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MADRID SIGUE LLORANDO

    Constato que a todos nos duelen los ojos de ver las imágenes de la masacre terrorista en Madrid, de ver el horror y sus muertos, de ver a los heridos en los hospitales, a las familias destrozadas, a los ciudadanos rotos por el daño irreparable. Precisamente ese grito que retumbaba en la manifestación, “todos íbamos en ese tren”, refleja la comunión cívica con la tragedia y un sentir de que en Atocha, el Pozo y Santa Eugenia, nos mataron a todos un poco. El pacífico, abierto y solidario pueblo de Madrid ha sido cruelmente atacado.

Estos atentados reflejan la naturaleza del terrorismo, el factor profundo de expresión extrema de intolerancia, alimentada en este caso por un integrismo fanático, que reduce a quien está fuera de su irracional visión a simples vidas sin valor. Unas vidas de españoles e inmigrantes, todos madrileños, segadas por un sangriento destino. Sobrecoge pensar que el impacto de la tragedia podría haberse cobrado un número de vidas y de heridos multiplicado por cinco, de haberse dado otra circunstancia en la explosión de las bombas.

Estamos ante un Crimen contra la Humanidad cometida por una organización genocida. Atentados contra gentes indefensas, trabajadores y escolares, y pacíficas, atentados que aún persiguen otros efectos complementarios buscando provocar una segunda onda expansiva de xenofobia contra el colectivo magrebí y dividir a la sociedad frente al propio atentado. Estamos a tiempo de que todo ello no se consiga y para esto necesitamos que se nos escuche, que oigan como millones de almas gritamos en las calles “todos unidos contra el terrorismo”.

Estamos ante un terrorismo en estado absoluto, en este caso integrista, el instrumento de mayor alcance, como dijo Hitler, para doblegar la libertad de una sociedad. Conviene no olvidar que este terrorismo ya existía antes de la Guerra de Irak, que con toda probabilidad existirá después de la normalización democrática de este país, visada por la propia ONU y que, no estando de acuerdo con las guerras, es justo diferenciarlo de la Guerra de Irak, evitando ofrecerle cualquier vía de exculpación.

Vivimos tiempos difíciles para las sociedades democráticas y sus valores, porque estamos siendo atacados desde tres frentes distintos que se complementan, los fanatismos ultranacionalistas, los fanatismos integristas y los fanatismos totalitarios, poniendo en peligro no solo la convivencia democrática, los derechos humanos y la libertad de la ciudadanía, sino la propia seguridad, la integridad física y la vida de las personas, como ha evidenciado la masacre terrorista de Madrid

Sin embargo nos queda la esperanza. En este mar de tristeza en el que estamos sumidos, con un oleaje de dolor que nos acompañará el resto de nuestra vida, se alza un faro sustentado por millones de personas que de nuevo proyectaron su compromiso solidario y democrático en las calles de nuestras ciudades; sirva de ejemplo la manifestación en Atocha, calados hasta los huesos, repetíamos gritando “así, así, así lucha Madrid”, una ciudadanía pacífica valiente que en todo momento mostró que nuestro corazón está con las víctimas, nuestro espíritu con la Constitución y nuestra voluntad, por la derrota del terrorismo, aunque el alma sigue llorando.

Esteban Ibarra
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia