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ODIO NEONAZI EN LA UNIVERSIDAD

    El matonismo y la violencia ultra continúa amenazando la seguridad ciudadana. Primero fueron a por emigrantes, prostitutas y homosexuales; después a por los punkis, estudiantes y gentes que se les cruzaron por el camino; hoy son las facultades universitarias y las autoridades académicas; mañana, parafraseando al teólogo Martín Niemöller en la época del nazismo, vinieron a por cualquiera de nosotros pero ya no quedaba nadie para protestar.

Las amenazas al Rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa, se inscriben en una estrategia de violencia neonazi en el ámbito universitario impulsada por los grupos skins de Madrid. Cuando los estudiantes de los Colegios Mayores denunciaban las agresiones en la zona de Metropolitano, decían la verdad. No era violencia virtual. Cuando hacíamos público los avisos de los vecinos de la zona que habían presenciado desde sus ventanas palizas propinadas a indigentes por cabezas rapadas, escuchando sus gritos de dolor y denunciándolo a las fuerzas de seguridad, no estábamos ante un nuevo alarmismo ciudadano. Cuando aseguramos haber hablado con alguna víctima de esas agresiones, temerosas de denunciar porque nadie garantiza su seguridad, al constatar como se refleja su domicilio particular en las propias diligencias policiales, que presumiblemente acabaran por procedimiento en manos de abogados de los agresores, tampoco era un imaginario de quien estas líneas escribe.

El problema de la violencia neonazi en nuestro país ya es un serio problema. Lo es no solo porque repunta en Madrid, sino porque se extiende por la geografía española anidando en importantes ciudades. Lo es, también, porque sus protagonistas son jóvenes, a veces menores adolescentes como demuestran las últimas detenciones, reclutados y adoctrinados en el odio, lanzados al ejercicio de la violencia por adultos que pertenecen a una arquitectura internacional neonazi, conectada en redes y anillos mas que visibles en Internet, como igual de visibles se manifiestan en los fondos ultras de los campos de fútbol, dato que se vuelve a evidenciar en las amenazas al presidente del Barcelona, Laporta. Y así de susto en susto, vamos tomando conciencia de la dimensión del problema, incluso a veces a golpe de tragedia criminal; ahora afecta a las autoridades académicas de la Complutense, antaño poco crédulos de las denuncias de los estudiantes, que constatan por ellos mismos con que virulencia les señalan.

Estimulados por un discurso victimista ante la inmigración, radicalmente antidemócratas, los neonazis españoles siguen el camino de sus homólogos británicos, franceses o alemanes. En esto, nuestro país tampoco es diferente. Mientras tanto, ante el problema de la violencia neonazi solo cabe el deber de finalizar con la política del avestruz, siendo mas que recomendable que tras las elecciones, los diputados pusieran su granito de arena acordando, como recomienda el Consejo de Europa, una Ley contra los Crímenes de Odio que entrara a fondo en el asunto. Esta iniciativa junto a una actuación policial y judicial rigurosa, a la que se debería de añadir el punto final de todo cobijo de su intolerancia, bien sea en las gradas ultras de los campos de fútbol, en las webs xenófobas de Internet o en sus conciertos de música racista, sería la vía de su erradicación real. Quizás entre todos podamos ser parte de la solución y dejar de ser parte del problema.

Esteban Ibarra
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia