La líder del ultraderechista Frente Nacional entra en campaña con un discurso xenófobo y proteccionista. 6.02.2017
CARLOS YÁRNOZ. EL PAÍS.- Los conceptos de patria, patriotismo, pueblo o extranjeros, relacionados con los de soberanía, seguridad o libertad han sido citados decenas de veces en el discurso con el que Marine Le Penha irrumpido este domingo en la campaña de las elecciones presidenciales francesas de abril próximo. La líder del ultraderechista Frente Nacional, la candidata que encabeza todas las encuestas, ha desgranado ante miles de seguidores en Lyon las 144 promesas de su programa. Entre ellas, fijar un impuesto a los extranjeros que trabajen en Francia.
Le Pen expuso uno de sus habituales razonamientos según el cual los muchos males de la controvertida mundialización acaban en el caso de Francia en los atentados yihadistas. “Nuestros dirigentes han elegido la mundialización desregulada, que conduce a la financialización de la economía y a una migración masiva, lo que deriva a veces en el fundamentalismo islamista”.
Lo aclaró una vez más bien avanzado su discurso: “La mundialización, de un lado, y la falta de reacción, por otro, nos lleva a la migración incontrolada y, de ahí, al islamismo en casa”. Frente a eso, la receta en el bolsillo de Le Pen: “el patriotismo económico”, “el proteccionismo inteligente”.
Interrumpida con el grito de “On est chez nous” (Estamos en casa, o esta es nuestra casa) cada vez que pronunciaba las palabras extranjero, migrante o Islam, Le Pen rechazó para su partido los calificativos de xenófobo o islamófobo que se le adjudican. Sin embargo, sus comentarios dieron munición a sus detractores.
Por ejemplo, cuando defendió la expulsión inmediata de todos los extranjeros sin papeles en regla, el fin del derecho de suelo -nacionalidad automática al que nace en Francia- o la derogación del derecho a la reagrupación familiar.
Para defender a los franceses, que han sido “desposeídos de su patriotismo, sufriendo en silencio no tener el derecho a amar a su país”, Le Pen expuso una retahíla de recetas proteccionistas que se resumen en recuperación de la moneda y fronteras nacionales, cortar lazos con la UE -incluso quitar las banderas europeas de los edificios oficiales-, gravar con un 3% todas las importaciones, primar a las empresas francesas en los contratos públicos, más ayudas a la natalidad de matrimonios franceses o expulsar a los migrantes sin papeles en regla (“jamás podrán nacionalizarse”).
“Estamos por lo local, contra lo global”, dijo para insistir en que las ayudas sociales, las casas para necesitados o cualquier ventaja solidaria será para los franceses, no para los extranjeros. En esa deriva, la medida 38 de esas 144 dice textualmente: “Incluir un impuesto sobre la contratación de asalariados extranjeros con el fin de asegurar la prioridad nacional de los franceses en el empleo”.
Por tanto, guerra al trabajador extranjero en Francia ante “el paro masivo” (un 10%) y, por tanto, también, anulación inmediata de esa directiva de “la tiránica” Unión Europea sobre trabajadores desplazados. Y anulación, por supuesto, de esas libertades tan valoradas como despreciadas por Le Pen: las de comercio, movimiento de personas (“hay que salir de de Schengen”), capitales o servicios.
Todo ello porque, “sin soberanía, no hay seguridad”. Por tanto, mano dura en el terreno policial y militar. Y “tolerancia cero” frente al terrorismo y la delincuencia. Los islamistas radicales extranjeros serán expulsados y las mezquitas con imanes extremistas serán cerradas. Habrá 15.000 policías más y se les reconocerá la presunción de la legítima defensa cada vez que utilicen sus armas.
Y frente a los musulmanes no radicales, aunque teórica defensora del laicismo, el catecismo de la “asimilación” que, como explicó, poco tiene que ver con la integración sin más. Y como musulmanes son muchos de los que ahora intentan llegar a Francia como migrantes, otra solución radical: el saldo migratorio será solo de 10.000 personas. Solo por el reparto de refugiados de la UE, a Francia le corresponden más de 40.000 extranjeros.
También promete Le Pen reforzar la potencia militar de Francia, único país que quedará en la UE con armas nucleares tras el Brexit. Habrá 40.000 militares más y el presupuesto de Defensa subirá al 2% del PIB (hoy el 1,7%) y luego al 3%, un compromiso que se incluirá en la Constitución. Y Francia tendrá un segundo portaviones de propulsión nuclear al que ella ya ha bautizado con el nombre de Richelieu, el cardenal y político que logró la unidad de Francia.
El 2% es el nivel que la OTAN exige, pero Le Pen, por el contrario, plantea que Francia abandone el Comité Militar, como ocurría hasta los años noventa. “Francia o debe estar en guerras que no son las suyas”. “Sin soberanía no hay protección posible”
Como ya ha repetido cientos de veces, Le Pen también prometió dos referendos en seis meses si es presidenta: uno para cambiar la Constitución -reducir parlamentarios, cambiar la ley electoral en favor del FN con un sistema proporcional- y otro para salir de la UE.
Todas estas promesas de Le Pen -ha retirado la pena de muerte-, las plantea “en nombre del pueblo”, su lema de campaña, porque ella es “la candidata del pueblo”, como reiteró. Por eso, a los habituales gritos de Viva la República y Viva Francia, ella añade ahora “Viva el Pueblo”. Son las promesas que dice cumplirá a rajatabla. Puso como ejemplo a Donald Trump. Solo le aplaudieron una decena de personas. Todo un dato.