El atentado terrorista antisemita en el Museo Judío de Bruxelles confirma la dirección hacia donde se encamina la intolerancia criminal en Europa. Esta significativa masacre ha señalado su triple objeto, seleccionó el lugar: la Memoria judía en el centro de la ciudad, seleccionó las víctimas: pacificas familias visitantes de la memoria y la cultura, seleccionó el momento: el día anterior a unas elecciones europeas donde vemos crecer el odio, y también envío un mensaje a las comunidades judías y a quienes aceptan la pluralidad, todos podemos ser víctima.
El crimen terrorista se produce en un contexto de creciente judeofobia, como acaba de señalar la Liga Antidifamación, en un continente donde confluyen la agitación antisemita, desde Francia hasta Ucrania, con una creciente sucesión de actos violentos, desde profanaciones de tumbas, ataques a sinagogas y hostilidad a cualquier signo visible judío, con discursos de odio como las de los diputados húngaros del Jobbik reclamando hacer listas de judíos por suponer un peligro para el Estado. Antisemitismo en estado puro.
Ya sea lobo solitario o militante de célula u organización clandestina, ya sea un supuesto yihadista o un neonazi, este atentado es parte de la secuencia criminal que nos recuerda la masacre de la escuela de Touluse en marzo de 2012, el ataque a la escuela judía de Marsella tres años antes y la reiteración de actos criminales en Europa, incesantes desde hace más de veinte años. Todo apunta a un recrudecimiento.
No es baladí la denuncia interpuesta por las asociaciones judías tras la difusión de miles de twuits apologéticos del genocidio, reclamando nuevas cámaras de gas y exterminio judío, tras el partido Macabi-Real Madrid. Como tampoco hay que desoír la reclamación de cierre de webs e imputación por incitación al odio realizado a través de Internet y las redes sociales. Es la propaganda que precede a la acción.
Esta nueva masacre además de consternarnos profundamente, nos retrotrae al horror que se instaló en la Europa más siniestra, aquella deshumanizada que permitió que Auschwitz y el exterminio fuera posible. El nazismo hitleriano de antaño, venerado y apoyado por el Gran Muftí, dejó un legado que este atentado nos recuerda. La crueldad genocida sigue viva, algo que las instituciones europeas, benévolas con el discurso de odio, deberían encarar con firmeza mediante políticas preventivas, legislación punitiva, protección de víctimas y educación en la Memoria del Holocausto. No olvidemos, el antisemitismo es la métrica de una intolerancia que amenaza a Europa.
Esteban Ibarra
Presidente de Movimiento contra la Intolerancia y Secretario General del Consejo de Víctimas de Crímenes de Odio