros representantes de la cultura barroca. En el capítulo XIII de la Parte Primera del Leviatán describe la situación del hombre en el Estado de naturaleza como de guerra de todos contra todos y donde "todo hombre es enemigo de todo hombre". Esta cultura del enemigo total se refleja en las sociedades, en las ideologías políticas e incluso en la propia personalidad de quienes la asumen. Se refleja en sociedades, autoritarias, totalitarias, excluyentes y belicistas y en personas dogmáticas, violentas, agresivas, intolerantes y que cultivan el odio. Son modelos antidemocráticos, antiliberales, antisolidarios y antipluralistas que en las personas que lo forman fomentan rechazos a la dignidad humana, al respeto, a la amistad cívica, al juego limpio. Esta cultura es inexorablemente fundamentalista e impulsa la destrucción del adversario, como enemigo sustancial, como incompatible absolutamente para la convivencia. Así el "todo hombre es enemigo de los demás", se transforma para esas posiciones, en la defensa de un yo inocente, justo y poseedor de la verdad, frente a los otros, que son los enemigos.

En 1930, Thomas Mann elevó su voz contra el nazismo ascendente: "... Una política grotesca, con modales de ejército de salvación, basada en la convulsión de las masas, el estruendo, las aleluyas, y la repetición de consignas monótonas, como si de derviches se tratase, hasta acabar echando espuma por la boca. El fanatismo erigido en principio de salvación, el entusiasmo como éxtasis epiléptico, la política convertida en opio para las masas del Tercer Reich, o de una escatología proletaria, y la razón ocultando su semblante". Aquella predicción de lo que estaba por pasar la expresó el autor de La montaña mágica en la Beethoven Saal de Berlín, anticipándose lúcidamente a la más cruel expresión del enemigo sustancial, la que justifica Carl Schmidt y realizarían Hitler y sus secuaces nazis hasta su derrota en la Guerra Mundial. La justificación teórica, en abstracto, está en El Concepto de lo Político de 1932. Schmidt lo identifica con el otro, con el extranjero, donde "los conflictos que con él son posibles... no podrían ser resueltos ni por un conjunto de normas generales, establecidas de antemano, ni por la sentencia de un tercero reputado, no interesado e imparcial". Como se ve, descarta al derecho y la posibilidad de pacto social, y al justificar más tarde con esa base doctrinal las leyes de Nuremberg de 1935, está señalando la solución para exterminar al enemigo sustancial fuera del derecho: los campos de concentración y de exterminio. Es la salida normal de "todo sujeto sin valor, indigno de vivir". Por eso justificará las leyes raciales de Nuremberg de 15 de septiembre de 1935, donde se señala a los judíos como los enemigos sustanciales. Son sus trabajos La Constitución de la libertad y La Legislación Nacional socialista y la reserva del 'Ordre Públic' en el Derecho Privado Internacional. Lo completará más tarde, en octubre de 1936 en el Congreso del Grupo de Profesores Universitarios de la Unión Nacional Socialista de Juristas con un comentario final sobre la Ciencia del Derecho Alemán en su lucha contra el Espíritu judío. En ese contexto resulta sorprendente que en la publicación castellana de Tierra y Mar, en 2007, tanto el prologuista como el epiloguista ignoran esa etapa negra del pensamiento de Schmidt. Era efectivamente un encantador de serpientes, que a muchos en la derecha y en la izquierda les produjo y produce un bloqueo moral inexplicable.

En todo caso, la ideología del enemigo sustancial afectó con el leninismo y el stalinismo al marxismo y es también una enfermedad crónica en la cultura de las religiones, cuando se institucionalizan y se organizan jerárquicamente. No está ni en el Sermón de la Montaña ni en los Evangelios, pero sí aparece hasta hoy en la doctrina de los papas y de los obispos, siempre desconfiando de la Ilustración, de la laicidad y de la libertad religiosa. En otras religiones, incluso el reflejo de la ideología sigue siendo brutal y con ello se justifica el asesinato y la guerra contra el infiel hasta su exterminio.

Junto a las dimensiones radicales existen otras formas más débiles, pero donde las raíces de la intolerancia y del afán del exterminio del enemigo están presentes, aunque templadas por estructuras políticas, jurídicas y culturales que las atenúan y quizás por el desconocimiento de quienes incurren en ellas, aunque no lo sepan. Son fenómenos que se producen en las sociedades democráticas donde la cultura de la ideología del enemigo sustancial subyace a muchas posiciones, y afecta también a personas que no han asumido el pensamiento liberal, democrático, social y republicano que conforman el talante de respeto y de nobleza de espíritu y de amistad cívica de los que no creen que ningún hombre aporte una verdad total y redentora.

Aquí se fundan todas las fundamentaciones religiosas, políticas y culturales. Aquí encontramos a Bolton o a John Yoo defendiendo las políticas de Bush sobre la tortura, el estado permanente de excepción o la detención sin juicio. También a los obispos y cardenales que se consideran depositarios de verdades absolutas incompatibles con el pluralismo y por encima de la soberanía popular y del principio de las mayorías, a los políticos que desprecian a sus adversarios y que discriminan, como hace la presidenta de la Comunidad de Madrid, entre asociaciones de víctimas a quienes apoya, frente a otra, mayoritaria, que es marginada, car tel et mon bon plaisin, según la fórmula que justificaba las decisiones de los monarcas absolutos. Ése fue en muchos temas el comportamiento de muchos dirigentes del PP en la anterior legislatura. Creo que es a eso, a la utilización atenuada de la ideología del enemigo sustancial, a lo que se refiere Rajoy cuando habla de que hay cosas que cambiar. Ojalá eso nos lleve a un centro derecha abierto, centrista y liberal, que tanto necesita este país. Finalmente, esta epidemia intelectual y moral alcanza también al modelo de la cultura cuando un escritor de éxito desprecia y descalifica al resto de los escritores. Todas estas actitudes desvirtúan y se alejan de la idea de dignidad humana y del respeto a los demás. Frente a ellas, la vacuna, la terapia, es más democracia, aunque siga siendo el peor de los regímenes con excepción de los demás experimentados hasta ahora.

¡Sapere aude! para todos.

GREGORIO PECES-BARBA MARTINEZ es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid. Fué Presidente del Congreso de los Diputados, uno de los siete Padres de la actual Constitución Española y es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.