Una reciente investigación social refleja “avances muy resaltables” en la aceptación de la inmigración pese al contexto aún de dificultad económica “más proclive al conflicto que a la tolerancia”. La menor percepción de presencia migratoria y el desarrollo de la empatía con los inmigrantes son las principales causas del cambio en la actitud de los españoles. Cuatro de cada diez encuestados siguen defendiendo que los españoles “deben tener preferencia sobre los inmigrantes en el acceso a la atención sanitaria” 3.02.2017
PATRICIA RUIZ. ELDIARIO.ES.- La situación laboral de nuestro país es aún difícil. Las cifras de la Encuesta de Población Activa (EPA) abrían el 2017 con 3.760.231 parados, un contexto de dificultad económica que los investigadores sociales consideran “más proclive al conflicto que a la tolerancia” en la actitud de los españoles hacia los inmigrantes.
La predicción, sin embargo, ha empezado a incumplirse. Según el informe Percepción social de las migraciones en España, publicado en la revista Panorama Social de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), en los últimos dos años los españoles han mejorado notablemente sus niveles de tolerancia, lo que refleja una menor presencia de respuestas xenófobas en las encuestas de actitudes hacia la inmigración realizadas por el CIS.
Pese a que los años de mayor incertidumbre económica y laboral en España (2008-2011) sí trajeron consigo un repunte de las actitudes racistas y de rechazo a los inmigrantes, la tendencia ha descendido significativamente desde 2013.
La autora de la investigación, Mª Ángeles Cea D’Ancona, apunta que “como se perciba la presencia de inmigrantes tiene un mayor efecto en las actitudes hacia la inmigración que su número real. Sobreestimar el nivel de inmigración exacerba el sentimiento de amenaza y resucita sentimientos restrictivos”.
A ello se debe que desde 2014 las respuestas en las encuestas revelen un mayor nivel de tolerancia hacia la inmigración, coincidiendo con que los españoles perciben desde entonces una menor presencia migratoria en el país y que las medidas anti-inmigración se han vuelto más restrictivas.
El otro componente que ha jugado un papel clave en el descenso del rechazo a la inmigración es que buena parte de los jóvenes españoles se han visto forzados a ponerse en el lugar de quien deja su tierra natal en búsqueda de mayores oportunidades en el extranjero. “El ‘volvemos a ser emigrantes’ propicia la mirada empática y de aproximación al inmigrante”, señala la investigadora.
A la mayor empatía de los españoles se suman los años de convivencia entre autóctonos y foráneos, que han contribuido también a que los que eran vistos como “extraños” ahora sean aceptados como “amigos”. Un 52% de los encuestados en 2014 declaró tener amigos inmigrantes, seis puntos más que en 2012 y 14 más que en 2007.
La inmigración como amenaza al empleo
Con la crisis económica y el aumento continuo de las tasas de desempleo, los españoles pasaron a ocupar puestos de trabajo que hasta el momento había desempeñado la población inmigrante. Los datos del estudio reflejan que, como consecuencia, la sociedad culpó a los inmigrantes de quitar oportunidades laborales, del aumento del desempleo y de la bajada de los salarios.
A partir de 2014, sin embargo, la tendencia cambia, y pese a que la tasa de desempleo seguía y sigue siendo hoy elevada, las respuestas que registran desde entonces las encuestas del CIS han dejado de responsabilizar a los inmigrantes por la situación de precariedad laboral. Junto a ello, la opinión de quienes se muestran a favor de “expulsar inmigrantes en paro de larga duración” también ha descendido.
La imagen del inmigrante “sobreprotegido”
El informe afirma que la crisis ayudó a consolidar entre los españoles la imagen del inmigrante como acaparador de los recursos públicos, pese a que varias investigaciones de Médicos del Mundo, la Fundación de Ciencias de la Salud o el ICE hayan probado que no es cierto. Según recuerda D’Ancona en su estudio, los inmigrantes hacen un uso menor de la atención sanitaria porque cuentan con una edad media menor que la de los españoles nativos, y porque cuando requieren asistencia médica se topan a menudo con barreras de acceso.
Tras la entrada en vigor del real decreto 16/2012, que dejó sin tarjeta sanitaria a 870.000 personas, esas barreras se convirtieron en muros infranqueables para muchos inmigrantes en España. Alpha Pam, Soledad Torrico o Jeanneth Beltran son solo tres de las víctimas que se han cobrado los cuatro años de exclusión sanitaria. Murieron dentro de nuestras fronteras porque se les negó la asistencia médica.
Aunque ha habido un pequeño descenso en los últimos años, el número de españoles que consideran que “los inmigrantes reciben más ayudas sanitarias” que ellos sigue siendo la mayoría, y un 43% de los encuestados aún defiende que los nacionales deben tener preferencia sobre los inmigrantes a un derecho social básico como es el acceso a la atención médica. “La imagen negativa del inmigrante sobreprotegido alimenta sentimientos xenófobos y despunta en los discursos contrarios a la inmigración”, alerta D’Ancona.
La “amenaza cultural”
Cuando la sociedad percibe que la inmigración es elevada, se despiertan temores acerca de los cambios que puedan incorporar los extranjeros a las normas, creencias y valores culturales de su país, a lo que la experta se refiere en la publicación bajo el nombre de “amenaza cultural”.
España no fue distinta a otros países y desarrolló un sentimiento de rechazo cultural principalmente centrado en los musulmanes. Según el informe, la islamofobia en nuestro país aumentó en 2010 y adquirió “un elevado protagonismo en la configuración de las actitudes hacia la inmigración”.
De aquellas actitudes nacieron también medidas políticas, como la que aprobó el 28 de mayo de ese año Lleida, que se convertía en la primera ciudad española que prohibía el uso del velo en edificios públicos. Más tarde se sumarían a la prohibición otros municipios de Andalucía y Cataluña.
Ese mismo año, las encuestas del CIS registraban sus valores más altos en el número de encuestados que respondieron estar a favor de prohibir el velo en las escuelas y de protestar por la edificación de mezquitas. También de quienes opinaron que “los inmigrantes solo deben mantener aquellos aspectos de su cultura y costumbres que no molesten al resto de los españoles”.
D’Ancona achaca el ascenso notorio de la islamofobia en 2010 al aumento de los debates político-mediáticos sobre estos temas, en consonancia con lo que volvió a ocurrir con la reciente polémica del burkini en Francia y algunos incidentes discriminatorios tras la prohibición de su uso el pasado verano.
De nuevo, 2014 llegó con datos de esperanza con respecto a la tolerancia, también hacia la multiculturalidad en nuestro país. En todas las preguntas relacionadas con la variedad de presencia de nacionalidades, culturas, color de piel y religión, se alcanzaron las medias más altas de aceptación desde el 2008, según recoge el estudio.
La conclusión que recogen sus páginas no es tan esperanzadora. Aunque la compresión y la empatía sigan estando entre las causas de la mejora en los niveles de tolerancia, la investigadora explica que la principal causa del descenso en el rechazo a la inmigración es que la sociedad ha dejado de concebirla como una “amenaza” porque ha descendido la presencia inmigratoria real y percibida.