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LA DICTADURA DEL TERROR

    De nuevo la violencia terrorista ha vuelto a sembrar de luto nuestro país, tras asesinar a los policías nacionales Julián Embid y a Bonifacio Martín y dejar gravemente herido a Ramón Rodríguez y a otras personas. Esta es la única y bárbara realidad que subyace tras su lenguaje de sangre, con el que siempre comunican que asesinan a quien pueden y cuando pueden, porque su único objetivo es matar.

Resulta chocante que hace unos días pudiéramos observar como unos encapuchados del terror se dirigían a todos a través de la televisión vasca, sin que ello supusiera dimisión alguna o reprobación del gobierno tripartito (PNV-EA-IU), mientras que los mismos partidos en el Parlamento Vasco negaban el derecho a emitir el spot de la Fundación Víctimas del Terrorismo en esa misma televisión. Esto para cualquier ciudadano de bien resulta indigno e inmoral, pero además políticamente, necesita de una condena generalizada por ser un atentado a la democracia.

También resulta chocante que minutos antes de cometerse este nuevo asesinato, el portavoz del brazo político del terrorismo intervenía en el Parlamento Vasco en una prueba mas de desafío a la resolución del Tribunal Supremo de disolver su grupo parlamentario, un desafío que también protagonizan esos tres partidos en Euskadi, PNV-EA-IU, en una confrontación institucional sin precedentes en la historia de nuestra democracia

Y es que hay que suscribir las palabras de Monseñor Sebastián pronunciadas en la homilía de los funerales de Pamplona por los policías asesinados, porque “no se puede matar y no se puede colaborar con los que matan, como tampoco se puede apoyar de ninguna manera a quienes colaboran con los que matan”. Acabar con el terrorismo es un imperativo ético para la democracia reclamado permanentemente por la sociedad civil que nunca aceptará dudas a la hora de defender la vida y la libertad, cuya violación supone una vulneración criminal de los Derechos Humanos.

Frente al terror totalitario solo hay un camino que es el de la unidad de acción de los demócratas, la actuación a fondo del Estado de Derecho frente a los asesinos y sus cómplices, y el apoyo firme de una ciudadanía movilizada. No hay mas camino en la democracia porque negociar con las pistolas en la mesa, con su amenaza o con la posibilidad de que así callen las bombas es situarse fuera de la democracia, cometiendo una vileza imperdonable.

En el País Vasco impera una dictadura del terror, el ejercicio democrático adquiere allí una connotación heroica como demuestran los miles de vascos que abandonaron esta comunidad autónoma , pero para la ciudadanía española también impera esa dictadura del terror que alcanza niveles de crueldad insoportables, con mas de 800 asesinados y mas de tres mil heridos, en la larga noche del nazismo abertzale.

Que nadie guarde silencio ante sus crímenes y menos aún que se busque justificación política alguna, sería indigno de nuestra condición humana a la que apelamos frente a la barbarie del terror . No hay sitio en la España democrática, ni en la Europa de los ciudadanos para organizaciones terroristas, ni para sus cómplices totalitarios. Y mientras vencemos a esta lacra, resulta imprescindible sumarnos al muro firme del rechazo moral del terrorismo reclamado en los funerales de Pamplona, y a quienes actúan en la política, en la comunicación o en la sociedad, exigirles coherencia y compromiso con este imperativo ético.

Esteban Ibarra
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia