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El asesinato de un gitano y su hijo de cinco años esta semana ha consternado Hungría y avivado el debate sobre los crímenes racistas, y este es sólo el último incidente de una espiral de resentimiento de la que se beneficia la extrema derecha.
La aldea de Tatárszentgyörgy, que vive días de luto y dolor, es una localidad con calles de barro y viviendas modestas, casi aislada 50 kilómetros al sur de Budapest y convertida en símbolo de la difícil situación de falta de perspectivas de la población gitana. Los autores del asesinato parece que planearon perfectamente el ataque: mientras uno supuestamente lanzó bombas incendiarias contra la casa de la familia Csorba, otro esperó agazapado cerca de la puerta para disparar al padre y a su hijo cuando trataban de escapar de las llamas.
En 2008 el colectivo gitano sufrió 53 ataques, 17 con armas o "cócteles molotov", lo que acabó con la vida de dos de ellos. En la inmensa mayoría de los casos, los responsables siguen impunes. Tatárszentgyörgy es ahora víctima de las dos muertes y ha sido estigmatizada por ello, opinan los lugareños y la alcaldesa de la localidad, Berente Imréné.
Imréné explicó a Efe que "aquí no había conflictos mayores. Si el ataque se dirigía en general contra los gitanos, se trata de un crimen organizado más amplio que las fronteras de la aldea". "Nos estigmatizaron", lamentó, al explicar que en el pueblo de poco menos de 2.000 habitantes existe un "ambiente sepulcral" en el que todos, independientemente de su etnia, comparten el luto. "Es muy probable que acudamos a la ayuda de psicólogos para que la población pueda afrontar la tragedia", aseguró la alcaldesa. "Pese a que en toda la aldea se percibe el miedo, no tenemos miedo de los lugareños", sino de algo ajeno, explicó.
La última casa del pueblo, allí donde se produjo el crimen, se encuentra rodeada por velas y por las huellas de las veladas, costumbre romaní que durará hasta el entierro. Un vecino dijo a Efe que "lo bueno es que en la velada participan "gachós" (no gitanos) también".
Pero este ha sido sólo el último episodio de una serie de agresiones. La más grave de ellas fue el pasado noviembre, cuando dos hermanos fueron asesinados en la localidad de Nagycsécs, en el este del país, de forma casi idéntica. Políticos, organizaciones civiles y activistas buscan las causas de estas agresiones, mientras los actos racistas son cada vez más violentos.
Muchos apuntan a la retórica del odio del partido del extrema derecha Jobbik y a su brazo paramilitar, la Guardia Húngara, que utiliza un uniforme que recuerda a los fascistas magiares que apoyaron a los nazis. La aldea fue escenario de un provocador desfile de la Guardia Húngara, que pretende "limpiar" la vida pública de lo que califican como el "crimen gitano".
Con una crisis financiera internacional que se ceba con Hungría, los gitanos se están convirtiendo en un chivo expiatorio al que culpar de muchos males. Poco después de este desfile, un tribunal prohibió el 17 de diciembre la "asociación cultural Guardia Húngara por causar temor entre los gitanos y en otras minorías y herir la dignidad de los judíos", según la sentencia.
Esta semana un informe de un comité del Consejo de Europa criticó a Hungría por el "brusco aumento del racismo en el discurso público" y por la cada vez mayor difusión que tienen en la prensa los mensajes y las actitudes racistas contra los gitanos. A los vecinos de Tatárszentgyörgy no les gusta hablar con desconocidos de "asuntos políticos", pero Ferenc, un gitano que conocía al padre asesinado, lo define como un "buen hombre que trabajó mucho para salir de la miseria. Y ahora lo mataron". "No tiene sentido luchar", agregó amargamente, mientras que Judit, también vecina de la aldea, opinó que "las autoridades ocultan algo".
La familia decidió denunciar a la policía, ya que en un primer momento las autoridades hablaron de que el padre y el hijo murieron por un accidente doméstico, según recoge la prensa local. "Querían encubrir el caso", dijo el abuelo de la familia, que agregó que el escenario del crimen se selló muy tarde, por lo que se perdieron muchas huellas que podrían conducir a los autores. Las autoridades de Tatárszentgyörgy han abierto una cuenta bancaria a nombre de la viuda y muchos han decidido echar una mano a la familia.
ADN 26.2.2009
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