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Denuncian a China por internar a disidentes en hospitales psiquiátricos.
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HONG KONG.- «Ilusiones reformistas», «monomanía política», «exceso religioso» o «interés desmedido en modas extranjeras» son algunas de las supuestas patologías con las que el régimen comunista chino está justificando el internamiento de disidentes políticos en hospitales psiquiátricos repartidos por todo el país. Las constantes denuncias de organizaciones de Derechos Humanos y familiares de los pacientes confinados han llevado a la Asociación Mundial de Psiquiatría (AMP) a iniciar una investigación sobre una práctica que recuerda al encarcelamiento de miles de prisioneros en instituciones mentales de la antigua Unión Soviética.
La red de hospitales psiquiátricos chinos dirigida por el aparato de Seguridad del Estado es conocida con el nombre de Ankang (paz y salud). El investigador británico Robin Munro denunció por primera vez la existencia de los «gulags mentales» en 2001 en un detallado informe de 130 páginas publicado en el Columbia Journal of Asian Law. Un repaso a las propias estadísticas de las autoridades chinas revela que al menos 3.000 personas podrían haber sido innecesariamente ingresadas en esas instituciones en las dos últimas décadas.
En respuesta a las investigaciones de Munro, la Asamblea General de la AMP, entonces presidida por el psiquiatra español Juan José López Ibor, aprobó en agosto de 2002 el envío de un equipo de expertos a China para comprobar las denuncias. Ocho meses después, la AMP asegura que las autoridades chinas han bloqueado todos sus intentos de acceder a los centros bajo sospecha o entrevistar a los pacientes cuyo diagnóstico ha sido puesto en duda.
«Los intentos por visitar los hospitales han sido retrasados debido a la escasa colaboración de las autoridades sanitarias chinas», aseguraba días atrás la AMP en una inusual nota de condena del régimen de Beijing. La AMP está especialmente preocupada por la reclusión en centros mentales de cientos de seguidores de la ilegalizada secta Falungong y de algunos disidentes como Wang Wanxing, detenido en 1992 tras desplegar una pancarta que conmemoraba la masacre de estudiantes en Tiananmen tres años antes.
Wang permanece internado en el centro Ankang de Beijing donde ha pasado 10 de los últimos 13 años. El disidente fue liberado de su primer encierro en 1999 bajo la amenaza de que sería devuelto al hospital si hablaba de reformas políticas con la prensa internacional.Tres meses después, volvió a ser ingresado tras haber continuado con sus actividades políticas. «Se ha determinado que el paciente sufre paranoia, que sus acciones están dirigidas por deseos imaginarios, que ha perdido su capacidad normal de discernir y que es irresponsable», según una respuesta de las autoridades chinas a una queja de la ONU.
La manipulación de la psiquiatría por motivos políticos ya fue empleada en la Alemania de Otto von Bismarck y más recientemente en Sudáfrica, la ex Yugoslavia o el Irak de Sadam Husein. El caso de China, sin embargo, se ha mantenido oculto durante muchos años debido al secretismo del régimen y la censura impuesta dentro del país.
El bloqueo de las investigaciones por parte del Gobierno chino podría llevar a la AMP a expulsar al país asiático del organismo internacional, siguiendo el precedente de la Unión Soviética en los años 70, cuando la noticia de los abusos del Partido Comunista ruso salieron a la luz. La presión de China ha logrado que la AMP rebaje las expectativas de su investigación para centrarse sólo en lo ocurrido con cerca de 600 miembros Falungong, una organización religiosa que entre 2000 y 2002 puso en serios apuros al Gobierno chino con continuos desafíos públicos de los líderes de Beijing.
Torturas para 'reeducar'
Seis meses antes de que la AMP se decidiera a investigar los abusos psiquiátricos en China, EL MUNDO denunció la situación de los disidentes chinos en un reportaje publicado en el suplemento CRONICA (20-01-2002). En el artículo se recogían los testimonios de familiares y amigos de algunos de los encarcelados y las declaraciones de algunas de las víctimas. Una de éstas, una disidente encarcelada en 1987, describía así uno de los castigos en el centro Ankang de Shanghai: «Uno de los tipos de castigo era la acupuntura con corriente eléctrica. Los pacientes lo llamaban «la hormiga eléctrica».Utilizaban agujas de acupuntura que descargaban electricidad.Había tres niveles de corriente. Cuanta más corriente, más doloroso, y el dolor dependía ambién del lugar donde se pusieran las agujas.Se convirtió en el código penal de los doctores. Cuando querían castigar a alguien, obligaban al resto de los pacientes a situarse alrededor de su cama mientras el paciente se retorcía de dolor a la vez que gritaba: «No lo volveré a hacer, no lo volveré a hacer».
La negativa de China a permitir que los expertos de la AMP puedan comprobar el estado de salud de supuestos disidentes ingresados sin motivo médico aumenta las sospechas de que el régimen mantiene una red clandestina de psiquiátricos destinados a castigar y 'reeducar' a los opositores a la dictadura.
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