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LABORDETA un irrepetible luchador por la Libertad y la Democracia

    

Un aragonés irrepetible. Jose Antonio Labordeta.


La voz de José Antonio Labordeta se extinguió la madrugada del domingo, a los 75 años, y de inmediato, una corriente de afecto y dolor se despertó en la noche corriendo de boca en boca, de SMS en SMS, hasta su expresión pública, consumada ayer en la capilla ardiente abierta en el Palacio de La Aljafería, de Zaragoza. Miles de personas rindieron, en un ceremonial que seguirá hoy, su homenaje póstumo a un ciudadano de múltiples perfiles: cantautor de poética árida, poeta y narrador en tenso equilibrio entre el escepticismo y el idealismo, excursionista de mochila dinámica y diputado de urgencia.

El abuelo,
como le conocían sus allegados desde tiempos en que aún no tenía edad para serlo, falleció de un cáncer de próstata diagnosticado cuatro años atrás. Retirado de la política en el 2008, tras dos legislaturas como diputado de la Chunta Aragonesista, tuvo poco tiempo para disfrutar de su refugio otoñal en Altafulla. En los últimos meses estaba muy débil y apenas salía de su piso de Zaragoza, donde recibió un goteo de distinciones y homenajes. El jueves fue hospitalizado y el sábado entró en coma irreversible.

TRES DÍAS DE LUTO / El ayuntamiento de Zaragoza decretó tres días de luto oficial, reconocimiento que se suma a los numerosos mensajes de dolor expresados por personalidades de la cultura y la política, incluyendo las máximas personalidades, el rey Juan Carlos y el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Sus compañeros catalanes en el Grupo Mixto, Joan Saura (ICV) y Joan Puigcercós (ERC), destacaron la «honestidad» de este «amigo de Catalunya», que visitaba Barcelona con frecuencia para ofrecer sus recitales (los últimos, en Barnasants), acompañado por su mánager y amiga durante más de dos décadas, Carmen Peire. Cuando paseaba por la capital catalana, recibía continuas muestras de complicidad, y las felicitaciones espontáneas a pie de calle fueron enfáticas tras su célebre «¡a la mierda!» en el Congreso en el 2003.

Compañeros de viaje de la canción de autor se han sumado al duelo. Serrat abrió anoche su recital en el teatro de La Zarzuela, de Madrid, pidiendo una ovación para su «gran amigo», e Ismael Serrano destacó la «claridad y rotundidad» de Labordeta al «defender sus convicciones». La zaragozana Carmen París destacó su «firmeza y coherencia»

Licenciado en Filosofía y Letras, Labordeta (Zaragoza, 10-3-1935) fue, en los años 60 y 70, profesor de instituto de Historia, y entre sus alumnos figuró Federico Jiménez Losantos. En paralelo cultivó su actividad literaria, centrada en la poesía y los relatos breves, y crecida bajo el influjo de César Vallejo y su propio hermano Miguel, fallecido en 1969 y por quien siempre mostró una admiración reverencial. Se profesionalizó tarde como cantautor: debutó con Cantar y callar, en 1971, a los 36 años, en la trinchera antifranquista. Su relevo, Tiempo de espera (1975), incluía Canto a la libertad, que algunos paisanos quisieron convertir en himno de Aragón, iniciativa que él siempre frenó. Cantata para un país (1979) fue otra obra destacada. Entre sus canciones más celebradas figuran Somos, Aragón y Recuérdame. Piezas de constitución sencilla, que combinan una sequedad expresiva con un halo melancólico, y que el público cantaba con él en sus recitales en salas como L'Aliança de Poble Nou. En el disco en directo Tú y yo y los demás (1991) se acompañó de Sabina, Paco Ibáñez, Ovidi Montllor e Imanol.

La serie Un país en la mochila, de Televisión Española, le realzó como personaje público antes de su entrada en la política. Sus experiencias en el Congreso inspiraron el libro Memorias de un beduino (2009) y confirmaron que su ánimo se movía entre el escepticismo y el afán por pasar a la acción. Tras ocho años, tuvo suficiente. En el 2007, anunciaba en este diario que abandonaba la política «por la edad y la salud, pero también por cansancio ideológico».

Casado con Juana de Grandes, catedrática de latín ahora jubilada. Labordeta deja tres hijas, Ana, Ángela (que le ayudó a escribir su libro póstumo, Regular, gracias a Dios) y Paula. Incómodo con «los fastos y oropeles», como diría Aute, sus palabras son la mejor guía para decirle adiós. «Recuérdame, como un árbol batido, como un pájaro herido, como un hombre sin más» (Recuérdame).

El Períodico.com