Quienes Somos
Nuestras Actividades
Campañas
Publicaciones
Voluntarios
Hazte Socio
Contacta
Intolerancia
Derechos Humanos
Paz y Tolerancia
Ética y Justicia
Solidaridad y Desarrollo
Comunicación y Libertad
Inmigración y Refugiados
Pueblo Gitano
Racismo y Xenofobia
Antisemitismo
Homofobia
Terrorismo
Ultras y Neonazis
Integrismo
Pena de Muerte
Sexismo y violencia
Violencia Urbana
Maltrato Infantil
Seguridad Ciudadana
Memoria Víctimas
Editoriales
Noticias
Entrevistas
A por más
Informe RAXEN
Cuadernos de Análisis
Onda Verde
Teléfono de la Víctima
Aula Intercultural
Agenda
Foro
Chat
Hazte solidario
Tienda Solidaria

¡QUE POCA VERGÜENZA!

    Tras una semana de tensión marcada por el segundo episodio de la reunión entre el dirigente independentista de ERC y la organización terrorista, resulta pertinente realizar una reflexión ética sobre el alcance de esta conducta política. El macabro comunicado de ETA es un mensaje que anuncia dolor en toda España, menos en Cataluña, condenando a la tensión y al miedo a toda la ciudadanía española, y humillando a los catalanes, que se han movilizado activamente contra el terrorismo.

No olvidamos que dos días después del atentado de Vic –en el que los terroristas asesinaron a nueve personas, cinco de ellas menores– Carod-Rovira escribía: “En nombre de mi partido os pedí formalmente que no actuaseis más en mi país. Habéis respetado la petición seis meses. Ahora sólo me atrevo a pediros que, cuando queráis atentar contra España, os situéis previamente en el mapa”. Esta inmoral posición, reiterada verbalmente, además de irresponsable, debería de estar fuera de la política democrática y en modo alguno ser minimizada o apoyada, como ha sucedido con el cierre de filas de su partido. Sólo así quedará claro lo que no puede hacer, ni decir, un político democrático.

Desde una lógica ciudadana, hemos entendido el acuerdo por las libertades y contra el terrorismo no sólo como un acuerdo político entre los dos partidos con responsabilidades de gobierno, sino como un compromiso con los ciudadanos, siempre víctimas de la amenaza sangrienta y del temor a que se subvierta el orden democrático. Es imprescindible no aceptar ningún objetivo político que pueda reclamarse en democracia mediante coacciones o asesinatos. Y, para garantizar este principio, se reconoce al Gobierno de España la capacidad de dirigir la lucha antiterrorista. Esto no compete, según el sentido común cívico, a ninguna organización particular, sea independentista o no.

Sin embargo, parece que detrás de esa actitud que niega la más elemental ética ciudadana sólo existiera una voluntad de diálogo (sentimiento que recoge Carod con el lema electoral “Hablando se entiende la gente”). Y no es verdad. De entrada, ningún demócrata se niega a mantenerlo, porque ésta es la esencia de la democracia. No se debe falsear la realidad: quienes niegan el diálogo son los que están en la dialéctica de las bombas; quienes están en la dialéctica de la palabra, se sitúan en las instituciones, como el parlamento y los medios de comunicación libres, y no amenazan ni provocan que 200.000 vascos se autoexílien buscando libertad. Diálogo, sí, pero democrático, porque con quien asesina, sólo cabe el peso sancionador de la ley.

Lo que reclama el dirigente independentista con los terroristas –que, no olvidemos, llevan casi mil asesinatos a sus espaldas– no es diálogo, es un mercado sin límites que quiebre la democracia de nuestro país. No se debería faltar ni insultar la inteligencia de los ciudadanos. Como tampoco el portavoz de ERC, Joan Puigcercós, debería faltarnos, al manifestar: “En Madrid poca gente trabaja, y la rumorología es quizás su dedicación principal durante el día”, en un gesto más de su prejuicio xenófobo nacionalista. Por favor, no nos insulten más y tengan un poco de vergüenza.

Esteban Ibarra
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia