Kaláshnikov en mano, Alexander Muzychko lanza desde el escenario su retahíla de amenazas de muerte. “Os lo advierto, si alguien en esta ciudad, en esta zona, se dedica a la anarquía y el saqueo, los escuadrones del Sector de Derechas (Práviy Séktor) dispararán a los bastardos en el acto”. Ataviado con ropa militar y flanqueado por sus soldados, el líder de uno de los grupos de oposición más activos en los combates callejeros que forzaron la caída del régimen de Yanukóvich va aún más lejos: “Asaltaremos las unidades militares, nos haremos con los vehículos blindados y tanques: sabemos cómo manejarlos e iremos a Kiev. La victoria será nuestra”, espeta. Aún faltaban días para la victoria de los revolucionarios.
Este es Muzychko y este es su “credo”: luchar contra “los comunistas, los judíos y los rusos mientras tenga sangre en las venas”. Participante activo en Maidán, este hombre de negocios dirige la sección Oeste del Sector de Derechas, una organización paraguas de los ultranacionalistas de extrema derecha que incluye a los seguidores de Svoboda (Libertad), Patriotas de Ucrania, Trizub o la Asamblea Nacional de Ucrania. Todas ellas comparten una ideología común antirrusa, antijudía y antiinmigración. Sus huestes, la principal fuerza de choque de los opositores en los sangrientos combates de la semana pasada en Kiev, se atribuyen todo el mérito de la victoria revolucionaria, tras ganar cierta legitimidad al acumular un número considerable de muertos en batalla. Gracias a ello, están condicionando en cierto modo el proceso de transición.
Todavía se contaban las víctimas en los disturbios cuando Yanukóvich y los tres líderes de la oposición firmaron en la Rada Suprema un acuerdo de paz orientado a la formación de un Gobierno de unidad nacional, sin vencedores ni vencidos. Aquella noche del 21 de febrero, el Sector de Derechas y las facciones más combativas de las autodefensas de Maidán (el movimiento popular de protestas y resistencia callejera), lanzaron un ultimátum a los líderes: nada de acuerdos con Yanukóvich y sus acólitos o la sangre volvería a correr. Un día después, con el derrocado presidente en paradero desconocido y todo el poder en manos de sus opositores políticos, el recién nombrado ministro de Interior, Arsén Abákov, invitaba a líderes y militantes del Sector de Derechas a integrarse en las nuevas fuerzas del orden ucranianas.
Muchos reaccionaron con incredulidad a la oferta, que mostró la debilidad que sienten las nuevas autoridades ante los radicales de extrema derecha, a quienes abrieron las puertas de las instituciones del Estado por su determinación de luchar hasta el fin. Por ello, el temor se extiende entre los judíos de Kiev. Hasta el punto de que el rabino jefe de la capital, Moshe Reuven Azman, los ha instado a abandonar la ciudad, e incluso el país si fuera posible. “Pedí a mi congregación que salga del centro de la ciudad o de la urbe todos juntos, y si es posible también del país. No quiero tentar a la suerte, pero hay constantes amenazas de ataques contra las instituciones judías”, declaró el viernes Azman al diario israelí Haaretz.
El rabino, que decidió cerrar las escuelas de la comunidad en Kiev, reconoció que la embajada israelí ha pedido a los judíos que eviten abandonar sus hogares. Actualmente, hay dos comunidades en la capital, Jabad, liderada por Reuven Asman, y la de jasdico que encabeza el rabino Yakov Bleich. En toda Ucrania residen hoy en día cerca de 360.000 judíos, según el Congreso Judío Europeo, mientras que el Ministerio de Diplomacia Pública y Asuntos de la Diáspora de Israel los cifra en 250.000, de los que la mitad viven en Kiev.
Las informaciones de ataques antisemitas en la capital y otras ciudades del país, muchas de ellas de difícil confirmación, se suceden. La pasada medianoche un grupo de personas atacó con cócteles molotov una sinagoga en Zaporozhie, en el sureste de Ucrania. La Asociación de Organizaciones y Comunidades Judías de Ucrania (el Vaad) denunció a finales de enero ataques contra la comunidad durante los disturbios en Kiev. El Vaad, que asegura que las agresiones van dirigidas expresamente contra judíos y no se enmarcan en la violencia de aquellas jornadas, manifestó “su inquietud por los casos de violencia antisemita ocurridos en la capital”. Mientras, el Israel National News informó el viernes de asaltos contra negocios de judíos y otros tipos de amenazas contra los residentes en Kiev.
Incluso antes de que el caos y los combates se adueñaran del centro de la capital, los judíos ucranianos fueron víctimas de actos antisemitas. El pasado año, el presidente del Congreso de Judíos Ucranianos, Vadim Rabinovich, salvó la vida de milagro cuando una bomba explotó en su coche en Kiev. Alguien la arrojó al interior del vehículo cuando ya estaba en movimiento. Meses antes del ataque, Rabinovich había recibido amenazas de un “muy alto cargo” que le exigía que cediese el control de un pequeño canal de televisión que había fundado, el Jewish News One.