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Le Pen pulveriza su techo electoral en Francia

    

A solo unos meses de las elecciones municipales francesas y las europeas del próximo mes de mayo, el principal quebradero político de François Hollande se llama Marine Le Pen. La popularidad de la ultraderechista no deja de ganar enteros y su partido, el Frente Nacional (FN), como ella misma viene prediciendo, se ha convertido «en el centro de gravedad» de la actividad política.


Tras la calificación en cabeza (40%) de un candidato «lepenista» este fin de semana para la segunda vuelta de las cantonales parciales celebradas en Brignolles (sur de Francia), la presidenta del FN aseguraba ufana que el suyo se ha convertido en el primer partido de Francia. Ayer, un sondeo abundaba en ese sentido al aupar, por primera vez, a la formación de extrema derecha como la preferida por los franceses para las elecciones europeas, con un 24% de los votos. Por detrás, la conservadora UMP (22%) y principal partido de la oposición, y el Partido Socialista (19%).


«Es un seísmo sin precedentes», se congratulaba el Frente Nacional en un comunicado. «Es un resultado que hay que interpretar como una ola de entusiasmo manifiesto de los franceses por Marine Le Pen y el FN y una adhesión a nuestra crítica de una UE ultraliberal», declaraba Steeve Briois, secretario general del partido. Tanto es así que la opción de la extrema derecha se antoja como una tentadora alternativa en los próximos comicios para los millones de electores desencantados con el Gobierno socialista o decepcionados con los resultados –o la ausencia de ellos–, en materia de seguridad, inmigración, economía o poder adquisitivo.


No extraña, por lo tanto, que la recurrente polémica acerca de los gitanos rumanos, sus problemas de integración y el aumento de la delincuencia vinculada a esta población se haya convertido en uno de los principales argumentos de esta –todavía– incipiente precampaña, un terreno tradicionalmente abonado y próspero para la ultraderecha. Pero el Ejecutivo galo quiere acabar con este coto privado.


Para tratar de frenar el ascenso aparentemente imparable del FN, tampoco sorprende que Hollande haya recurrido a su mejor baza: Manuel Valls. El responsable de Interior, pero también el más «sarkozista» de sus ministros y el único capaz –manejando sin complejos un discurso firme– de contrarrestar a una extrema derecha cada vez más antiliberal, antieuropea y proteccionista. Y que más allá de aspirar a trastocar el actual mapa político, entrando a gobernar en un buen puñado de ayuntamientos, tiene sus miras puestas en las elecciones europeas, tradicionalmente poco favorables al movimiento de ultraderecha (6,34% en 2009), y en las que podría asentar su fuerza.


Entre los cada vez más numerosos apoyos que le están surgiendo a Marine Le Pen, destaca uno inesperado: el del actor francés Alain Delon. En una entrevista al diario suizo «Le Matin», el galán del cine galo «aprueba» el «importante lugar» del Frente Nacional, convencido de que «no estaríamos aquí si Nicolas Sarkozy estuviera en el poder». El actor encuentra «edificante» la evolución de la derecha radical porque «la gente está cansada de que se le hable como lo hacen. Quieren acción, quieren otra cosa».


Para neutralizar al FN, el endurecimiento del discurso parece ser la única solución. Las recientes declaraciones de Valls sobre los gitanos del Este y «su vocación» a ser devueltos a sus países de origen así lo atestiguan. Tampoco parece casual la gira anti FN que el ministro del Interior inició el lunes para abordar un asunto tan electoralista como el de la seguridad. Su primera escala fue la localidad de Forbach (región de Lorena), ciudad a cuya alcaldía aspira el «número dos» del Frente Nacional, Florian Philippot, y en donde Marine Le Pen obtuvo un 26% de sufragios en las pasadas elecciones presidenciales.


Contra el populismo y el nacionalismo no basta con salir de la crisis, explica Hollande en una entrevista que publica hoy el semanario «Le Nouvel Observateur». «Será necesario mucho más para disminuir los egoísmos nacionales y las aspiraciones identitarias», añade.


Con su «cruzada», el Gobierno busca evitar que los franceses se sirvan de los extremos para castigar la acción de Hollande, al que sólo un 27% de ciudadanos otorgan su confianza, según TNS-Sofres para «Le Figaro Magazine». En el mismo sondeo, Marine Le Pen escala hasta la tercera posición entre los más populares y con más futuro, por detrás de Manuel Valls y Nicolas Sarkozy, y a la altura de François Fillon, Alain Juppé y Christine Lagarde.