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En 2007, doce millones de gitanos serán la minoría más numerosa de Europa.

    «Gitanos» en España. «Traveles» (viajeros) en Gran Bretaña. «Calos» en Finlandia... Sea cual fuere la denominación que reciban en cada país, lo cierto es que todos tienen un origen común y se reconocen como un mismo y único pueblo: los «rom» o «roma». Una minoría étnica y cultural que se convertirá en la mayor del Viejo Continente cuando en 2007 finalice el proceso de ampliación de la Unión Europea. Aglutinará entonces un colectivo de entre siete y nueve millones de personas, según las estadísticas oficiales del Banco Mundial. Los datos «oficiosos»revelan, sin embargo, que alcanzarán los 12 millones de almas.

En esa futura Europa ampliada, España será el tercer Estado con mayor población de gitanos en cifras absolutas, muy similares a las de Bulgaria. Actualmente, esta comunidad reúne en nuestro país cerca del 12 por ciento de la población total de gitanos del continente y sus representantes no se cansan de repetir que aún, en los albores del siglo XXI, sufren la lacra de la discriminación social.

«Es muy difícil conocer la cifra real de gitanos que existen en Europa. Aunque muchos países les permiten que inscriban su etnia voluntariamente en los registros, no lo hacen porque temen ser identificados con esa minoría marginada y discriminada», señala José Manuel Fresno, presidente de la Fundación Secretariado Gitano.

Fresno acaba de regresar de Budapest, donde se ha celebrado la Conferencia «Roma en la Europa ampliada», un foro de debate en el que se ha instado a todos los participantes a aunar esfuerzos para acabar con la exclusión social y discriminación que sufren los gitanos. Allí se han dado cita más de 500 expertos. Acudieron representantes de Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Unión Europea y el Consejo de Europa, así como miembros de ONG internacionales, líderes gitanos -«muchos jóvenes, con un elevado nivel de instrucción», matiza Fresno- y primeros ministros de países del Centro y Este del continente, donde se concentra el 70 por ciento de la población de esta etnia. Entre todos han abierto un camino para llevar a cabo una estrategia común de integración social para los gitanos europeos.

«Se han alcanzado varios compromisos en la lucha contra la discriminación -continúa Fresno-. Ocho países lanzarán un programa común con políticas de integración. Desde 2005 a 2015 se declarará la década de la inclusión gitana. Y se creará un fondo económico para la educación de este pueblo, ya que existe un elevado número de jóvenes entre ellos. El 50 por ciento de la población gitana de esos países tiene menos de 16 años y muchos no van a la escuela normalmente».

Y es que la voz de alarma ha saltado en los pasillos de Europa al ponerse en evidencia la discriminación que sufren las minorías en algunos de los doce países que se incorporarán a la Unión. En 2004, lo harán diez Estados, entre ellos Hungría, Eslovaquia y la República Checa, donde la comunidad gitana tiene gran peso demográfico. En 2007, Rumanía y Bulgaría serán los nuevos miembros, llevando tras de sí tres millones de personas de esa etnia.

Sin embargo, para formar parte de la UE, los actuales miembros exigen el cumplimiento de los conocidos «Criterios de Copenhague», entre otros, la protección a las minorías. Éste ha sido el detonante que ha desencadenado la preocupación de los países del Centro y Este de Europa por integrar a los gitanos en sus sociedades. «Desde la caída de los regímenes comunistas, las condiciones de vida de los «roma» han empeorado. La crisis económica tiene gran incidencia en sus vidas. Y al ser naciones donde conviven varias étnias, sufren además mayor discriminación», explica Fresno.

Sin duda, la exclusión es una lacra que impide el desarrollo social y económico de una minoría. Pero cabe preguntarse si detrás de esta sana lucha por la integración existe también un contexto de fondo. Un informe de Naciones Unidas revela las condiciones de extrema pobreza que padecen los 4 ó 5 millones de gitanos que viven en República Checa, Hungría, Eslovaquia, Bulgaría y Rumanía, más propias de un país centroafricano que europeo. Los datos son escalofriantes: el 51 por ciento declara pasar hambre al menos uno o dos días al año; el 20 por ciento uno o dos días al mes y el 15 por ciento pasa hambre siempre. Ello podría desencadenar en el futuro un flujo migratorio hacia países más ricos. Y ese temor planea en los foros de debate, aunque no se hable claramente de ello. Por eso, «algunos jefes de Estado -dice Fresno-, como el Primer Ministro rumano, Adrian Nastase, reclaman una política del conjunto de la UE, ya que la inmigración afecta a todos».

No son los únicos que lo piensan. El senador socialista Ángel Díaz Sol ha visto cómo sobrevivían el pasado invierno los gitanos en Rumanía. «Están en la calle y no tienen derechos, ni protección. Viven en carromatos. España es una zona de atracción para ellos, ya que ha arraigado un asentamiento importante del pueblo gitano, que vive en mejores condiciones. Hay que reconocer sus derechos culturales, con unas tradiciones y unos lazos que se sienten a lo largo y ancho de Europa. Por eso, es importante saber qué están preveyendo los demás países».

La Conferencia de Budapest no ha sido la única iniciativa emprendida a lo largo de 2003 en beneficio de la comunidad gitana. Granada acogió en mayo otro foro similar, en el que representantes de 24 países analizaron las políticas de los últimos diez años para mejorar la situación de este pueblo. Además, el próximo lunes se reunirá en Estrasburgo un equipo de trabajo del Consejo de Europa para analizar una propuesta del Gobierno finlandés: la constitución de un «Foro consultivo» que facilite un sistema para que los «roma» obtengan representación en los organismos comunitarios.

Pero ¿qué lugar ha ocupado España en todos estos foros? «Ni a Budapest ni a Granada asistió ningún representante del Gobierno -dice Carmen Santiago, abogada y colaboradora del Consejo de Europa-. Y eso que en nuestro país hay 800.000 gitanos, según las estimaciones de las asociaciones que los representan; 500.000 según los datos oficiales españoles».

En Budapest, Fresno protagonizó la única conferencia sobre una experiencia fuera de la región del Centro y Este de Europa. Asistió porque «el Banco Mundial y la UE consideran que en España hay experiencias positivas en la lucha contra la discriminación de los gitanos. Esta comunidad ha mejorado en los últimos 30 años, aunque aún no tengan representación institucional».