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Con el 99,99 por ciento del escrutinio finalizado, el partido liberal «Venstre» de Fogh Rasmussen obtiene un 29,1 por ciento de los votos y 52 escaños, cuatro menos que en los anteriores comicios. Sus socios del Partido Conservador salen mejor parados con un 10,3 por ciento de los votos, frente al 9,1 por ciento de 2001, y 19 escaños, tres más de los que tenían hasta ahora.
El partido ultraderechista «Dansk Folkeparti» (Partido del Pueblo Danés), socio parlamentario del Gobierno actual y liderado por Pia Kjaersgaard, una populista ama de casa metida a política y conocida entre los inmigrantes por el apodo de la «víbora de ojos azules, obtiene 24 escaños, dos más que en el 2001, y un13,2 por ciento de los votos. Un resultado al alza que coloca de nuevo a este partido xenófobo como la tercera fuerza política del país, y concede al bloque burgués de los liberales, conservadores y ultraderechistas, una cómoda mayoría parlamentaria con un total del 54 por ciento de los votos, frente al 46 por ciento que obtienen los partidos del bloque de izquierdas.
Y es que el Partido Socialdemócrata, que durante los últimos cuatro años se ha mantenido en la oposición, sufrió ayer un fuerte varapalo electoral al obtener sólo un 25,9 por ciento de los votos y perdiendo 6 escaños de los 52 que tenía. Una derrota que su «formand» o secretario general, Mogens Lykketoft asumió de inmediato anunciando su dimisión. Sin embargo el verdadero ganador de estos comicios es el partido Radical (liberales de izquierdas) que con 9,1 por ciento de los votos (5,2 por ciento en el 2001) y 16 escaños, se convierte en el partido «árbitro» del «Folketing» (Parlamento).
Los pocos más de cuatro millones de daneses que con derecho a voto acudieron a las urnas, optaron por mantener la huella del llamado «modelo austriaco» (liberales y conservadores y extrema derecha) pero la participación se quedó en un 83.9 por ciento, algo menos que en 2001. La campaña se centró en la restrictiva política de inmigración, la economía familiar y los altos impuestos.
La UE y la nueva Constitución europea fue prácticamente ignorada por políticos y electores, así como la guerra de Iraq, que no tuvo más influencia que un par de esporádicas manifestaciones. Los socialdemócratas pasaron de puntillas sobre este tema porque la participación de tropas danesas en el conflicto genera beneficios a las empresas.
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