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Aumentan los crímenes de odio en Estados Unidos y Europa.

    Viven con miedo. Miedo de salir después del anochecer. Miedo de salir del barrio. Miedo de ir a la escuela. Por la noche escuchan cómo alguien rompe una ventana de su casa y huye. Por la mañana encuentran excremento en el buzón. Reciben insultos en la calle. Son agredidos simplemente por ser distintos, por vestir distinto, comer distinto, escuchar música diferente. Por ser los otros. Y si son mujeres, peor.

Los niños no se salvan. Incluso pueden ser blanco de una peor crueldad, sin que lleguen a entender los motivos de dicha agresión.

Y, ¿cuáles son los motivos? Ir por la calle portando una burka, hablar en español, besar en público a alguien del mismo sexo, tener la piel morena. O sea, ser quienes son.

En el primer mundo se vive un creciente "asalto a la identidad", según el informe Miedos cotidianos: un sondeo sobre los crímenes de odio violentos en Europa y Norte América, recientemente publicado por Human Rights First, organización civil dedicada a vigilar los derechos humanos en el mundo, con oficinas centrales en Nueva York.

Este tipo de violencia cotidiana suele pasar desapercibida en los medios masivos.

Hasta que un dormitorio universitario amanece en llamas. Hasta que las tumbas de un cementerio judío son profanadas. Hasta que un homosexual es asesinado.

Mientras, los países desarrollados condenan a los países africanos por las guerras con tintes étnicos, en sus propios países se libran guerras étnicas contra aquellos que en muchas ocasiones provienen precisamente de las ex colonias.

Un deporte

El informe, presentado en la Conferencia de Córdoba de la Organización por la Seguridad y Cooperación en Europa en junio pasado, se construye sobre los hallazgos de dos anteriores reportes: Fire and broken glass: the rise of antisemitism in Europe (2002) y Antisemitism in Europe: challenging official indifference (2004).

Y si bien estudia a 55 países (los miembros de la OSCE, Estados Unidos, Canadá y cinco países de Asia Central), pone especial énfasis en la Unión Europea.

El documento muestra uno de los lados más oscuros de la globalización, pues revela un incremento en las agresiones relacionadas con la migración en el viejo continente: "Encontramos una inquietante ola nueva de violentos crímenes anti-inmigrantes a lo largo de Europa, que reflejan políticas y prácticas anti-inmigrantes establecidas por los gobiernos", señala Michael McClintock, autor principal del informe.

Ante un aumento de la precarización económica, la facilona conclusión de "los migrantes nos quitan empleos y servicios y de salud y educación" gana adeptos.

Un caso destacable es el de Rusia, por su gravedad y por ser poco conocido en nuestro país.

En Moscú, 42 estudiantes, provenientes sobre todo de África y el sur de Asia, murieron cuando su dormitorio, en la Universidad de la Amistad de los Pueblos (vaya paradoja), ardió en llamas en 2003. Nunca se probaron las causas del incendio, pero todo apunta que fue intencional.

En muchas ciudades de Europa, se lee en el documento, "los ataques a minorías, inmigrantes y solicitantes de asilo se han vuelto casi una rutina. En una corte escocesa, el sheriff Michael O'Grady denunció que los ataques a los solicitantes de asilo en Glasgow era 'absolutamente endémicos'" y concluyó que eran "cometidos como deporte".

Las otras víctimas del 11 de septiembre

A raíz del ataque terrorista del 11 de septiembre, la idea fomentada por el discurso del gobierno estadunidense ("musulmán igual a terrorista"), también influyó en Europa. A ojos de muchos, cualquiera que portara un turbante se volvió un potencial terrorista.

Dice el informe que a partir de esta fecha, "la fusión de racismo, intolerancia religiosa y prejuicio anti-inmigrante se convirtió en una cada vez más potente fuerza discriminatoria".

Y "en gran parte de Europa Occidental, (...) a los ataques contra Estados Unidos le siguió una ola de ataques contra las minorías que se suponía eran musulmanas". Los no musulmanes, sobre todo sikhs, también fueron víctimas de agresiones.

En septiembre de 2004 entró en vigor la ley que prohibe "mostrar de modo conspicuo símbolos o indumentaria religiosa" en escuelas públicas de Francia. Se sobreentendió que la ley tenía dedicatoria contra las pañoletas musulmanas (hiyab), pero la prohibición también incluía las kippas judías, los turbantes sikh y crucifijos grandes.

La ley representó ­se lee en el informe­ "una violación al derecho a ejercer la libertad de conciencia y religiosa".

Y más adelante señala: "Cuando una corte francesa ratificó la expulsión de tres estudiantes sikh de una escuela pública el pasado mes de abril, bajo el argumento de que lo que les cubría la cabeza los volvía 'instantáneamente reconocibles' como sikhs, el principio francés de 'la igualdad' quedó patas para arriba: obligaba a ciudadanos de una minoría a esconder su identidad y negar su diversidad".

La ola llegó hasta Holanda, al seno de una sociedad que se precia de ser tolerante y multicultural. Ni las fuertes instituciones que luchan contra la discriminación y monitorean los crímenes de odio evitaron el "nivel de violencia y amenazas sin precedente (que) fue reportado como consecuencia directa de una nueva histeria anti-inmigrante y anti-musulmana. Sondeos citados por el EUMC (siglas en inglés del Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia ­organismo de la UE) revelaban que "grandes números de la población estaban a favor de deportar a musulmanes, mientras que otros deseaban que se les negara la entrada al país a los solicitantes de asilo de origen musulmán".

El asesinato del cineasta holandés Theo Van Gogh (famoso por sus diatribas contra musulmanes y judíos y por ser descendiente del célebre pintor del mismo apellido), en septiembre de 2004, a manos de un sujeto que proclamaba actuar a nombre del Islam, desató una nueva ola de violencia en los Países Bajos.

Crece el antisemitismo

En Francia, las violentas ofensas antisemitas se incrementaron 63% de 2003 a 2004.

Gran Bretaña ­país que acaba de sufrir un atentado terrorista­ no se queda atrás. En el mismo periodo se duplicó el número de agresiones violentas antisemitas.

La Community Security Trust (Fundación por la Seguridad de la Comunidad, organización dedicada a la seguridad comunitaria de judíos), en Gran Bretaña, registró 532 incidentes antisemitas en 2004, lo cual representó un aumento de 42% respecto del año anterior y el más alto número desde que inició el registro en 1984.

Hubo 53 incidentes de daño o profanación de propiedad judía, incluyendo dos incendios provocados en sinagogas en el norte de Londres, la destrucción o derrumbe de cerca de 60 lápidas judías en un cementerio de Birmingham, y la profanación de tumbas en un cementerio judío en Aldershot.

Pero, señala el informe, lo más inquietante es "un nuevo patrón: los ataques a personas en 2004 fueron más numerosos que los incidentes que provocaron daños materiales: se registraron 83 asaltos, un incremento de 54% respecto de 2003, incluyendo cuatro incidentes con grave riesgo de muerte".

Doce de las agresiones extremas antisemitas fueron contra escolares. Un niño de 12 años, supuestamente atacado por portar una kippa (gorro judío), requirió de 90 minutos de atención médica para suturar sus heridas faciales; otro menor fue sometido a insultos antisemitas y pateado por un señor de mediana edad en un camión londinense.

Toda esta violencia cotidiana prolifera en parte gracias al permisivo ambiente antisemita que llega hasta altos niveles gubernamentales.

En enero de este año, se lee en el informe, "20 miembros de la Duma Rusa firmaron una carta que reafirmaba muchas de las más antiguas y venenosas difamaciones antisemitas": denunciaba al judaísmo por ser "anticristiano e inhumano, cuyas prácticas incluían hasta asesinatos rituales" y conminaba al procurador general a "abrir una investigación legal para prohibir todos los grupos religiosos y comunitarios judíos" bajo el argumento de la "defensa de la patria".

En París, en 2002, un rabino aconsejó a los jóvenes esconder su identidad usando gorras de beisbol encima de sus kippas.

Pero "esconder la identidad religiosa (o de raza o de nacionalidad) no siempre es posible ­o deseable­ aunque el individuo pudiese sobreponerse a las desgarradoras contradicciones de negarse a sí mismo que esto pueda involucrar. La decisión de no usar una kippa, un turbante o una pañoleta no es cuestión de moda".

Lo preocupante es que "el nivel de violencia racista y antisemita no disminuyó ni siquiera en los países en donde los gobiernos (...) introdujeron reformas legislativas y de procedimiento para enfrentarlos. Los altos niveles de violencia anti-inmigratoria, alimentados por la retórica política partidista que retrata a los inmigrantes y solicitantes de asilo como amenazas a la seguridad y una carga económica, parecen estar íntimamente vinculados a las amenazas más generalizadas y a la violencia contra minorías en muchos países".

***

Los neonazis y otros grupos extremistas no discriminan: atacan a musulmanes, judíos y miembros de otras minorías.

El contrapunto es que entre las víctimas son escasas las muestras de solidaridad. E incluso, peor: "Se encontró inquietante evidencia de que en algunos países de la Unión Europea, jóvenes que provienen de familias musulmanas, ellos mismos víctimas de la marginación, estaban involucrados en una significativa proporción de incidentes antisemitas".

***

Muchos de los crímenes de odio no son denunciados.

"Un estudio de dos años en el área de Strathclyde (Escocia), concluyó en junio de 2004 que a pesar del alto número de crímenes de odio registrados, sólo 20% de los incidentes fueron denunciados, debido a que las minorías vulnerables no confían en que se aplique la ley".

La reticencia a denunciar también se debe a que las víctimas, en muchos casos, son indocumentadas.

Monitoreo y legislación

Ante un panorama tan desolador, Human Rights First sostiene: "el primer paso esencial para llevar a cabo acciones efectivas" contra la violencia racista sería contar con "información pública precisa y a tiempo".

Sin embargo, ni eso se tiene.

Según un informe de la EUMC de marzo de 2004, la mayoría de los gobiernos de la UE no llevan a cabo un monitoreo sistemático de los incidentes anti-semitas. También señala la inadecuada cobertura de los crímenes de odio en general en países como Austria, Bélgica, Grecia, España, Irlanda, Luxemburgo, Italia, Portugal y Finlandia.

En cuanto a la legislación, sólo 19 de los 55 miembros de la OSCE tiene legislación que "permite que la motivación racista en un crimen sea considerada una circunstancia agravante de la sentencia".

Sólo cinco (Bélgica, Canadá, Francia, España y Gran Bretaña) tienen legislación que prevé que "un prejuicio sobre la orientación sexual y de las discapacidades sea considerado una circunstancia agravante".

Uno de los problemas de la legislación es que no toma en cuenta la intersección entre racismo y otros prejuicios.

Esto repercute en las cifras disponibles: "Puede haber estadísticas detalladas sobre la violencia contra las mujeres, pero muchas veces no están correlacionadas con las estadísticas de otros crímenes de odio".

Sin embargo, más allá de los esfuerzos que los gobiernos europeos y estadunidense puedan realizar hacia tener una adecuada recolección de datos y legislación en la materia, continúan fomentando el ambiente anti-migratorio, anti-musulmán, anti-minorías en una variedad de maneras: nutriendo la idea de musulmán igual a terrorista, migrante igual a vampiro de los servicios públicos; fomentando políticas anti-inmigrantes; discriminando a las minorías en las áreas de vivienda, empleo, educación y acceso a otros servicios públicos.

Human Rights First hace tres grandes sugerencias a los gobiernos:

* "Establecer sistemas de monitoreo e informe oportunos".

* "Fortalecer las legislación criminal y los procedimientos para aplicar la ley".

* "Establecer y fortalecer organismos especializados contra la discriminación a escala nacional".


El odio en Estados Unidos

En el vecino del norte, "el número de crímenes de odio contra musulmanes subió de 28 en 2000 a 481 en 2001", según cifras oficiales del FBI.

Los crímenes de odio "se incrementaron drásticamente tras el 11 de septiembre", dice el informe de Human Rights First. Las agresiones se dirigieron sobre todo contra árabes, musulmanes y sudasiáticos. Pero también afectaron a personas que se creía que eran musulmanes, incluidos los sikhs: "El 15 de septiembre de 2001, Balbir Singh Sodhi, un sikh de 49 años que portaba un turbante, fue asesinado mientras plantaba flores en su gasolinera en Mesa, Arizona. Poco antes, el asesino había dicho en un bar que quería matar a los responsables del 11 de septiembre".

El Council on American-Islamic Relations informó que en 2004 se incrementó la violencia y discriminación contra los musulmanes en 52%, respecto a 2003.

En cuanto a los crímenes de odio en general, según el informe del programa Uniform Crime Reporting, del FBI, en 2002, "67.5% de las 8 mil 825 ofensas provenientes de incidentes motivados por el prejuicio fueron crímenes contra personas y 32% fueron crímenes contra propiedades".

Las ofensas más comunes fueron la intimidación (35.2%); la destrucción/ daño/ vandalismo (26.6%); asalto (20.3%) y asalto agravado (11.7%).

Hubo 11 homicidios y ocho violaciones.

En cuanto a los motivos, 48.8% tenían que ver con un prejuicio racial; 19.1% con un asunto religioso; 14.8%, étnico o nacional y 0.6%, discapacidad física o mental.

Dentro de la categoría "étnica o nacional", 44.7% estuvo asociado con un prejuicio anti-hispano.

En el informe de 2003 se registraron 7 mil 489 incidentes motivados por prejuicios. Los motivos fueron similares: 51.4% racial, 13.7% por origen étnico o de nacionalidad; 17.9% por intolerancia religiosa y 16.6% por preferencia sexual.

De los 14 homicidios registrados, seis fueron reportados como motivados por la orientación sexual.

Sin embargo, las cifras de crímenes de odio podrían ser más elevadas, debido a que, como señala la Anti-Defamation League ­uno de los principales grupos dedicados a monitorear y frenar crímenes de odio­, "más de 5 mil jurisdicciones policiacas del total de 17 mil que proveen informes criminales al FBI 'no participaron en el programa para reportar crímenes de odio'".

La ADL llamó a que hubiera "una mayor educación y entrenamiento de policías y una mejor coordinación entre autoridades estatales y federales para investigar y perseguir crímenes de odio".

Human Rights First explica que agrupaciones como la ADL son muy "efectivas en recopilar reportes de crímenes de odio" y en pugnar por una política pública más agresiva que combata estos crímenes.

Una de las razones del éxito de estas organizaciones es que la víctima muchas veces prefiere acudir a grupos comunitarios que a la policía, sobre todo si es indocumentado.

Otro motivo por el cual probablemente se subreporta este tipo de agresión es porque en ocasiones la policía y las autoridades publicas no registran que hubo un elemento discriminatorio.

***

La Leadership Conference on Civil Rights Education Fund destaca, en su informe de 2004 (Causa para preocuparse: los crímenes de odio en Estados Unidos), que "la violencia anti-negra aún es el prototipo del crimen de odio". Se trata de "una acción cuya intención no es sólo dañar a individuos sino intimidar a todo un grupo. Los crímenes de odio contra afroamericanos tienen un impacto sobre la sociedad no sólo por el dolor que ocasionan sino por perpetuar la historia": el 27 de marzo de 2004, dos adolescentes de 16 años en Arlington, Washington, fueron acusados de acoso malicioso supuestamente por quemar una cruz en el patio de un afroamericano.

El informe también refiere a los ataques a hispanos. Un botón: en septiembre de 2001, un hombre fue golpeado por dos skinheads en Reno, Nevada. Lo acusaron de "echar a perder la raza blanca" por haber tenido un hijo con una mujer hispana.

Por otro lado, las amenazas y violencia contra los judíos siguen siendo el mayor número de crímenes de odio documentado por el FBI.

En un informe de 2004, la ADL reportó mil 821 incidentes antisemitas, un incremento de 17% respecto del año anterior.

La National Coalition of Anti-Violence Programs (NCAVP), una red de más de 20 organizaciones, documentó incidentes contra 2 mil 51 miembros de la comunidad lésbico-gay, bisexual y trangénero en 2003, un incremento de 8% respecto al año anterior.

A pesar de que la mayoría de los estados (las excepciones son Arkansas, Indiana, Carolina del Sur y Wyoming) tienen algún tipo de legislación en materia de crímenes de odio, las agresiones de odio siguen creciendo.