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Contra la Xenofobia. Comentario de Marieluise Beck, encargada gubernamental de extranjeros, sobre la xenofobia y la ultraderecha.
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Marieluise Beck (Alianza 90/Verdes) es la encargada de extranjería del Gobierno federal
Quien abriera un periódico alemán el pasado verano, tuvo que llevarse la impresión de que Alemania estaba siendo bañada por una ola de violencia de la extrema derecha y de xenofobia. Desencadenados por el atentado en Düsseldorf, cuya causa xenofóbica todavía no se ha elucidado totalmente, se documentaron desmanes de la extrema derecha, a los que todavía hace menos de un año no se les hubiera dado mucho valor como noticia. En entrevistas y comentarios huéspedes debatieron los medios de comunicación social y los políticos sobre las causas del radicalismo de derecha y sobre los pasos más efectivos para combatirlo. Pese a un cierto escepticismo de que son objeto los debates durante el llamado hueco de verano, el tiempo falto de cuestiones políticas durante las vacaciones del Parlamento alemán, hay que reconocer algo bueno a estos debates: Han demostrado que la violencia del extremismo todavía provoca irritación en Alemania.
Empero, el tema tratado no es nada nuevo en la Alemania reunificada. Tanto en el este como en el oeste, la historia de la inmigración de los últimos años tiene un lado oscuro. La lista establecida recientemente por dos periódicos alemanes de las víctimas de la violencia de la extrema derecha desde la unificación alemana cuenta — a diferencia de la estadística oficial — 93 nombres de personas que no sobrevivieron esta violencia diaria. Frente a este telón de fondo sólo queda esperar que la actual disposición a llamar por su nombre a esta violencia y sus causas, sobreviva a la pausa de verano. Y se podrá probar muy exactamente, cuán duraderos son los programas presentados ahora para la lucha contra la xenofobia.
Pues, cuando se trata de las posturas xenofóbicas y disposición a la violencia de la ex-trema derecha, no hay soluciones rápidas. El accionar político está aquí fuera de lugar. Y sólo con medidas políticas de orden no se puede establecer lo que con frecuencia falta: cultura republicana. Tolerancia, solidaridad, pluralidad y justicia son valores que no se pueden imponer por la fuerza. La reclamación de una legislación más rigurosa y la prohibición de los partidos de extrema derecha es comprensible, pero no es suficiente.
Una sociedad como la alemana, que ya no puede renunciar a la inmigración, no podrá evitar definirse de nuevo en relación con los ´foráneos´. Precisamente en el este de Alemania provoca el debate sobre Alemania como país de inmigración incomprensión y rechazo, en vista de la alta cota de desocupación y otros problemas sociales. El sentimiento de que el “problema de los extranjeros” es una importación del oeste que ha llegado al este, así como el aumento del precio de los alquileres y la desocupación, más bien se ha fortalecido durante los últimos años. Aquí debe iniciarse una política duradera contra el extremismo de derecha. Por esto, las actuales iniciativas no deben llevarse a cabo a costa del continuo trabajo en la educación y problemas de la juventud. Se llamen talleres de historia, hermanamientos de escuelas, proyectos de hinchas o programas para automarginados de extrema derecha — se trata de que los jóvenes aprendan a tratar la diferencia y el ser diferente.
Una condición fundamental para una vida en común, para la integración social, es el tratamiento por igual de todas las personas en importantes sectores de la sociedad y la economía. Por esta razón debe regirse la política, debe regirse la acción del Estado principalmente por el establecimiento de la igualdad jurídica y de oportunidades y por la superación de la discriminación. La reforma del derecho de ciudadanía ha sido un paso importante en el que no debe estancarse. Necesitamos — como está previsto en el convenio de la coalición — una ley contra la discriminación, que cubra las lagunas en la defensa del derecho existentes en el derecho civil y corresponda al estándar de la norma contra la discriminación recientemente votada por los órganos competentes de la UE. También la derogación de la prohibición de trabajar para refugiados, o una práctica distinta de emplear en los servicios públicos serían importantes señales. Por último, es necesario el cambio de orientación de una “política de extranjería” redactada restrictivamente desde el punto de vista de la política de orden a una política consecuente y moderna de integración y antidiscriminatoria, que corresponda alas realidades de nuestra sociedad pluralista de inmigración.
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