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La Organización Internacional para las Migraciones destaca que la mayoría de los emigrantes pertenecen a las clases medias de su país.

    La globalización afecta también a los éxodos

"Es raro que los más pobres marchen a países extranjeros", indica el estudio de la OIM, que añade que los que más suelen aventurarse a irse a trabajar al extranjero son "personas de clase media, profesionales con cualificación o mujeres solteras, no tan atraídos por países determinados, sino por metrópolis, económicas y culturales".
La OIM afirma que "los más pobres, particularmente los demandantes de asilo y los desplazados, se dirigen preferentemente hacia otros países en desarrollo en lugar de hacia Europa o EEUU". Los expertos mencionan en el informe que "la globalización está generando variados orígenes de las migraciones" que nada tienen que ver con los tradicionales vínculos entre países colonizadores y colonizados, que "han perdido importancia".
"Hay un aumento de la diversificación de los flujos de los países de origen a los países de destino sin aparente vínculo", añaden. También consideran que "Europa es a veces sólo un destino temporal, una escala hacia otros destinos preferidos como EEUU o Canadá".

La dificultad de contar a los 'sin papeles'

El director del área de Políticas Migratorias de la OIM, Gervais Appave, explicó que el informe no menciona el número de inmigrantes en situación irregular porque "es imposible" saber cuántos son. Dijo que se trata de personas cuyo ingreso no se registra, mientras que otros que entran por las vías regulares, como los estudiantes, pasan a situación irregular cuando su permanencia en el país extranjero excede el plazo autorizado.
El informe señala que en el año 2000, de una población mundial de 6.056,7 millones de habitantes, el 2,9% eran emigrantes, es decir, 175 millones. En los países de la Unión Europea los extranjeros representan el 5,1% de una población de 370 millones, es decir, 19 millones de personas.

El contrabando de personas mueve fortunas

El contrabando de personas es una industria ilegal en continuo crecimiento que mueve anualmente 8.500 millones de euros (965.039 millones de pesetas), según la OIM. Quienes se dedican a ayudar a otros a pasar clandestinamente las fronteras ofrecen un amplio abanico de servicios. Un viaje ilegal organizado de Marruecos a España cuesta 425 euros (70.714 pesetas). Otros más complicados, como desde Asia a EEUU, 42.500 euros (7.071.405 pesetas). La OIM diferencia entre el "contrabando" y el "tráfico de personas". Este último se caracteriza por la violación de los derechos humanos de los emigrantes. Los sufren 700.000 personas, sobre todo mujeres y niños, que son explotados laboral y sexualmente.