3 octubre, 2019 EFE.- El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, recibió hoy en Pretoria a su par nigeriano, Muhammadu Buhari, en una visita oficial para aliviar las tensiones surgidas a raíz de los episodios de violencia xenófoba ocurridos en septiembre pasado en la nación meridional africana.
Los jefes de Estado de las dos principales potencias económicas de África coincidieron en condenar esos ataques -así como las represalias que sufrieron después en Nigeria algunas empresas sudafricanas- y anunciaron «medidas concretas» para que no se vuelvan a repetir.
«Nuestros países han acordado trabajar en nuestras relaciones pueblo a pueblo. Hemos decidido tomar medidas concretas para prevenir futuros incidentes como estos», dijo Buhari, en una rueda de prensa junto a Ramaphosa.
Los pasos a dar buscan «fortalecer la cohesión» entre las dos naciones, según detalló el presidente sudafricano, ya que la xenofobia no representa «los valores» de ninguna de las dos.
Incluirán crear «mecanismos» para que los dos países compartan información policial y de inteligencia temprana en casos de agitación, pero también impulsar iniciativas culturales y sociales para superar las barreras y prejuicios entre los ciudadanos nigerianos y sudafricanos, dijo Ramaphosa.
Los dos mandatarios aprovecharon la ocasión para reafirmar los «lazos históricos de amistad y solidaridad» entre sus países y revisar las áreas en las que se puede ampliar la colaboración, como el mantenimiento de la paz o el desarrollo económico.
Así, los dos gobiernos firmaron varios acuerdos de cooperación bilateral en distintos sectores e invitaron al sector privado a aumentar las inversiones y a aprovechar las oportunidades de negocios que ofrecen los dos pesos pesados económicos de África.
Adicionalmente, lanzaron un llamamiento conjunto a favor de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU para que «África esté representada» y deje de ser, en palabras del presidente sudafricano, un «club para unos cuantos países».
Con este encuentro amistoso, Buhari y Ramaphosa buscaban dejar atrás las semanas de tensiones que siguieron al estallido de los saqueos y disturbios xenófobos.
Se dieron durante unos 8 días a comienzos de septiembre, principalmente en zonas de bajos recursos del área metropolitana de Johannesburgo.
En total, dejaron doce víctimas mortales (dos extranjeros y 10 sudafricanos) y algo más de 400 detenidos.
El blanco fueron comercios y tiendas de extranjeros, pero también de sudafricanos, lo que provocó que decenas de personas perdieran sus medios de vida.
Estos episodios desataron una oleada de críticas contra Sudáfrica desde todo el continente, con Nigeria como una de las naciones más duras.
Hasta 640 ciudadanos de ese país residentes en Sudáfrica se acogieron después de eso a un plan de repatriación gratuita ofrecido por una aerolínea privada y respaldado por el Gobierno nigeriano.
También hubo cruce de acusaciones entre los dos gobiernos por la frecuente asociación de la comunidad nigeriana con la criminalidad, muy extendida en Sudáfrica.
Las oleadas de violencia con tintes xenófobos, sin embargo, son un fenómeno recurrente en Sudáfrica.
Pese al pobre desempeño de la economía sudafricana en los últimos años y el alto desempleo (29 %), el país acoge muchos inmigrantes de la región, llegados en busca de un futuro mejor en el corazón financiero de la nación más desarrollada de África.
Los graves problemas sociales, sin embargo, provocan tensiones subyacentes que estallan periódicamente y ponen en el blanco a las comunidades de inmigrantes.
Estas son a menudo responsabilizadas por la alta criminalidad y los problemas sociales y, además, el caos resultante es aprovechado por bandas del crimen organizado para actuar con impunidad.